Las claves para entender la importancia del asesinato de Daria Dúguina en Rusia
La muerte de la hija del influyente pensador Alexandr Duguin, clave en el sector más ultra del Kremlin, promete generar acusaciones cruzadas y tensiones que llegarán a la UE.
Daria Dúguina tenía 30 años, era periodista y una de las comentaristas que con más entusiasmo defendían la invasión de Ucrania por parte de Rusia. También era la hija de Alexandr Duguin, uno de los más influyentes pensadores ultranacionalistas de su país. La joven fue asesinada el pasado sábado cuando volvía en coche de un festival conservador. Nadie sabe aún si la diana era ella o su padre, con quien debía viajar en el mismo vehículo, pero que en el último momento se montó en otro. Llegó instantes después de la deflagración y su imagen de progenitor en shock ha dado la vuelta al mundo.
Este lunes, apenas 72 horas después del atentado, Rusia ha señalado oficialmente a Ucrania como causante de su asesinato y Putin ha ofrecido sus condolencias a sus familiar por el “cruel” asesinato de su hija . Sostiene que lo ejecutó una mujer que cruzó a Rusia con su hija, acudió al festival, pulsó el detonador en la distancia y se escapó a Estonia. Kiev, en caliente había negado la autoría. La acusación de Moscú, tan explícita, promete abrir la caja de los nuevos, reproches cruzados que pueden acabar en más violencia cruzada -la que claman en las redes los seguidores de Duguin- o incluso salpicar a la Unión Europea, pues suelo comunitario es el que pisa, según Rusia, la ejecutora.
Estas son las claves de una muerte que complica aún más el conflicto entre los dos países, en la semana en la que se cumplen seis meses de guerra.
El ataque
Dugina fue asesinada el sábado en las afueras de Moscú, tras explotar el vehículo en el que viajaba. Según un comunicado del Comité de Investigación Ruso recogido por la agencia Tass, sobre las 21:00 horas, “un artefacto explosivo colocado en el Toyota Land Cruiser” que conducía la periodista “explotó en la calle y el coche se incendió”. “La mujer que lo conducía”, indica el comunicado en referencia a la hija de Dugin, “falleció en el acto”. Su padre vio el coche en llamas pocos minutos después. Se desconoce si el objetivo era ella, su padre o ambos.
Según los investigadores, todo hace pensar que “el crimen fue planeado de antemano y patrocinado”, subraya la nota de prensa del mismo comité. Por eso, se abrió de inmediato una investigación por “homicidio”. Según el canal de televisión independiente Dojd, las cámaras de vigilancia del lugar donde habían tenido su evento no funcionaban desde hacía dos semanas.
Un familiar de la víctima, Andrei Krasnov, dijo a la misma agencia que el vehículo afectado era el de su padre. ”[Daria] tenía otro coche, pero cogió el de su padre, mientras que Alexandr conducía a otro lugar. Regresó y fue al lugar de la tragedia. Por lo que entendí, Alexandr o probablemente ambos eran el objetivo”, señaló.
Padre e hija acababan de participar en un festival cultural cerca de Moscú. Según medios rusos que citan a diversos testigos, ambos iban a regresar juntos de este evento, pero Douguin habría decidido emprender el camino solo en el último momento, sin que se sepan sus razones. La familia ha hablado con distintos medios locales y señala que padre e hija habían recibido amenazas recientemente, pero no se sentían particularmente inseguros.
Primeros señalamientos, primeras negaciones
El líder de la autoproclamada república popular de Donetsk, Denis Pushilin, fue el primer en acusar directamente al Gobierno de Kiev de estar detrás del atentado. “En un intento de eliminar a Alexandr Duguin los terroristas del régimen ucraniano han matado a su hija”,dijo en Telegram. Le siguió el destacado senador ruso Andréi Klishas, calificó el atentado como un “ataque enemigo” y pidió llevar a la justicia a sus autores materiales e intelectuales.
Horas después, el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso ya señaló a Ucrania como posible origen del ataque. “Estamos investigando la muerte de Dugina. Si se confirma el rastro ucraniano, estamos hablando de una política de terrorismo de Estado implementada por el régimen de Kiev”, dijo portavoz la de este Ministerio, Maria Zakharova.
