Jóvenes, pandemia y revolución digital
El desafío es hacerlo, y hacerlo bien, en una región heterogénea en términos políticos, geográficos y sociales.
Una de las frases que más escuchamos decir al comienzo de la pandemia era la de que “el COVID no afecta a la gente joven”. Desafortunadamente, la variante Delta del virus y las consecuencias económicas de la emergencia sanitaria han demostrado que esa afirmación no era del todo cierta.
Es verdad que los organismos jóvenes tienen mejor respuesta inmune, pero la evolución del virus, el hecho de que se haya privilegiado la vacunación entre la población más vulnerable, y una actitud menos cautelosa de la juventud antes las medidas sanitarias, han resultado en un aumento de hospitalizaciones entre jóvenes y niños.
Pero lo que más me concierne como responsable de una institución de desarrollo son las consecuencias económicas de la pandemia en las personas de entre 15 y 24 años, especialmente en América Latina, y particularmente en América del Sur.
Un reciente estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) apunta a que más de la mitad de los jóvenes que dejaron de trabajar por la crisis sanitaria lo hicieron por despido, cierre de empresas porque las medidas de confinamiento truncaron sus emprendimientos o sus empleos informales.
El mismo documento señala que la tasa de ocupación media en ese grupo de edad cayó cerca de 8% en los primeros meses de la pandemia, con consecuencias muy dolorosas en términos económicos pero también emocionales.
También indica CEPAL que de las personas entre 18 y 29 años que no tienen acceso al mercado laboral en la región, 11% son hombres y 33% son mujeres, muchas de ellas dedicadas a actividades no remuneradas como actividades de cuidado y otras. El panorama es aún peor entre las mujeres indígenas y afrodescendientes.
Paradójicamente, la pandemia también sirvió de marco para una expansión sin precedentes de un área casi en la que la juventud tiene grandes ventajas. Me refiero, claro, a las plataformas y soluciones digitales.
Un estudio de la consultora McKinsey indica que el “salto” en términos de adopción de nuevas plataformas y tecnologías, (y el crecimiento de algunas ya existentes, como el e-commerce) fue de cinco años hacia adelante.
Es decir, plataformas, soluciones, apps, métodos de trabajo que no habríamos visto o incorporado a nuestra cotidianidad hasta 2025. Los impactos de este fenómeno ya se sienten. Muchas empresas ya se están adaptando al hecho de que el teletrabajo, por ejemplo, llegó para quedarse.
Entonces, si la población joven fue severamente afectada por el desempleo, y uno de los sectores que más creció durante la pandemia es, precisamente, el que mejor domina la gente joven, ¿qué deberíamos hacer como sociedad?
Si la pérdida de empleos entre la juventud afectó de manera desproporcionada a las mujeres, ¿qué acciones deberíamos tomar para corregir esta inequidad?
La respuesta es obvia: aprovechemos el enorme desarrollo de las plataformas online de educación, por ejemplo, para entrenar a jóvenes en las herramientas laborales del futuro. Usemos su potencial creativo para impulsar nuevos emprendimientos basados en tecnología, abramos la puerta al financiamiento de iniciativas de este tipo.
La brecha de género, también en lo digital, demanda también acciones específicas: garantizar que mujeres jóvenes y niñas tengan dispositivos y acceso a internet, para explorar posibilidades de capacitación y empleo, así como acceso a servicios esenciales.
Fomentemos las carreras en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática (STEM) entre mujeres y niñas para que ellas también puedan participar de esta revolución digital y se incorporen plenamente al mundo hiperconectado.
El desafío es hacerlo, y hacerlo bien, en una región heterogénea en términos políticos, geográficos y sociales. El esfuerzo requiere, además, inversiones significativas en infraestructura, desarrollo de nuevos sistemas, aprobación de nuevos marcos legales y regulatorios, sobre todo en el campo laboral.
También exige creatividad para expandir las posibilidades en una región en la que la mayoría de las inversiones y desarrollos tecnológicos se concentran en las plataformas de transporte y entregas a domicilio (especialmente de alimentos).
En otras palabras, el futuro post-pandemia tiene que ser digital, con la gente joven, con las mujeres y muy creativo. Los que trabajamos en organizaciones de desarrollo tenemos que trabajar en garantizar las condiciones para hacerlo posible.