Los epidemiólogos anticipan un “cambio de paradigma” en la gestión de la pandemia
Ómicron acelera una "transición" que plantea todavía muchos interrogantes.
Veinte meses después de ser establecidas, las reglas del juego por las que se rige la gestión de la pandemia en España podrían cambiar por culpa de ómicron. Ya es, de algún modo, un sentir generalizado entre la población, pero además ocupa los debates que mantienen algunos responsables de Salud Pública en sus despachos.
La notificación de una media de 100.000 casos diarios en España en la última semana ha hecho imposible el control de los contagios en muchas comunidades autónomas, que fían a los autotest y al “autocuidado” la gestión de los casos. Los contactos estrechos han dejado de ser objeto de vigilancia –siempre que estén vacunados–, pero la gente, más que tomárselo como una liberación, lo ha acogido con angustia en una época festiva y en un momento en el que cualquiera tiene un familiar, amigo o conocido con covid.
Los sistemas de información del coronavirus que han funcionado relativamente bien desde el 11 de mayo de 2020, cuando se establecieron formalmente mediante una orden del Ministerio de Sanidad, se ven ahora incapaces de detectar, comunicar y rastrear cada caso, con una curva que aún no ha llegado a su pico. Con este panorama, y ante una aparente mayor levedad de las infecciones, los expertos se plantean un “cambio de paradigma” que, en el fondo, ya ha comenzado a llevarse a cabo. ¿El principal problema? Que la estrategia no debería cambiar para pasar la responsabilidad a la ciudadanía, y eso es lo que está ocurriendo en algunas comunidades. Si finalmente se produce un “cambio de fase”, este debe ser estructural.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya avanzó esta postura en el Comité Federal del PSOE este viernes. “España está hoy mejor preparada que hace un año [...]. Vamos a tener que aprender a convivir con el virus, debemos adaptar la respuesta institucional y social a las actuales características”, dijo el presidente.
“Estamos, o vamos a entrar, en una nueva fase, que requiere una aproximación diferente”, sostiene Pedro Gullón, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública. “Eso ya no tiene que ver sólo con aplicar umbrales diferentes, sino con la propia aproximación desde la salud pública a la pandemia, en el sentido de cómo la vigilamos y cómo la contamos”, aclara.
El epidemiólogo explica que, hasta ahora, la “apuesta” del sistema de vigilancia español, como el de la mayoría de países, se basaba en “intentar detectar el cien por cien de los casos, aislarlos y, en la medida de lo posible, tratar de encontrar a sus contactos”.
En su segundo artículo, la Orden del 11 de mayo de 2020, publicada un día después en el BOE, define el covid-19 como “una enfermedad de declaración obligatoria urgente”. En la práctica, esto ya no es así. Empezando porque no todos los positivos por autotest de diagnóstico son comunicados a Sanidad –al menos en la Comunidad de Madrid–, y siguiendo porque el nivel de contagios ha hecho imposible una búsqueda activa de casos sospechosos.
El covid no es una gripe, pero podría empezar a vigilarse como esta
La idea de empezar a tratar el covid como la gripe resulta atractiva, pero también peliaguda. En todo caso, no consistiría en restar gravedad al coronavirus ni en permitir un “contagio masivo”, sino en asumir, de manera formal, que no se puede llegar a todos los casos, y que conviene más centrarse en los sintomáticos y esbozar, conforme a estos, la situación epidemiológica del momento.
Se trataría de “seguir contando todos los casos graves para conocer el impacto hospitalario que están teniendo” –abunda Gullón– y, con el resto de casos, “realizar sólo un muestreo poblacional como se hace con la gripe con la red de médicos centinela, para saber en qué punto estamos en la curva, pero no el número concreto de contagios”, explica.
La red de médicos centinela funciona desde hace décadas en muchas comunidades, y en muchos países, para vigilar procesos como la gripe, el asma o la varicela, normalmente desde atención primaria. En Castilla y León, por ejemplo, estos médicos ‘vigilan’ a aproximadamente el 5% de la población. Con esta información, se controlan al mismo tiempo los casos graves y se va dibujando una imagen de la situación epidemiológica.
“Muchos epidemiólogos tienen asumido que tiene que haber una transición”, asegura Pedro Gullón en referencia al abordaje del covid. Sin embargo, para que se produzca esta, antes tendría que “asentarse” y “comunicarse a la población”. “Tendría que hacerse de forma muy lenta, con mucho cuidado y, sobre todo, sin caer en lo que está pasando en Madrid: un abandono por el cual la gente acaba buscándose las pruebas por lo privado”, describe.
