Lecciones y aprendizajes de un año de pandemia
Desde la ciencia y desde la contribución solidaria de todos los Estados, se puede ofrecer respuesta a un gran problema.
El domingo se ha cumplido un año de aquel 14 de marzo de 2020 en el que el Consejo de Ministros decretaba el estado de alarma como consecuencia de la situación de crisis sanitaria ocasionada por la covid-19, tras la declaración por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de pandemia internacional.
Hemos palpado la peor crisis sanitaria, social y económica en 100 años en nuestro país y en el mundo. Una crisis que de forma súbita vino a poner a prueba no solo nuestro sistema sanitario o la esfera económica, sino también la normalidad social. Es decir, la manera en que nos relacionamos, trabajamos… la manera en la que, en definitiva, vivimos.
Hemos transitado por momentos diversos y muy complicados, con las injustas complicaciones de la enfermedad para aquellos que la han padecido o la padecen, y para las familias que han perdido a sus seres queridos.
Ya en el final de una tercera ola, podemos hablar de ciertas certezas a la hora de gestionar y contener la expansión de los contagios del virus SARS-CoV-2, como es la importancia de mantener medidas colectivas que eviten la movilidad social. De ahí, lo acertado de la decisión del Gobierno de decretar los estados de alarma, como única medida constitucional posible, así como la vacunación como arma imprescindible para contener los contagios y conducirnos hacia la inmunidad de grupo. Todo ello en el marco de una estrategia europea de vacunación y de una compra centralizada que nos está permitiendo acceder a las vacunas, bajo la premisa de la equidad, a un ritmo razonable.
Este año nos aporta, entre otras lecciones, que desde la ciencia y desde la contribución solidaria de todos los Estados, se puede ofrecer respuesta a un gran problema y hacerlo además en un espacio de tiempo tan corto. Y nos señala también la importancia de que se sigan manteniendo las medidas de prevención y protección individual recomendadas y establecidas en la normativa vigente, ampliamente respetadas y ejercidas con responsabilidad por la ciudadanía de nuestro país.
El 2020 también nos ha traído muchas lecciones y aprendizajes en materia sanitaria. En primer lugar, la evidente necesidad de reforzar al Ministerio de Sanidad para que llevase a cabo su función constitucional de coordinación de la política sanitaria.
Segundo, la importancia del modelo de cogobernanza, que en el marco de las acciones coordinadas acordadas en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, ha dado respuesta a las necesidades de gestión derivadas de la situación pandémica, donde las decisiones han sido compartidas, discutidas y consensuadas, tal y como nuestra arquitectura institucional permite. Ese trabajo de coordinación de Sanidad tiene sus máximos exponentes en la Estrategia Nacional COVID-19 y en la Estrategia de Vacunación frente a la COVID-19.
A pesar del fuerte estrés al que ha sido sometido el Sistema Nacional de Salud durante este año, con los profesionales sanitarios a la cabeza, este ha dado muestras sobradas de sus fortalezas y de su capacidad constante de respuesta. Pero también se ha evidenciado que esta crisis sanitaria ha agravado déficits y retos pendientes no abordados por Gobiernos anteriores, muy vinculados a la falta de financiación suficiente destinada al sistema sanitario.
Por ello, se debe de poner en valor la apuesta del Gobierno de España por fortalecer el sistema sanitario público. Primero, mediante la financiación transferida a las comunidades autónomas mediante el Fondo COVID.
Segundo, con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado 2021, que están permitiendo reforzar el SNS de manera inédita, para llevar a cabo el impulso a la atención primaria, evidenciándose, ahora más que nunca, su importancia como elemento vertebrador del sistema y su papel en la salud familiar y comunitaria. Además, han permitido la dotación de la reserva estratégica, la compra de vacunas, la renovación de tecnologías sanitarias y el impulso a la digitalización, la recuperación del fondo de cohesión y el refuerzo de la salud pública con la creación de un Centro Estatal de Salud Pública.
También hay que destacar la importancia de los fondos europeos y la constante lucha de nuestro presidente Sánchez por su materialización, no contando con la lealtad institucional esperada por parte de la oposición, sabiendo que esta pandemia se combate desde la unidad. Además de revertir recortes ideológicos y políticas de austeridad, que debilitaron nuestro estado de bienestar —con la ampliación, por ejemplo, de la exención de la aportación farmacéutica de los colectivos más vulnerables, que se une a la recuperación de la universalidad de la asistencia sanitaria aprobada en 2018—, hemos recuperado un Sistema Nacional de Salud más equitativo, como establece la Ley General de Sanidad.
El impacto en los más vulnerables
No se puede dejar de mencionar el impacto social y sanitario que la pandemia está teniendo en los colectivos sociales más vulnerables, como las personas con enfermedades crónicas, problemas de salud mental, discapacidad o dependencia.
Esta crisis también ha venido a demostrar que las personas en situación de vulnerabilidad social también se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad epidemiológica. De ahí, la importancia de la apuesta del Gobierno por reforzar el estado del bienestar, dotando con más recursos al plan concertado de servicios sociales, con una mayor financiación para la ley de dependencia, mediante el plan de choque en dependencia, y, en conjunto, con las diferentes medidas que han constituido el escudo social.
Por último, la pandemia nos ha servido de espejo que ha reflejado la manera en que se envejece tanto en nuestro país como en toda Europa. Es esencial que nuestras personas mayores tengan la atención sanitaria que precisan, ya sea en su domicilio o en el centro residencial en el que viven, como ciudadanos iguales en derechos a los demás.
Se ha hecho un importante esfuerzo por parte de las administraciones sanitarias por desarrollar planes de contingencia ante la covid-19 en los centros residenciales, para una mayor coordinación entre los sistemas sociales y sanitarios. El Gobierno además apuesta por cambiar el modelo de cuidados de larga duración, más centrados en la persona y en el respeto a su voluntad
No podemos olvidar que el origen de la pandemia pone en evidencia además, el impacto del cambio climático en nuestra salud y la necesaria preservación del medio ambiente, eje fundamental que persiguen las políticas del Gobierno progresista de coalición.