¿Qué ha hecho realmente Feijóo en Galicia?
El popular desembarca en Génova 13 con la imagen de un gran gestor. Este es el legado que deja tras más de una década a las riendas de la Xunta.
Con la promesa de seguir sirviendo a la tierra madre y a los gallegos, se despedía del Parlamento gallego el ya expresidente de la Xunta de Galicia Alberto Núñez Feijóo. El hombre llamado a construir un nuevo Partido Popular tras la guerra interna entre Isabel Díaz Ayuso y la anterior dirección de Pablo Casado ha desembarcado en Génova 13. Lo ha hecho envuelto en la imagen de un político avalado por cuatro mayorías absolutas y que ha logrado contener la entrada de Vox en la comunidad, una anomalía política en los tiempos que corren.
Pero más allá de su éxito electoral, ¿es Feijóo ese gran gestor que se proclama a viento y marea? ¿Qué ha hecho realmente en la Xunta de Galicia los últimos 13 años? ¿De verdad ha predicado con el ejemplo en sus políticas de lo que actualmente exige al Gobierno de España?
Núñez Feijóo se ha estrenado a las riendas del Partido Popular haciendo honor a su leyenda de gran gestor. En un escenario marcado por las consecuencias de la guerra de Ucrania, con una inflación disparada como nunca se ha visto en los últimos 37 años, el primer gran asunto que Feijóo puso sobre la mesa en su reunión con Pedro Sánchez es el económico. Con una receta en la que el ingrediente estrella es una bajada fiscal.
El popular gallego inauguraba sus primeros ataques al Ejecutivo -como precandidato a la presidencia del PP, claro-, asegurando que “el Gobierno se está forrando con el incremento de la luz y de la gasolina”. No mencionó que Galicia ingresa este año 555,16 millones de euros a través del impuesto especial de hidrocarburos, la séptima comunidad que más percibe, según datos del Ministerio de Hacienda recogidos por EFE. Y sí prefirió destacar que desde que es presidente de la Xunta ha “bajado los impuestos en 1.200 millones de euros”.
No obstante, las promesas en materia tributaria de Feijóo hay que analizarlas con lupa, por lo menos en lo que a la inmediatez de aplicación se refiere. Cuando estaba en su primera campaña en 2009, una de sus grandes propuestas era reducir un 8% el tramo autonómico del impuesto sobre la renta de las personas físicas cuya nómina no supere los 22.000 euros. Se vendió como una medida que afectaría a 600.000 familias de rentas medias y bajas. En su cuarto día como presidente de la Xunta, anunció que la medida quedaba aplazada, a la espera de que la economía lo permitiese.
En la última década, Feijóo ha impulsado tres rebajas en el IRPF en Galicia, concretamente en 2014, 2016 y 2022, datos recogidos en la Axencia Tributaria de Galicia y posteriormente publicitados en el Boletín Oficial del Estado (BOE). En el primer caso, el tramo mínimo pasó del 12% al 11,5%. En el segundo lo redujo al 9,5%, pero cambiando ese primer escalón de 17.707 a 12.450 euros. Este año lo ha bajado hasta el 9,4%.
Con todo, el mandatario gallego nunca ha llegado a suprimir el impuesto de patrimonio, pero sí lo ha bonificado en un 25% -sin llegar a seguir el ejemplo de Isabel Díaz Ayuso, que lo tiene al 100%-. Y su gran buque insignia fiscal en Galicia ha sido la eliminación del impuesto de sucesiones para herencias que no superen el millón de euros, una medida que entró en vigor en 2020 entre aplausos y críticas. ¿Por qué? Porque pongamos que si la herencia supera dicho millón en mil euros, solo hay que tributar por los mil euros.
Luces y sombras en los indicadores económicos
Lo anterior tan solo es materia tributaria, pero ¿qué ha pasado en términos de empleo, crecimiento económico o endeudamiento en Galicia los últimos 13 años? Feijóo se puso a los mandos de una comunidad que en el tercer trimestre de 2009 tenía 161.000 parados y la deja con 141.000 registrados en los tres primeros meses de 2022 -según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) recopilados por el Instituto Galego de Estatística (IGE)-, si bien la reducción fue más pronunciada en los dos últimos mandatos. Una cuestión similar en términos del Producto de Interior Bruto (PIB) de la comunidad, que pasó de 56.303.657 millones en 2009 a 59.105.226 en 2020, según el INE. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce tras los datos macroeconómicos.