“El sistema ya ha petado”
Gullón insiste: la idea no tiene que ser “abandonar, sino cambiar la estrategia”. Él mismo no tiene claro cuál sería “el momento adecuado”, para esta transición, pero sí es perfectamente consciente de que “el sistema ya ha petado”. “Yo también tengo reticencias, me niego a aceptar que no vamos a llegar al cien por cien de los casos y me da rabia pensar en lo que puede pasar si dejamos que gente contagiada vaya al trabajo por no haber detectado ese caso, pero luego pienso: esto ya lo estamos haciendo”, reconoce el epidemiólogo. El debate sobre cuándo y cómo hacer esa transición se dará “en las próximas semanas”, avanza Gullón.
Quique Bassat, epidemiólogo, pediatra e investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona, también es consciente de que se acerca un “cambio de paradigma” en la gestión de la pandemia, pero no está de acuerdo con que se plantee en este momento. “Yo estaría encantado de discutir o de implementar un cambio de estrategia, pero una vez estemos en bajada de la sexta ola, no en plena subida”, afirma.
La flexibilización en la vigilancia y rastreo de los casos y la no aplicación de medidas restrictivas en Navidad –“con la excepción honrosa de alguna comunidad”– refuerzan “la hipótesis del cambio de paradigma” y al mismo se corresponden, en su opinión, con una táctica de “ojos que no ven, corazón que no siente”. “Se están lanzando una serie de mensajes muy optimistas, como que ómicron es más leve y que estamos al principio del fin de la pandemia, lo cual es necesario después de dos años de malas noticias permanentes, pero se está obviando completamente la situación actual hospitalaria, que es muy mala, y va a seguir empeorando”, advierte Bassat. “Hay una discordancia muy grande entre lo que está pasando en hospitales y en atención primaria y lo que se nos está vendiendo”, lamenta.
Para Bassat, “la urgencia primera sería: resolvamos esta sexta ola, enderecémosla y hagamos que empiece a disminuir”. “Sólo cuando esté de bajada, podrás pasarte tres o cuatro días discutiendo si acortas los aislamientos, si cambias las reglas, si te lo tomas más a la ligera”, sostiene. “Obviar lo que está pasando mientras tenemos una megacrisis en ciernes me parece una mala táctica”, critica.
No confundir con “dejar circular al virus libremente”
Pedro Gullón no infravalora la actual presión asistencial –los hospitales españoles ya tienen más pacientes covid que en la cuarta y quinta ola, y eso que la sexta aún no ha llegado al pico–; simplemente considera necesario debatir sobre un nuevo enfoque, no para “dejar circular al virus libremente” o para decir “que se contagie todo el mundo” –ese sería otro debate–, sino para cambiar el método de vigilancia cuando se ha visto que este ya no funciona.
“No sé cuándo debería darse esa transición. Lo que sí sé es que lo que hay ahora –intentar llegar a todo, no poder y trasladar la responsabilidad a la ciudadanía– es un desastre”, afirma Gullón. “Atención primaria no puede más; no puede gestionar bajas para una enfermedad con una incidencia de 9.000 en población joven, y nadie parece dispuesto a permitir que las bajas no las gestione atención primaria. Si nadie está dispuesto a eso para mantener un sistema de vigilancia intensivo, entonces no tenemos que tener un sistema de vigilancia intensivo”, resume.
Muy ligada a ese cambio de estrategia está la apuesta por una recuperación económica que ya han esgrimido algunos países, y, aunque la propuesta de Gullón no va tanto por ahí, es algo que los comités también tendrán en cuenta en España a la hora de diseñar un nuevo protocolo, en un momento en el que las bajas laborales se han triplicado por el coronavirus.
Si se produce un cambio, tiene que ser “global, no individual”
Como epidemiólogo, a Gullón le preocupa más, en todo caso, que la relajación en la vigilancia acabe recayendo sobre las espaldas de la población, y que “los laboratorios se inunden de gente haciéndose test privados intentando llegar igual al cien por cien de los casos”. Que con la transición se “externalicen” esa responsabilidad y esos servicios sería “el mayor problema”, en su opinión. “Esto plantearía un eje de desigualdades enorme, y me preocupa”, reconoce Gullón. “Porque, ¿quién tiene capacidad para autogestionarse y para autoaislarse?”, plantea. Si se produce un cambio en la gestión tiene que ser “global, no individual”, defiende el epidemiólogo.
Una gran parte de la epidemiología reposa sobre la comunicación. Por ello, de darse finalmente esa transición, “se tiene que comunicar y argumentar bien a la población para evitar” desigualdades. “Lo correcto sería asumir, entre todos, que la estrategia va a ser diferente, que si has sido contacto, no te tienes que preocupar. ¿Te has preocupado alguna vez si eres contacto de gripe? No. ¿Te has hecho alguna vez un test de gripe cuando has tenido gripe? No. Básicamente, has cogido una baja o no has ido a trabajar si tenías síntomas”, compara Gullón. La teoría para una futura transición “ideal” es esa. En la práctica, veremos en qué se convierte.