La economía de la amistad
Memorándum para evitar una nueva recesión amistosa
Balance inicial
Esta es mi decimotercera columna en El Huffington Post. A dos enemigos nuevos por entrada, necesito sesenta y dos artículos más para conseguir la mágica cifra de ciento cincuenta haters. Habré llegado a la bancarrota de la amistad y me haré insensible (o inelástico, en términos económicos) a las críticas.
El ágora de los amigotes
En un mercado perfecto, la amistad es recíproca. Como todos los mercados son imperfectos, la reciprocidad amistosa se ve superada por un catálogo heterogéneo de falsos amigos: amigos espejo (te dicen lo que quieres oír), amigos salvavidas (no sabes qué hacer sin ellos), amigos vampiro (te exprimen), amigos zombis (están ahí, pero es como si no estuvieran), amigos geográficos (resulta cómodo quedar con ellos), follamigos (una categoría normalmente efímera), etcétera.
El mercado social es opaco y muy ineficiente. La amistad es un negocio en el que cada uno arrima el ascua a su sardina. Los colegas forjan comunidades de intereses que duran hasta que cristalizan nuevas metas más rentables. Si bien la adolescencia muestra mercados muy volátiles, la edad adulta empieza a ser una adolescencia prolongada indefinidamente.
¿Amistad desinteresada? Es la economía de las relaciones humanas, estúpido.
La ley de las amistades decrecientes
El rendimiento que proporciona cada amigo nuevo es decreciente. El primer amigo te salva del solipsismo. El segundo te rescata de la rigidez de las parejas. El tercero te introduce en dinámicas sociales complejas. El cuarto aumenta la complejidad de las relaciones de grupo, lo mismo que el quinto o el sexto. Cada nuevo amigo es más irrelevante en el entramado de las conexiones humanas.
El coste marginal del colegueo
Cada nuevo amigo engrosa el tejido social y las posibilidades de movilidad por la red humana, pero también se incrementan las opciones de que los amigos no se soporten o que cooperen con intereses distintos a los tuyos. La amistad nunca es la multiplicación de los panes y los peces, sino una operación bursátil de riesgos moderados.
Los amigos y las parejas tienen un coste. El amor cuesta dos amigos. Unos ganan y otros pierden, no como en la falacia económica que dice: "Si compartes una manzana con un amigo, cada uno tiene media manzana, pero si compartes una idea, cada uno tendrá dos ideas". Esto es un error contable: un amigo puede aplastar tu idea con las suyas y viceversa. Si dos amigos comparten una idea, habrá que comprobar si se da una simbiosis o quién parasita a quién.
El crash de las amistades subprime
Los síntomas de la crisis eran evidentes. Hubo, al menos, cuatro desencadenantes del colapso socio-financiero:
1. El aumento de la vida en solitario como libre elección elimina los aranceles de la familia y los cónyuges. Un mercado con menos regulaciones está desbocado.
2. Los separados (autónomos que tienen que formalizar su actividad por cuenta propia), los divorciados (trabajadores que han pactado su despido) y los hijos (inversiones a fondo perdido) reestructuran el capital social. Estos sectores se reincorporan a la bolsa de valores de las relaciones humanas.
3. El éxito de Facebook y Tinder ha hecho que la amistad signifique cualquier cosa o que crezca el sexo sin demasiadas contraprestaciones. Los grupos de Whatsapp crean un filtro burbuja que te aísla sin que te des cuenta. En general, tenemos impuestos sociales muy bajos. Consecuentemente, la recaudación (las infraestructuras morales que se construyen con los grupos de pares como los amigos) es también bajísima.
4. La aceleración social y el trabajo complican las reuniones de amigos y el esparcimiento. Esta sociedad frenética hace creíble cualquier excusa para no quedar. Los amigos caros de ver son doctores cum laude en "excusología".
Han estallado las tensiones del mercado social: celos, planes que se vienen abajo, reajuste de expectativas, etcétera. Hemos intentado salir de la crisis amistosa mediante el austericidio, centrándonos en los trabajos y las parejas (el patrón oro de la economía social). Hemos mimado las amistades fortuitas, descuidando las más confiables.
El capital social en el siglo XXI
El economista francés Thomas Piketty ha afirmado que, en el largo plazo, los beneficios del capital son mayores que la tasa de crecimiento. Adaptado a nuestra parábola social, la especulación amistosa (el pragmatismo, la conveniencia, el postureo, etc) es superior a las relaciones sociales honestas. Hacen falta leyes de transparencia (desenmascarar a quienes no tienen intención de cultivar la amistad, salvo para sacar réditos) e impuestos progresivos (beneficiar más a quienes más dan y sancionar a los gorrones o free riders, que se aprovechan de los beneficios de la amistad).
Cómo salir de la crisis
La crisis amistosa se pudo evitar, pero ahora hay que buscar soluciones. La austeridad solo lleva a una contracción del goce amistoso. Necesitamos políticas keynesianas: gastar más en nuestros colegas para fomentar el consumo de experiencias amistosas. Un plan E de la amistad que ayude a pavimentar las aceras de las relaciones personales. En épocas de superávit, hay que saber ahorrar y conservar a los amigos, mientras que en épocas de recesión tenemos que apostar fuerte por abrir nuevos mercados sociales.
La teoría económica nos dice que podemos controlar el desempleo (perder amigos verdaderos) o la inflación (el exceso de amistades superficiales), pero no las dos variables a la vez. Apostemos por políticas de empleo (conservar a los verdaderos amigos) para superar la recesión. La inflación de pseudoamigos es un mal menor.
Cierre del ejercicio presupuestario
Nadie ha querido firmar este texto conmigo. Puede que mi teoría económica estuviera equivocada desde la base. ¿Algún amigo, conocido o extraño estaría dispuesto a enseñarme economía?