La doctora en Economía de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) María Cadaval analiza para El HuffPost las luces y sombras de esta etapa, partiendo del gran acontecimiento que marcó el inicio de la era Feijóo en la Xunta, la crisis económica de 2008: “Al incremento del desempleo, cierre de actividades (Ferroatlántica, Isowat, Poligal, Endesa en As Pontes, Naturgy en Meirama y otras muchas a las que, parece, el proceso de descarbonización las haya cogido por sorpresa), la pérdida de las dos cajas de ahorros -Caixa Galicia y CaixaNova-, y la menor presencia en los mercados internacionales, le siguió la recuperación, que comenzó en 2015 y siguió hasta la ‘Gran Reclusión’ producida por la pandemia”.
La profesora de Economía Aplicada recuerda que “en ese período de tiempo la tasa de crecimiento ha sido positiva, si bien no se recuperó el nivel de PIB de 2008 hasta una década después, en 2018, con más de un año de retardo con respecto a la media nacional”. Además, pone el foco en otra cuestión, en cómo se ha crecido, puesto que “la composición de la estructura productiva apenas sufrió cambios y los que se aprecian no son halagüeños”.
Esta experta explica que “en 2021 el peso relativo del sector primario no había variado con respecto a 2015 (5,4% sobre el PIB, tres décimas menos), tampoco el de la construcción, (alrededor del 7% el PIB), sí en cambio ha caído el peso relativo de la industria, que perdió dos puntos (del 18,8% al 16,8%) y subió el de la Administración Pública en dos puntos, así como en otro punto las actividades profesionales, manteniéndose el sector servicios en el mismo nivel, alrededor del 44% del total”.
Cadaval identifica cuál ha sido el problema y apunta a que otros países o regiones aprovecharon la etapa de recuperación de entre 2014 y 2019 para crecer de “una manera diferente a la anterior”, conscientes de las modificaciones que se estaban produciendo en la economía mundial, y apostando claramente por la I+D+i. “La región gallega corrió pero no lo hizo a mayor ritmo que los demás, lo que explica que perviva un modelo económico clásico y con menos avances técnicos y organizativos”, subraya, para resolver que “no se ha aprovechado el quinquenio de crecimiento para reforzar el tejido productivo más que los demás ni para incrementar el nivel de resiliencia de su economía”.
Por otra parte, la autora de obras como Cómo salir de esta sí destaca como positiva la gestión de la administración pública. “Los ajustes llevados a cabo por el gobierno autonómico permitieron a Galicia mantener sus cuentas relativamente equilibradas, lo que se traduce en un menor endeudamiento relativo sobre PIB, con un cambio de tendencia significativo a partir de 2011”, señala, precisando que eso permitió que la comunidad autónoma “no tenga que acudir a los mecanismos extraordinarios de liquidez”, lo que ha permitido a “la administración autonómica tener una estabilidad presupuestaria”.
Patricio Sánchez, subdirector del Foro Económico de Galicia, coincide en que hay luces y sombras en el balance económico de la era Feijóo. Comparte que no se ha aprovechado la coyuntura de los últimos años para realizar cambios estructurales en el entramado económico gallego, sobre todo para paliar la falta de una base industrial. Sin embargo, el profesor de Economía Financiera de la Universidade de Vigo (UVigo) comenta a El HuffPost que la valoración en términos globales es positiva y destaca cómo la economía gallega tuvo capacidad para enfrentarse a las dos citadas crisis.
“Lo que destacaría de la gestión de Feijóo y ahí creo que los números lo constatan es que está basada desde el punto de vista económico en el rigor y eso es indiscutible”, valora Sánchez, apostillando que en términos de cumplimiento con el endeudamiento “eso es incontestable”.
