Járkov, como Mariupol, sería una conquista simbólica para Rusia
Cada gran ciudad conquistada supondría mayor peso en las negociaciones.
Debería haber sido la primera gran victoria para Vladimir Putin y Rusia, pero al igual que en el resto de Ucrania, nada ha salido según lo previsto para el invasor en Járkov, la segunda mayor ciudad del país, donde los bombardeos se suceden desde hace más de un mes.
Desde hace más de cuatro semanas, las familias se aglomeran en los pasillos de las estaciones de metro, el único lugar resguardado de las bombas, dado que los hospitales ya no están llenos y los edificios civiles se derrumban uno tras otro. Es una ciudad que, por su valor estratégico, ha sido castigada como Mariupol.
La antigua capital de la Ucrania soviética es un objetivo prioritario para las tropas del Kremlin. Situada a solo 30 kilómetros de la frontera rusa, justo al norte de las autoproclamadas repúblicas prorrusas de Lugansk y Donetsk, podría haber sido un importante campamento base para el ejército de Moscú. Sin embargo, la que era una metrópoli de 1,5 millones de habitantes no es ahora más que un vasto campo de ruinas abandonado por los que una vez vivieron allí.
Pero esta no es la primera vez en la historia que Járkov ha sido un territorio tan disputado entre dos contendientes. Durante la II Guerra Mundial, los nazis y los soviéticos la ocuparon sucesivamente, y cada cambio de dueño estuvo acompañado de batallas sangrientas y devastadoras, así como asedios, con hambrunas que recuerdan a la situación actual.
Es un un lugar en el que, por tanto, se puede desarrollar la narrativa que Vladimir Putin quiere difundir. Frente al gobierno ucraniano, que según él está formado por “nazis” y “drogadictos”, Putin quiere que sus tropas sean vistas como liberadoras. En definitiva, quiere causar la imagen del ruso triunfante que viene a salvar a los habitantes de Járkov de la barbarie y el sufrimiento. Asimismo, sirve para que el presidente ruso inculque su mensaje, según el cual las fronteras rusas han sido erosionadas por las maquinaciones occidentales y los ciudadanos ucranianos sin escrúpulos.
A su favor para fomentar este posible sentimiento favorable hacia Moscú puede apoyarse en un suceso de 2014, cuando los prorrusos intentaron declarar una república autónoma favorable a Vladimir Putin y la represión de las autoridades de Kiev fue rápida y violenta. Ese fue el resultado de las antiguas tensiones entre los prorrusos afines al presidente Víktor Yanukóvich y los opositores favorables a un acercamiento a Europa.
No obstante, las cosas han cambiado en estos ocho años. Al contrario de lo que pensaba Vladimir Putin, que imaginaba (o deseaba) que sus tropas fueran vitoreadas por los locales a su llegada, la resistencia se ha organizado a pesar de que casi todos los ucranianos que viven allí tienen familiares al otro lado de la frontera. En Járkov, incluso antes de que las tropas rusas entraran en territorio ucraniano, se habían instalado baterías antiaéreas y lanzacohetes. Y en ningún momento dejaron de defenderse contra el invasor.
Y eso a pesar de que la ciudad estaba lejos de ser la mejor preparada para luchar contra un ejército. Históricamente, aunque es la capital económica de Ucrania, Járkov es más conocida como ciudad de artistas, pensadores y académicos, cuna de grandes poetas y premios Nobel. Un lugar donde los museos y los teatros superan en número a los cuarteles militares, pero que se ha convertido en el corazón de la resistencia ucraniana en el Frente Oriental, como Mariupol.
Pese a una breve conquista de la ciudad en los primeros días de la guerra, a finales de febrero, los rusos fueron rápidamente expulsados por las fuerzas ucranianas. Este fue uno de los muchos reveses sufridos por las tropas de Moscú, que habían imaginado una invasión con rápidos avances y una toma gradual de todas las ciudades importantes.
Lo que alimenta ahora la estrategia de bombardeo de las metrópolis ucranianas es la esperanza rusa de erradicar las poblaciones locales y destruir los focos de resistencia (como en Siria). Y, sobre todo, las ansias de obtener por fin una gran victoria en esta “operación militar especial” que cada día se complica más.
Si Járkov cediera, como en Mariupol, Rusia tendría por fin una victoria simbólica que destacar, podría retirar las tropas para movilizarlas a otros lugares e inflamaría el sentimiento prorruso de las regiones fronterizas del este. Porque del mismo modo que está atascado en Járkov, al ejército ruso se le está complicando la conquista del Donbás, donde se suponía que la población era mayoritariamente prorrusa. Esta creencia no se está trasladando al plano militar, ya que las tropas ucranianas incluso están haciendo retroceder al invasor en varios puntos.
La toma de Járkov, aunque haya sido anulada en gran medida, podría pesar en las negociaciones que se reanudaron el lunes 28 de marzo. Cada gran ciudad conquistada supondrá mayor peso en la negociación para exigir la integración de los territorios ucranianos en Rusia. Una razón más para que los ucranianos sigan luchando.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Francia y ha sido traducido del francés por Daniel Templeman Sauco.