Sin embargo, un asesor del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, negó el domingo esa supuesta implicación. “Ucrania no tiene nada que ver con esto, porque no somos un Estado criminal como la Federación Rusa ni somos un Estado terrorista”, dijo Mijailo Podolyak. A su entender, Rusia ha comenzado a “desintegrarse internamente” y varios grupos políticos están empezando a enfrentarse en una lucha por el poder. Como parte de esta redistribución ideológica, está creciendo la “presión informativa” sobre la sociedad y se está usando la guerra en Ucrania como vía de escape, mientras que los sectores nacionalistas se están radicalizando aún más, añadió.
Esta mañana, y antes de la acusación formal de Rusia, ha hablado también el exdiputado opositor ruso exiliado en Ucrania Iliá Ponomarióv, quien atribuyó el atentado a otra vía, el Ejército Nacional Republicano (ENR) creado por partisanos rusos. O sea, un golpe desde centro. “Esta acción, como muchas otras acciones guerrilleras realizadas en el territorio ruso en los últimos meses, es obra del Ejército Nacional Republicano”, dice Ponomariov, en un vídeo difundido en YouTube.
“Como resultado murió Daria Dúguina, la hija de 30 años de Aleksandr. Fue su fiel aliada”, agrega. Según Ponomariov, “se ha hecho justicia”. “El Señor conservó la vida a Duguin, pero le preparó un castigo más terrible”, en referencia a la muerte de la hija del pensador, considerado próximo al Kremlin.
Este lunes se han acabado las medias tintas: el Servicio Federal de Seguridad (FSB) de Rusia acusa a los servicios secretos de Ucrania de perpetrar el atentado. “El crimen fue preparado y ejecutado por los servicios especiales ucranianos”, señala el FSB en un comunicado. Según la nota, el atentado fue llevado a cabo por una ciudadana ucraniana, identificada como Natalia Vovk, de 43 años.
El FSB (antiguo KGB) afirma que Vovk llegó a Rusia el 23 de julio junto con su hija de 12 años, Sofia, y alquiló un apartamento en el mismo edificio de viviendas, donde residía Dúguina. Después de cometer el crimen, la autora material del mismo “salió a Estonia a través de la región de Pskov”.
De acuerdo con los servicios de seguridad rusos, Vovk llegó al país en un coche con la matrícula de la autoproclamada república popular de Donetsk, se movió por Moscú con matrícula kazaja y salió de Rusia, usando una matrícula ucraniana. “El día del asesinato Vovk y Sofia se encontraban en el festival literario-musical Tradición al que Dúguina acudió en calidad de invitada de honor”, señalan.
Nadie se ha atribuido la responsabilidad del ataque.
Aún no hay reacción de Estonia pero su ministro de Exteriores, Urmas Reinsalu, ha pedido justo este lunes un nuevo paquete de sanciones contra Rusia por la guerra de Ucrania, que incluiría un embargo energético, así como restricciones de viaje contra ciudadanos rusos. “Necesitamos aumentar considerablemente el precio (de la guerra) para el agresor antes del invierno. Los siete paquetes hasta ahora no han ejercido suficiente presión sobre (el presidente ruso, Vladimir) Putin para poner fin a la guerra contra Ucrania”, ha indicado Reinsalu en la radio estonia ERR. Tallin presentó la semana pasada una propuesta oficial para un paquete de ocho sanciones a la Comisión Europea. “Alguien debe dar el primer paso. Con suerte se puede llegar a un acuerdo a nivel europeo de alguna forma”, dijo Reinsalu.
El peso de la familia
A pesar de no ocupar un cargo oficial en el Gobierno, se cree que Alexandr Duguin es un aliado cercano del presidente ruso e incluso ha sido calificado como el “Rasputin de Putin”, aunque los analistas entienden que esta no es una figura exacta. No es el hombre que susurra en el oído de Putin, pero sí alguien de enorme peso en el sector ultra del Kremlin, que marca pautas con su ultranacionalismo y su rechazo a Occidente en un sector del círculo presidencial.
De 60 años, escritor y filósofo, es considerado uno de los ideólogos que más ha influido en la política rusa de los últimos años. En su juventud profesó un anticomunismo y antisovietismo radical que abandonó tras la caída de la Unión Soviética al punto que en 1993 defendió con los comunistas la sede del Parlamento de Rusia cañoneado por orden del entonces presidente ruso, Borís Yeltsin. Más tarde participó en la fundación del Partido Nacional Bolchevique, una formación opositora radical ya desaparecida.