Este economista también destaca que durante los años de Feijóo en la Xunta se han puesto en valor recursos endógenos, propios del territorio gallego, sobre todo en el sector primario. Se trata del “protagonismo de empresas del sector alimentario, conservero y en algunos casos del forestal, que ya estaban ahí, pero que han servido para dar un claro impulso”, remarcando que “aquí estamos pasando no a nivel nacional, sino a escala internacional, que es a lo que tiene que enfrentar una economía como la gallega”.
Hay otro factor condicionante a resaltar al que apunta Patricio Sánchez y es que no solo se salió adelante de las dos crisis, sino que se hizo en un escenario de competencia en términos nacionales “cuando otros territorios no han coincidido de la misma manera y podemos incluso decir competencia desleal”. Se refiere a incumplimientos de endeudamiento o de déficit por parte de otras regiones. “Si se hubieran cumplido las reglas del juego, Galicia tendría que haber salido mucho más beneficiada que luego por decisiones políticas, que no económicas, no lo fue”, indica.
La gestión va más allá de los resultados económicos. También se refleja en ámbitos como la enseñanza y la de Feijóo queda patente en algunas cifras. En esta línea, la del número de centros educativos cerrados es la más signficativa. En 2009 había 1.220 centros públicos, hace solo dos años la cifra era de 1.082, según los datos más recientes del Instituto Galego de Estatística (IGE). Esta lección de matemáticas es sencilla: 138 centros cerrados.
Xesús Bermello, secretario nacional de la Comisión Intersindical Galega (CIG) en la rama de Enseñanza, lo tiene claro: “La trayectoria de Feijóo desde el año 2009 hasta ahora la verdad es que tiene ninguna luz y muchas sombras”. El sindicalista explica a El HuffPost que sus mandatos están marcados por los recortes en Educación.
“Ese carácter de alumno aventajado, como buen liberal que es Feijóo se ve también en que fue de los primeros gobernantes del Partido Popular en adelantarse a los recortes que después Rajoy implantó en el año 2012”, señala, anotando que anuló un acuerdo sindical que se había adoptado por unanimidad y que reducía el horario lectivo del profesorado de primaria, pasando de 25 a 21 horas lectivas, estando igualmente en el centro trabajando pero utilizando el tiempo restante, por ejemplo, para trabajar en proyectos de departamento o coordinación didáctica.
″[Feijóo] elimina ese acuerdo, incrementa de nuevo las horas lectivas hasta las 25 y sube el de secundaria desde las 18 a las 20 horas”, lo que incide directamente “en la carga del trabajo”, pero también “en la calidad del sistema”, al tener que atender a más alumnado con menos tiempo para preparar las clases.
Mas no solo eso. Bermello destaca que la época del actual presidente del PP se salda con una merma significativa de aulas además del citado cierre de centros educativos. Con todo, el sindicalista subraya que hay poner en contexto esa cifra, puesto que buena parte de ellos se tratan de escuelas unitarias -un modelo de centro propio de zonas rurales o de núcleos pequeños en el que se agrupa a niños, a veces desde primero a sexto de primaria-.
“Puede parecer exagerado, pero hay que entender el contexto, cuando a todos los políticos del PP se les llena la boca hablando de potenciar el rural, [Feijóo] lleva desde 2009 desmantelando los servicios públicos”, señala el integrante de la CIG, resaltando que este tipo de escuelas van más allá de lo educativo y suponen un espacio social para la población de una aldea. “Dices que no puedes mantener una escuela con cinco alumnos, los mandas en transporte escolar a 10 o 20 kilómetros, deja de existir ese servicio y aparecerás en un mitin diciendo que quieres potenciar el rural”, lamenta.
Feijóo también llega a Madrid caracterizado por una gestión de la pandemia del coronavirus marcada por adelantarse a otra comunidades o al propio Gobierno implementando las medidas de restricción o con grandes datos de vacunación. Por ejemplo, Galicia estrenó medidas en España como la obligación certificado covid para acceder a la hostelería, centros sanitarios o residencias de mayores. Sin embargo, las críticas a la situación de la sanidad, especialmente en lo relativo a la atención primaria, han sido constantemente denunciadas por diversas organizaciones y se han frenado cierres de centros como el paritorio de Verín gracias a la movilización social.
