Estados Unidos, Covid-19 y la agenda Sanders
El trabajador medio y las clases medias empobrecidas ya no creen en las promesas del 'establishment' demócrata.
En medio de los estragos que está causando el coronavirus en la sociedad estadounidense y de forma especial en ese 42% que vive sin seguro o con la mínima protección de Medicare o Medicaid, la retirada de Sanders en la carrera hacia la nominación demócrata no debe ocultar el cambio ideológico interno en una parte del partido, las bases más jóvenes, y también en una parte de la sociedad estadounidense. Nuevamente se ha demostrado -como ya pasó en 2016- la influencia determinante de la maquinaria del partido del asno en las primarias para propiciar las victorias sucesivas de Biden desde el supermartes y la campaña cainita anti-Sanders en Estados como Florida, Pennsylvania y los del midwest.
Sin embargo, la herencia de Bernie Sanders, con sus propuestas de cambio de modelo, cobra una especial significación en un país asolado por la pandemia y con una escasa red de protección social, de tal forma que el mal denominado candidato socialista, representante del ala izquierda de los demócratas, puede tener un recorrido político y un calado sociológico de mucho mayor alcance que el de las propias elecciones primarias, al haber puesto en marcha un cambio dentro de la agenda pública en los Estados Unidos. Su idea sobre la necesidad de llegar a un nuevo pacto social estatal es una referencia inspiradora no solo para las bases del partido, sino también para una parte significativa de la ciudadanía que se siente abandonada y desprotegida ante la crisis dramática del Covid-19 que, de forma inexorable, después de los costes humanos y materiales, lleva a ese país hacia una transformación inexcusable.
Parece claro que, en estos últimos años y especialmente en estas semanas de muerte y confinamiento, se están viviendo cambios en esa sociedad en donde, como reflejan las encuestas las de los prestigiosos APC-Norc Center for Public Affairs Research y del Pew Research Center, una parte considerable de las clases medias piensan que existe unas cuotas de desigualdad insostenible y que es necesario avanzar hacia un Estado de bienestar, con una profunda reforma fiscal para establecer un sistema más equitativo y de mayor protección social.
Sanders es el responsable de proponer las grandes transformaciones en la agenda pública estadounidense, sometida en este momento de pandemia a una profunda revisión como consecuencia de la crisis más grave por la que ha atravesado el pacto federal en toda su historia. Él fue el primero que planteó una ecuación diferente en la relación histórica que se ha dado en Estados Unidos entre las empresas, el Estado y los ciudadanos. Su análisis ha sido la gran inspiración de toda una generación de líderes jóvenes demócratas como Alexandria Ocasio-Cortez, Kamala Harris, Cory Booker, Julian Castro y Kirsten Gillibrand; incluso para la senadora Elisabeth Warren que adoptó algunas de las posiciones de su compañero en el Senado. Todos ellos, con pequeños matices, abogan en sus respectivos programas por una reforma fiscal profunda y por gravar a las grandes fortunas para financiar sistemas de protección más amplios en una tendencia hacia su plena universalización.
Incluso en este momento de avance de la pandemia que pone en evidencia las debilidades sociales y sanitarias de la superpotencia global, las medidas de la agenda Sanders pueden sonar como radicales y enfrentadas al discurso dominante del individualismo posesivo en ese país, pero es necesario recordar (como también lo hace Javier Biosca eldiario.es) que subir impuestos a los ricos no es nuevo y fue la norma hasta la llegada de Ronald Reagan. Presidentes como Dwight Eisenhower, con un marginal tax del 91% para las fortunas a partir de 200.000 dólares al año; Kennedy con un 70%; Nixon lo subió a un 73%; Reagan lo redujo al 38%. Incluso, un análisis reciente de la Reserva Federal desveló que, en los últimos años, los más afortunados (el 1% de los estadounidenses con rentas superiores a 50 millones) vieron cómo su patrimonio neto se incrementó en 21 billones de dólares. Por contra, el del 50% de los ciudadanos de base cayó en más de 900.000 millones.
Ante este panorama social, sanitario y electoral, Bernie Sanders con su programa socialdemócrata de gran calado social, laboral y sindical habría tenido un mayor recorrido electoral que Biden, al ser el único candidato demócrata que habría podido decantar el cinturón industrial que propició la victoria de Trump en las pasadas elecciones en Estados claves de larga tradición demócrata como son Michigan, Pensilvania, Ohio y Wisconsin que compraron de forma clara la demagogia trumpista. Ya en 2016, derivado del apoyo que tuvo Sanders en las primarias y del batacazo de Hillary en los distritos de clases más humildes trabajadoras en estas demarcaciones, uno de los comentarios coincidentes en los análisis postelectorales era que, si Bernie hubiera ganado las primarias demócratas, con seguridad habría derrotado claramente a Trump. Y en esta ocasión ocurriría lo mismo si el candidato fuera Sanders y no Biden.
En estos cuatro Estados claves en la reelección de Trump, parece muy complicado para Biden -incluso habiendo ganado en algunos de ellos las primarias- arrancar los votos necesarios en la elección presidencial con un programa reformista y de estilo obamaniano, cuando estos electores ya le dieron la espalda a la herencia de Barack y rechazaron un programa de corte similar como fue el de Hillary Clinton. El trabajador medio y las clases medias empobrecidas ya no creen en las promesas del establishment demócrata, ni en lo que podría ser el intento para maquillar el discurso blando de Biden con algunas de las propuestas sociales de Sanders. Tampoco hacen caso a los consejos de voto de un anquilosado poder sindical con la tasa más baja de afiliación desde los años setenta. La única renovación en las organizaciones sindicales, especialmente en la industria y en la minería, es la liderada por los trabajadores de menos de 40 años en el medio oeste que encuentran algunas de sus nuevas reivindicaciones en algunas de las iniciativas del senador por Vermont, como aquella que plantea la obligatoria negociación colectiva para que los trabajadores decidan en cuestiones claves de los medios de producción; incluso la posibilidad de recurrir a laudos que obliguen a las empresas a respetar derechos sociales y laborales.
En conclusión, cuando se supere la pandemia y se entierren los cientos de miles de muertos que han puesto principalmente los trabajadores y las clases más vulnerables y marginadas en ese país, la agenda Bernie Sanders con el incremento de las prestaciones sociales obligatorias por parte del Estado dentro de una gran reforma fiscal y un plan público de fortalecimiento de empresas industriales y de pequeñas empresas en crisis o en quiebra -emulando el New Deal de Roosevelt- será la única respuesta sensata ante el definitivo fracaso del modelo social y el naufragio colectivo propiciados por el coronavirus en ese país.