A partir del año 2000, Duguin defendió las ideas de eurasianismo y el conservadurismo, que propone como plataforma ideológica a las autoridades del país, a la que acusa de carecer de toda ideología. La Rusia de Putin suele actuar como aglutinante inspirador de quienes, desde posiciones identitarias y nacionalistas como este autor, antagonizan con la idea de una UE liberal y abierta. Duguin alimenta a sus halcones defendiendo la creación de una especie de superpotencia conservadora, a través de la integración de Rusia con el espacio postsoviético, quieran o no quieran aliarse estos estados que ahora son independientes, como Ucrania. El argumento de la igualdad cultural e histórica, especialmente en cuando al idioma ruso, es la clave y se deja ver en discursos como los pronunciados en los últimos tiempos por Putin, con aires de Pedro El Grande.
Su postura y la de su hija ha sido plenamente a favor de la “operación militar especial” sobre Ucrania. De hecho, él ya la daba como inevitable en 2014, tras la anexión de Crimea por parte de Rusia. Dugina era una destacada periodista que apoyaba abiertamente la invasión. A principios de este año fue sancionada por las autoridades estadounidenses y británicas, que la acusaron de contribuir a la “desinformación” en línea sobre la invasión de Rusia especialmente en su labor como directora de la web United World International (UWI).
En mayo, describió la guerra como un “choque de civilizaciones” en una entrevista y expresó su orgullo por el hecho de que tanto ella como su padre habían sido objeto de sanciones occidentales. Lo llevaba a gala.
Su padre también había sido sancionado, mucho antes. En 2015, EEUU lo bloqueó por “acciones o políticas que amenazan la paz, la seguridad, la estabilidad o la soberanía o la integridad territorial de Ucrania”, en referencia a su supuesta vinculación con la invasión de Crimea de un año antes.
Duguina, especializada en Defensa, acababa de escribir un artículo sobre temas militares después de un foro del ejército la semana pasada, al que asistió Putin. Al describir las atrocidades cometidas por las tropas rusas durante la ocupación de Bucha, al norte de Kiev, antes de que fuera liberada por las fuerzas ucranianas en abril, escribió que se trataba de “una dramatización, con personas que se hacían pasar por víctimas”.
A la espera de los acontecimientos por venir, de acusaciones y quién sabe si algo más, el asesinato de la periodista ya ha generado una ola de indignación en Rusia, de la que ha dado cuenta la Agencia EFE. La clase política reclama a Putin que el crimen no quede impune y en foros y redes sociales nacionalistas se preguntan por qué el presidente no ha actuado ya contra Ucrania, que es a quien todos miran, diga lo que diga Kiev.
Incidentes como este, augura la BBC, pondrán nerviosos a los funcionarios de Moscú, especialmente después de una serie de explosiones y ataques en la Crimea ocupada y en las regiones rusas cercanas a la frontera con Ucrania. La propaganda del Kremlin enfatiza constantemente cómo Vladimir Putin trajo seguridad y estabilidad a Rusia después de la turbulenta década de 1990, cuando los coches bomba y los asesinatos eran algo común. Este coche bomba en la capital rusa socava esa narrativa.
Ya sea obra de las fuerzas ucranianas o de los opositores internos a la guerra, es razonable suponer que el Kremlin culpará a las primeras, con consecuencias que seguramente incluirán alguna forma de represalia. ¿Es esta una operación de bandera falsa, esto es, una operación encubierta que busca atribuir a otras personas la autoría de la agresión para iniciar un conflicto mayor? Hay ya comentarios sobre esta posibilidad, una supuesta amenaza terrorista para impulsar el apoyo de los rusos en la guerra contra Ucrania. El analista Andrew Stutfaford recuerda que la baza terrorista se jugó ya para apoyar la guerra de Chechenia, una vez iniciada, que el pueblo ruso se alineó con su Gobierno y Putin salió fortalecido.
Está por ver cómo reacciona Zelenski a la acusación, si Rusia pide cuentas a Estonia por la escapada de la supuesta ejecutora y cómo actúan las mareas internas de Rusia, tanto con los partidarios del autor como de los disidentes al Kremlin. Aunque tanto la UE como la OTAN han sido siempre partidarios en esta guerra de llamar a la calma en cuanto a cómo puede salpicar directamente a sus países socios e internacionalizar el choque -más aún-, hay coincidencia en mirar con cautela estos sucesos, porque “nadie sabe lo que pasa por la cabeza de Putin”. Existe siempre el “riesgo” de “incidentes” que agraven la situación. Una chispa, como puede ser la caída de un misil ruso por accidente o mal cálculo, puede prender, pero también ahora un suceso como ese atentado, si llega su eco a suelo aliado.
No será una sorpresa si nunca descubrimos lo que realmente sucedió el sábado pasado en una carretera de Moscú.