En el último informe sobre la situación de la atención primaria elaborado por la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), se recoge que en 2019 el gasto social en este ámbito en Galicia fue del 11,96%, situándose en puesto 12 por comunidades. No obstante, en dicho análisis hay un dato más revelador. Entre el 2010 -un año después de llegar al cargo- y el 2018 -dos antes de la irrupción de la pandemia del COVID-19- el porcentaje de gasto había caído casi un punto (-0,93%). En el siguiente ejercicio, Galicia dedicaba 188,16 euros por habitante en la atención primaria. Lo que nuevamente, la situó en el duodécimo puesto de esta lista.
Según estos mismos datos, el 11,9% de los médicos de familia en Galicia tiene que encargarse de entre 1.500 y 2.000 tarjetas sanitarias individuales o TSI. O lo que es lo mismo, uno de cada diez de estos profesionales tiene a su cargo más de millar y medio de pacientes. Con todo, es la segunda mejor cifra del conjunto del Estado, solo por detrás de Castilla y León.
Si se pone la lupa sobre el tiempo de espera para acceder a una intervención quirúrgica, los últimos datos del Ministerio de Sanidad, a fecha de 31 de diciembre de 2021, revelan que la media es de 77 días mientras que la nacional es de 123. Eso para una operación, pero para una consulta es de 56 días (la media en España está en 89).
“Las listas de espera son interminables”, valora a El HuffPost Ramón Barreiro, presidente de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos en Galicia (CESM-Galicia). El profesional asegura el personal está “desbordado” y que hay médicos de familia que tienen que atender hasta 70 pacientes al día, pero que han llegado a detectar casos de más de 100 pacientes diarios.
Barreiro también pone el foco en que este escenario será más acusado en el futuro. “Hay un grave problema de relevo generacional, en los próximos años se va a jubilar mucha gente”, señala, añadiendo que a ello se suma que los profesionales “prefieren emigrar a otras comunidades autónomas” con mejores condiciones salariales y laborales.
″La situación de la sanidad en Galicia es mala”, así arranca su valoración la secretaria general autonómica del sindicato de enfermería SATSE, Malules Carbajo. “Llevamos años denunciando que faltan muchos enfermeros y enfermeras en la sanidad gallega y la pandemia nos ha dado la razón”, explica a El HuffPost, alertando de la precariedad de profesionales por tener que “trabajar con un volumen tan grande” de pacientes. “Una enfermera no puede llevar 2.500 cartillas o incluso 3.000, no puede ser que una enfermera atienda dos cupos de un médico”, lamenta.
“Podrá presumir de otras cosas, si es que puede presumir, pero de una buena gestión sanitaria no puede presumir”, concluye Carbajo, citando como ejemplo el cierre de plantas de hospitales en verano o que las argumentaciones de que no que hay personal disponible en las listas no son una justificación. “Hay muchísimos profesionales que han tenido que salir del país porque las condiciones tanto laborales como económicas no son de su agrado”, resuelve, para recordar que “no queremos medallas, no queremos aplausos, queremos un reconocimiento [económico] y eso se obtiene ampliando el personal”.
Durante el congreso nacional de Sevilla en el que se aupó como nuevo líder del PP, Feijóo lanzó guiños a un flanco descuidado por la formación desde la época de Rajoy, Cataluña y la posición sobre los idiomas cooficiales. Para ello defendió su modelo utilizando un nuevo término, el “bilingüismo cordial”, como receta para encontrar el equilibrio entre lenguas cooficiales. Pero, ¿cuál es la situación del galego después de 13 años de Feijóo en la Xunta?
