Las mujeres políticas no son perchas (y el resto tampoco)
Valorar a las mujeres únicamente por su cuerpo o su atuendo sin mencionar otras dimensiones es una forma de depreciarnos.
No hay semana que no nos vuelvan a amargar con otro titular comentando o criticando lo que alguna mujer política lleva o deja de llevar. Que fulanita se ha pasado con el look lady. Que zutanita viste demasiado pintoresco. Que esta lleva demasiado escote. Que aquella se ha pintado los labios demasiado rojos. ¡Qué perezón por favor! En pleno siglo XXI aún hay personas a las que les cuesta superar que las mujeres no seamos solo perchas y tengamos algo que aportar a la sociedad. Si no logran asumir nuestras curvas como para encajar que nuestros cuerpos, además de adornar, puedan actuar.
Esta semana se ha comentado mucho este artículo de La Otra Crónica del periódico El Mundo que anuncia: “Isabel Díaz Ayuso: una presidenta apañada que se viste y peina sin ayuda de estilista ni peluquero”. El artículo es en realidad una galería con algunas imágenes de la actual presidenta de la Comunidad de Madrid en actos públicos y algunos pies de foto con comentarios entre serios y jocosos. “Jugando con su pelo”. “El malva le favorece”. “Los estampados sobre brazos blancos no me convencen”. “Elegantona”. “Tiene más faldas que un internado de monjas”. Por si referirse solo a la capacidad para combinar colores y complementos de una política fuese poco humillante, la publicación remata la faena resaltando que no se lo hace nadie… ¡Que logra peinarse y vestirse ella sola! Plas, plas, plas. Me pregunto si ya estará actualizada esta proeza en su página de Wikipedia. El artículo lo firma Beatriz Miranda, periodista experta en Moda y Arte Contemporáneo, lo cual celebramos. Y es que no hay nada de malo en hablar de moda, pero que en los medios se hable constantemente de cómo visten las mujeres relevantes ya se nos hace bola.
¿Y dónde está el límite? ¿Cuándo hablar del estilismo de una mujer está justificado o es resultado de nuestro sesgo machista? Para empezar, si tienes un poquito de cultura general, estás al tanto de los movimientos sociales y has leído algún tuit sobre feminismo (un libro entero sabemos que es mucho esfuerzo) sabrás que tenemos un superávit de comentarios acerca del aspecto físico de las mujeres porque es algo que denunciamos todo el tiempo. Tenemos superávit de piropos callejeros. Superávit de comentarios sobre lo buenas que están las deportistas en los Juegos Olímpicos. Superávit de insultos a mujeres profesionales, no por lo que hacen sino por cómo se ven (en esto Donald Trump es el rey). Así que, para equilibrar un poquito la balanza, lo suyo es que cuando tengas algo que decir sobre una mujer señales otras características que no hagan referencia a su apariencia. Para continuar, si la mujer de la que estás hablando no se dedica a la moda, ni está haciendo una aparición pública luciendo la prenda de una marca (como puede ser una entrega de premios o una gala) que comentes cómo va vestida resulta un comentario sexista. El lugar en el que se publica la noticia también es relevante. Que lo hagan espacios dedicados a la moda se entiende. Que lo hagan medios dedicados al corazón está al nivel del tipo de publicación. Pero que lo hagan medios de noticias, como diarios generalistas, informativos u otros espacios que no se dedican a la moda no tiene ninguna justificación: es claramente machista.
Entre los reportajes más funestos de la historia está aquella inclasificable fotografía que le hicieron a Soraya Sáenz de Santamaría desparramada por el suelo en la revista Vogue y que luego el diario El Mundo utilizó como portada. Algunos dirán que ella la aceptó posar, pero a estas alturas todos sabemos que en una sesión de ese tipo te hacen cientos de fotos en todo tipo de poses y la decisión de cuál elegir no está en manos de la persona retratada sino de los prejuicios y los intereses de quien la hace pública. También están los vergonzosos “duelos de estilos” de las primeras damas cada vez que coinciden en alguna reunión. Ya no solo se comenta cómo van vestidas y peinadas, sino que se hace de ello una competición. El ejemplo perfecto lo tenemos en Letizia Ortiz Rocasolano, actual reina de España, de la que solo se comenta cómo va ataviada a los actos y cuyas hijas, las infantas Leonor y Sofía, ya son iconos de estilo escudriñadas por millones de personas que se dedican a analizar constantemente cómo van vestidas. Pobres niñas.
Todos esos comentarios son pasto para alimentar la violencia estructural que sufrimos las mujeres y que tiene que ver con el lugar de inferioridad que se nos otorga en la sociedad. Si lo único que se nos valora en los medios es lo que llevamos puesto, seguiremos estando muy cotizadas en el mundo de la moda, pero nos costará ser tomadas en serio en otros ámbitos y que se nos valore por nuestros logros profesionales. Este hecho también educa nuestra mirada y tiene un impacto directo en la forma en la que miramos a otras mujeres. Lo primero que observamos es su aspecto porque nos han indicado que es en lo que nos tenemos que fijar. Valorar a las mujeres únicamente por su cuerpo o su atuendo sin mencionar otras dimensiones es una forma de depreciarnos, de objetificarnos y de ocultar otras muchas cosas que podemos aportar a la sociedad. No es solo un artículo, ni solo un anuncio, ni solo un chiste: son siglos y siglos de perspectiva machista que nos están impidiendo avanzar.