Israel busca un complicado reinicio de sus relaciones con Estados Unidos tras Netanyahu
"El nuevo gobierno israelí ha sido hasta ahora una deprimente prolongación de los años de Netanyahu”.
Cinco meses después de conseguir un nuevo Gobierno, Israel espera apuntalar su vital alianza con Estados Unidos y cortejar a los demócratas, que son cada vez más críticos con las políticas israelíes hacia los palestinos y que rara vez han cuestionado las ayudas de Estados Unidos a su país.
“Creemos que es necesario pulsar el botón de reinicio”, ha declarado Idan Roll, viceministro de Asuntos Exteriores de Israel, en una entrevista con la edición estadounidense del HuffPost.
Roll ha sido el último representante de la Israel de Naftali Bennett en visitar Washington. Bennett tomó el relevo de Benjamin Netanyahu, autor principal de una agresiva agenda de extrema derecha que se alineaba con los republicanos en Estados Unidos, liderados por el expresidente Donald Trump, y arremetía contra el expresidente Barack Obama y los demócratas del Congreso.
Los sucesores de Netanyahu aseguran que su Gobierno está más en consonancia con la mayor parte de los políticos y ciudadanos estadounidenses. Ellos esperan que, al exponer este argumento, puedan evitar disputas entre Estados Unidos e Israel por asuntos como los asentamientos israelíes en la Cisjordania ocupada ―el territorio en el que los palestinos esperan establecer un futuro Estado― o la mano dura de Israel con Irán.
“Como miembro liberal de este Gobierno, estoy seguro de que estamos logrando un gran progreso en diferentes ámbitos, y los progresistas de Estados Unidos lo apreciarán”, argumenta Roll. “Es solo cuestión de hacer un mejor trabajo a la hora de comunicar ese mensaje”.
Roll expone pruebas del progresismo del Gobierno de Bennett al recordar que ya no prohíben a los hombres homosexuales donar sangre y que hay más mujeres árabes en puestos del Gobierno que nunca antes en su historia.
Roll argumenta también que la nueva administración es menos discriminatoria que la de Netanyahu y señala que ha invertido miles de millones de dólares en zonas árabes, ha concedido más permisos de trabajo a los palestinos y les ha permitido construir miles de nuevas viviendas en Cisjordania por primera vez desde 2007.
Pero la política de Bennett sobre los permisos de construcción hace suponer que Israel seguirá frustrando a los palestinos y a los defensores de los derechos humanos pese a la retórica conciliadora de su Administración.
Esta política prevé más de 3000 nuevas viviendas en asentamientos israelíes, que son ilegales según el derecho internacional, y a los que se oponen muchos demócratas, incluido el presidente estadounidense Joe Biden. Impulsar los asentamientos hace más difícil que Israel renuncie al control sobre esa región y acepte la creación de un Estado palestino, argumentan los críticos, al tiempo que perjudica a los millones de palestinos que viven en Cisjordania.
“En lo que respecta a esta ocupación, el nuevo gobierno israelí ha sido hasta ahora una deprimente prolongación de los años de Netanyahu”, escribe Debra Shushan, miembro del influyente grupo judío estadounidense J Street. Shushan señala que los colonos israelíes, que a menudo reciben la protección del Gobierno, se están volviendo más violentos con los palestinos, según expertos de Naciones Unidas, y las fuerzas israelíes que controlan Cisjordania no han dejado de demoler casas palestinas.
Roll, quien defiende que los asentamientos son “una cuestión de crecimiento natural de ambas partes”, sugiere que este Gobierno todavía ve difícil la resolución completa del conflicto entre Israel y Palestina: Bennett no aceptaría un Estado palestino, pese a que muchos de los socios de la coalición (como el partido de Roll) sí lo ven como la mejor solución.
“Las condiciones para alcanzar la solución de los dos Estados no se dan ahora mismo en ninguno de los dos lados”, explica el ministro. Sin embargo, recalca que la idea de la anexión ―que Israel absorba Cisjordania― no es una opción que esté sobre la mesa.
Esta tensión constante entre ambas partes a menudo tiene cosecuencias mortales: en el último enfrentamiento entre ambas partes este año murieron al menos 280 palestinos y 13 israelíes.
