Los talibanes recuperan Afganistán 20 años después: las claves de su reconquista
Las milicias talibán ocupan Kabul tras dos décadas de ocupación extranjera y un avance fugaz.
“Hoy nos centramos en Afganistán, pero la batalla es más amplia”, dijo George W. Bush tras ordenar el primer ataque sobre territorio afgano en octubre de 2001, un mes después de los atentados del 11-S.
Aquella operación, que prometía ser rápida, liberadora y hacer a los talibanes “pagar” por lo que habían hecho, se encuentra veinte años después con que Afganistán vuelve al punto de partida, con la ocupación talibán de Kabul.
¿Cómo ha podido pasar? ¿Qué ha ocurrido en estas dos décadas para que los talibanes, aparentemente derrotados por una coalición militar mucho más poderosa, haya recuperado el poder?
Para comprenderlo no basta con observar los últimos veinte años, sino desde mucho antes.
¿Cómo surgen los talibanes?
La palabra talibán significa “estudiantes” en lengua pastún, donde toma un cariz religioso, casi referido a un estudiante de religión o seminarista. Surgen a principios de los años 90 al norte de Pakistán, tras la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán.
El movimiento aparece por primera vez en seminarios religiosos en los que se predicaba una línea dura del islam, con una idea de sociedad basada en la interpretación estricta de lo que debe ser la vida de un musulmán, combatiendo el libertinaje.
Con esta idea de restaurar la paz tras la ocupación soviética y la de hacer cumplir una versión austera de la ley islámica, fueron ampliando su influencia por el país.
Tras la guerra civil entre facciones islamistas, los talibanes toman por primera vez el control de la capital en septiembre de 1996 e imponen un régimen integrista islámico tras arrebatar el poder al líder muyahidín Burhanuddin Rabbani.
Comenzaron entones a imponer un severo régimen, que incluía castigos como ejecuciones públicas de asesinos y adúlteros, y amputaciones de miembros por robo.
Pero también despojaron de derechos a las mujeres, que debían de llevar burka que les cubriera por completo e impidiendo a las niñas mayores de diez años acudir a la escuela. Los hombres, por su parte, debían dejarse crecer la barba. Se prohibió el cine, el maquillaje, la música y la televisión.
Afganistán iniciaba un nuevo rumbo que duraría hasta los atentados del 11 de septiembre de 2011 en Nueva York y Washington. La respuesta de Estados Unidos con el apoyo de Reino Unido llega en octubre de ese año a través de la llamada operación “Libertad Duradera”, que en apenas un mes acabó con el régimen talibán en las principales ciudades del país.
Desde entonces, tanto EEUU como Reino Unido han dedicado las últimas dos décadas a tratar de formar un ejército afgano poderoso con el que impedir el rearme talibán.
Mientras, el país buscaba una transición política que se inició con Hamid Karzai como jefe de Estado interino en 2002. Dos años después, ya con la OTAN asumiendo el mando de la Fuerza Internacional de Seguridad y Asistencia (ISAF), se celebran las primeras elecciones libres en las que se impone Karzai.
En 2005 se celebraron las primeras elecciones legislativas, en las que se impusieron los llamados “señores de la guerra”, hombres que participaron en la guerra entre facciones muyahidines a principios de los 90, a los que se acusaba de cometer crímenes de guerra.
Pero pese a la celebración de comicios, la situación del país no mejora. El deseado ejército afgano no logra conformarse ya que, como señala la BBC, existe “un problemático historial de bajas, deserciones y corrupción” tanto en las fuerzas armadas como en la Policía.
Según este medio, el Ejército afgano contaría con unos 300.000 efectivos, “al menos sobre el papel”. Enfrente, los talibanes han mantenido e incluso aumentado su capacidad de reclutar hombres.
El Centro de Lucha contra el Terrorismo de Estados Unidos estima en 60.000 el número de sus soldados, pero la BBC asegura que a este número hay que sumar grupos de milicianos y partidarios, que daría una cifra total superior a los 200.000. Es decir, su situación podría ser incluso mejor que la que tenían en 2001.
Además, los expertos apuntan a que no es fácil hablar de los talibanes en genérico, ya que “se acercan más a una coalición de franquicias independientes” que se unen de forma temporal las unas con las otras.
Pero, ¿quién lideraba este grupo tan heterogéneo? Los informes de la inteligencia de EEUU apuntan a que varios líderes talibanes se refugiaron en la ciudad paquistaní de Quetta, desde donde guiaron a los suyos.
Primero con Mohammad Omar, fallecido en 2013. Después, con Akhtar Mohamed Mansur, muerto en 2016. Y desde entonces, Mawlawi Hibatullah Akhundzada, a quien se señala como responsable de los asuntos políticos, religiosos y militares de los talibanes.
Por eso la violencia en Afganistán no ha cesado en estas dos décadas. En 2006 la violencia se recrudeció y la OTAN instó a los países a enviar más tropas a la zona. Dos años después, un atentado suicida en Kandahar deja cien muertos, siendo uno de los más sangrientos desde la invasión.
Karzai vence en las siguientes elecciones, celebradas en 2009, pero la campaña de intimidación talibán es muy fuerte.
En 2011 se producen dos hechos muy importantes. En mayo, EEUU mata a Osama Bin Laden en Pakistán. Un mes después, comienza la retirada gradual de las fuerzas estadounidenses y la OTAN inicia el traspaso de competencias a las autoridades afganas, que se completa dos años después, en junio de 2013.
En septiembre de 2014 gana las elecciones Ashraf Ghani, que iniciará desde su Gobierno un proceso de diálogo con los talibanes con reuniones oficiales en Pakistán.
Lejos de amainar, la presión talibán prosiguió. Mientras EEUU enviaba en 2016 más efectivos al país, miles de civiles huían del sur del país ante el avance de los talibanes, cuya violencia pudo comprobarse un año después, en un atentado con un camión bomba que dejó más de 150 muertos en la capital, Kabul.
Pese a todo, las conversaciones con los talibanes prosiguen. La administración Trump inicia el diálogo en octubre de 2018. Un año después, Ghani renueva su mandato no sin dificultades, ya que la incapacidad para hacer frente a lastres como la corrupción o la inseguridad, fueron minando en parte la amplia popularidad de la que gozaba, principalmente en núcleos urbanos.
Los talibán aceptaron en 2020 negociar en Doha (Catar) un acuerdo que preveía la completa retirada de las tropas en 14 meses, algo que Trump prometió para esas navidades.
Su sucesor, Joe Biden, finalmente decretó que el repliegue definitivo se iniciaría el primero de mayo. Ese mes, los talibanes aprovecharon para recrudecer la violencia y en junio ya controlaban 100 de los 402 distritos del país.
Aunque admitió que los talibanes estaban “más fuertes militarmente que nunca”, Biden insistió en completar la retirada para el 31 de agosto.
Gobierno y talibanes se sentaron a dialogar en Doha en el mes de julio. Éstos ofrecieron un alto el fuego de tres meses a cambio de liberar a sus 7.000 presos. Las conversaciones acabaron sin acuerdo.
A principios de agosto, la ofensiva talibán se recrudeció y los talibanes capturaron en apenas semanas varias de las capitales más importantes del país hasta situarse este domingo a las puertas de Kabul, la capital del país a la que han accedido ya y de la que ha huido el presidente Ghani para evitar, según ha declarado, “un desastre”.