En este tiempo, el Ejecutivo gallego ha recibido varios toques de atención desde organismos internacionales como el Consejo de Europa. El último de ellos, en abril del 2021, se trata de un análisis de las medidas impulsadas para cumplir con las recomendaciones del Quinto informe sobre el cumplimiento en España de la Carta Europea de las lenguas regionales o minoritarias (2012-2016). Hace solo un año que el Consejo de Europa alertó de que su comité de expertos tiene “información que sugiere que la distribución de idiomas entre las materias escolares no es igual”, tras la implementación del decreto del plurilingüismo de la Xunta en la enseñanza. Misma advertencia que en 2019.
En ese mismo análisis, el organismo europeo señala que “el número de asignaturas impartidas en galego en los centros donde el inglés se ha introducido es tan bajo como 33%”, que “el galego está presente en solo una fracción de los centros de educación infantil” o que el material didáctico en dicha lengua es “insuficiente”. Además, resuelve que todo ello se traduce en que “como consecuencia de esta situación, el porcentaje de menores de 15 años que no saben hablar gallego es del 23,9%”. Estos últimos son datos del propio IGE.
Esta situación la explica Marcos Maceira, presidente de A Mesa pola Normalización Lingüística (A MESA), la mayor organización en defensa del idioma de Galicia. “Si a alguien le parece cordial, que ya no digo bilingüismo...”, comienza a exponer para El HuffPost sobre una serie de datos que califica como “una agresión continuada de ataque a la lengua” y que responde a que “actuó más para los intereses de fuera”.
En primer lugar, Maceira critica la política lingüística realizada en el plano educativo a través del citado Decreto 79/2010, do 20 de maio, para o plurilingüismo no ensino non universitario de Galicia. “Lo que hizo fue prohibir el gallego en determinadas materias”, señala de asignaturas con gran peso de horas lectivas como Matemáticas, Física y Química o Tecnología, influyendo directamente el reparto de 50-50 entre castellano y galego.
Además, el responsable de A MESA destaca el mazazo que supone otro de los datos citados en el anterior informe del Consejo de Europa. “El último estudio del Instituto Galego de Estatística dice que el 24% de los menores de 15 años afirma ser incapaces de mantener una conversación en galego”, algo que no se había detectado nunca antes en la historia de Galicia hasta el 2018. Esta situación se agrava especialmente en las ciudades, apunta, teniendo en cuenta que concentran el mayor número de población.
De entre todos los problemas que afronta desde hace décadas Galicia hay uno que representa una amenaza que actúa lenta, pero inexorablemente. El reto demográfico ha puesto en jaque a una tierra que juega con desventaja, por su elevada dispersión poblacional, que se traduce en una mayor concentración urbana y en la costa frente a las zonas de carácter rural y de interior.
El mismo año que Feijóo accedió a la Xunta de Galicia, la población se situaba en 2.794.796 personas. En la actualidad, dejará el cargo, pero también un territorio con 2.696.876 ciudadanos, -datos del INE a fecha de 1 de enero de 2021-. Es decir, termina este camino con 97.920 menos que cuando lo empezó. Los datos de cara a 2035 no son más optimistas. El organismo público estima que para entonces la sangría demográfica se cobrará 178.257 gallegos respecto a cifras de 2020.
El envejecimiento y el éxodo de jóvenes
No obstante, esta es la superficie de un problema cuyo mayor peligro se sitúa en la cúspide de una pirámide poblacional hipotecada. Segundo datos del INE recogidos por Europa Press, en el segundo semestre había 84.945 niños de 0 a 4 años. El grupo de edad de 85 a 89 años es de 86.550, superando en más de un millar (1.605) al anterior. A mediados del pasado año se producía por primera vez esta situación, pero la realidad es que cuando Feijóo se convirtió en presidente, las cifras eran de 111.883 frente a 57.790. Es decir, la diferencia era de 54.093 pequeños más.
Precisamente, las críticas a su política de fijación de población han sido denunciadas constantemente por sus adversarios en O Hórreo. La primera fuerza de la oposición, el Bloque Nacionalista Galego (BNG), estima que desde 2009 cerca de 200.000 jóvenes de menos de 29 años han hecho las maletas. Lo han hecho para irse de una comunidad cuya historia siempre ha estado ligado -forzosamente- a la emigración y a la que cultura popular le ha adjudicado una quinta provincia en Buenos Aires.