Además, la disputa favorece una mayor inestabilidad en todo Oriente Medio, ya que los extremistas aprovechan la situación de los palestinos para incitar al odio y a la violencia e involucran a Estados Unidos en el conflicto y en los debates por las violaciones de los derechos. Además de los 3800 millones de dólares que Israel recibe anualmente en ayuda militar estadounidense, el país solicitó recientemente otros 1000 millones para reabastecer su sistema de defensa antimisiles. El senador republicano Rand Paul, poco amigo de los asuntos internacionales, ha frenado esa solicitud, pero podría ser motivo de una intensa disputa en el Congreso en los próximos meses.
Los altos funcionarios de Estados Unidos y los expertos en asuntos globales también se muestran preocupados por las implicaciones de esta política de seguridad nacional de Israel.
Después de que los medios de comunicación revelaran este año que la empresa israelí de vigilancia NSO Group vendía sus programas informáticos a gobiernos autoritarios para perseguir a opositores, incluidos activistas de derechos humanos, el gobierno de Biden incluyó en su lista negra a NSO y a otra empresa relacionada con Inteligencia de Israel. Recientemente, Apple demandó a NSO por violar la seguridad sus sistemas, siguiendo el ejemplo de Facebook.
Mientras tanto, una larga guerra en las sombras entre Israel e Irán amenaza los esfuerzos de la Administración Biden para restaurar el acuerdo global que limitó la actividad nuclear iraní. Esa disputa podría desencadenar una lucha más peligrosa y de mayor calado: los servicios de inteligencia estadounidenses e israelíes han desvelado que Irán atacó en octubre una instalación estadounidense como represalia por los ataques aéreos israelíes, según informó el New York Times.
Por otra parte, el gobierno de Bennett ha desatado una gran indignación por su decisión de prohibir seis grupos de derechos palestinos por su supuesta financiación del terrorismo. Estados Unidos y otros socios de Israel cuestionan la medida, y los más críticos recuerdan que no es la primera vez que el Gobierno ataca a la sociedad civil con motivos poco convincentes.
Roll ha asegurado que Israel puede aportar “pruebas concretas” de sus afirmaciones y que su Administración no quiere chocar con los defensores internacionales de los derechos, como sí hizo Netanyahu para fomentar el nacionalismo a nivel interno.
“En este Gobierno no tenemos ninguna lista negra”, ha asegurado el ministro.
Según ha insistido Roll, Bennett confía en que su Gobierno logre abordar estos asuntos espinosos apoyándose en su actitud conciliadora.
Israel, por su parte, desconfía de la intención de Biden de reabrir una misión para los palestinos en Jerusalén, por ejemplo. “Comprendo la perspectiva de la Administración Biden y sé que es una de las promesas de campaña del presidente”, ha declarado Roll, quien afirma que busca “soluciones creativas”.
“Por encima de todo, queremos hacer las cosas de forma discreta y digna, porque valoramos mucho que Estados Unidos sea nuestro aliado más destacado en el mundo”, ha explicado el ministro.
Roll explica que su equipo busca un mayor acercamiento a “las nuevas generaciones” de legisladores y de judíos estadounidenses.
Durante su visita oficial, Roll se encontró con rostros y actitudes amigables ―ayudantes de Biden, demócratas centristas, el senador republicano Bill Hagerty y la diputada republicana Claudia Tenney― en vez de los principales políticos progresistas, que son quienes suelen desafiar a Israel desde el Congreso.
La supervivencia del Gobierno israelí depende de que logren seguir cortejando a Washington y de que Israel adopte un enfoque más blando, ya que el acuerdo de coalición que lo sustenta es delicado. Sobre la tendencia de calificar la supervivencia del Gobierno de Bennett como “una cuestión siempre pendiente”, Roll comenta que ya han desmentido a los escépticos al aprobar con éxito unos presupuestos.
“Sabemos que tenemos diferencias, pero hemos demostrado que somos capaces de sentarnos y debatir sobre lo que no estemos de acuerdo”, sostiene el ministro. Ahora sus aliados y él deben hacer lo mismo con los escépticos del resto del mundo.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.