Eran pocos... y parió Lacalle
Mujeres (aborto), jubilados (pensiones) y trabajadores precarios (SMI). Que pase el siguiente. El PP ya ha patinado en lo que va de campaña con el grueso del que hasta ahora era su principal cuerpo electoral. Eran pocos y parió Daniel Lacalle. Cuando los de Pablo Casado no se habían recuperado aún del debate sobre el aborto y la boutade de Suárez Illana, en medio de la polémica llega el economista de cabecera, el flamante número cuatro de la candidatura por Madrid, y mete de lleno en la agenda el futuro de las pensiones. Mal asunto para los populares, tal y como lo ha planteado su reciente fichaje.
Más del 25% del censo electoral, unos nueve millones de electores, tiene 65 años. Y de ellos el 75% son pensionistas. Así que decir que otros países han reducido hasta un 40% las jubilaciones y que en España la discusión no debe girar sobre cuánto se revalorizan sino cuánto se recortan, justo en el momento en que los jubilados han llevado su protesta a la calle, no es más que el enésimo gol en propia meta de un PP que no atina con la estrategia ni con el tono de una campaña en la que la ultraderecha de VOX no hace más que marcarle el paso.
Ya pueden desgañitarse en matizaciones, que hace tiempo que las pensiones dejaron de estar al margen de la refriega política -exactamente desde que el Pacto de Toledo saltó por los aires-. El PSOE se ha apresurado a exigir al candidato del PP que aclare si quiere o no recortar las pensiones hasta un 40% como insinuó su gurú económico. Los españoles tienen derecho a saber, sentencia José Luis Ábalos, si la derecha pretende aniquilar el sistema de pensiones: “Entre el número dos y el número cuatro de Casado parecen empeñados en llevarnos a la prehistoria”.
La propuesta de Lacalle fijaría la pensión media en 592 euros y en el caso de las mínimas, en poco más de 400 euros al mes, según los cálculos de la factoría electoral de los socialistas, en la que dan por hecho que la pretensión de la derecha política es que en España haya un sistema de capitalización privada en el que las pensiones públicas se reduzcan tal y como manda la filosofía liberal del “sálvese quien pueda y acuda usted al mercado para solventar su protección social”.
En el PSOE, sí, han agradecido el “regalo”, pero también en un sector del PP han vuelto a saltar todas las alarmas a menos de cuatro semanas para las elecciones generales. No es para menos, ya que los populares tenían hasta ahora en los mayores de 65 a su votante más fiel. De hecho, el 38% de su cuerpo electoral se situaba en esa franja edad. La media de sus votantes era de 56,5 años, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas de enero de 2018. Mayores de 55 años, agricultores, pensionistas y amas de casa fueron hasta las últimas elecciones generales el principal sustento electoral del partido de Casado.
Una preferencia de voto que cambió con la decisión en 2013 del Gobierno de Mariano Rajoy de eliminar el IPC como referencia para la revalorización anual de las pensiones y establecer el llamado Índice de Revalorización de las Pensiones (IRP) para que en la práctica no subieran más del 0,25 por ciento. La reforma, sí, saltó por los aires en 2018 por las protestas de los jubilados pero, sobre todo, por la presión del PNV a cambio de su apoyo para los Presupuestos Generales de 2018. Aún así, para entonces, en sólo año y medio y como consecuencia de aquella polémica reforma, el PP ya había caído siete puntos entre los electores de más de 65 años, según varios sondeos. Perdía por vez primera su abrumadora superioridad en el segmento de votantes de mayor edad en beneficio de Ciudadanos, que en abril de 2018, dos meses antes de la moción de censura, sumó más de 700.000 pensionistas a su bolsa de voto.
Con Pedro Sánchez ya en el Gobierno y, según el último barómetro del CIS, el 29% del electorado de más de 65 años votaría hoy PSOE frente a un un 23% que lo haría por el PP. El bipartidismo sigue siendo la opción preferida entre los jubilados, excepto un 17% que aún no ha decidido su voto y que es a quienes el PSOE pretende conquistar en las próximas cuatro semanas con una campaña cuyo principal eje será la llamada a la movilización.
Hasta ahora el Comité Electoral del PSOE ha diseñado una estrategia sin apenas riesgos, centrada sobre todo en la agenda social, sin respuesta a los anzuelos de los adversarios y con el voto oculto, la alta volatilidad y la participación como únicos elementos de incertidumbre. De hecho, la decisión del Comité Electoral es preservar a Sánchez de la exposición mediática hasta la última semana de campaña, que es cuando cada vez más, según los expertos, los electores deciden el voto.
Hasta entonces, perfil bajo y participación de mítines diarios con argumentario fijo sobre economía, empleo, educación y vivienda y un silencio atronador sobre la crisis territorial o las “cloacas del Estado” que, a juicio de la fontanería de Ferraz, están lejos de las principales preocupaciones de los ciudadanos. El comportamiento electoral, para los socialistas, tiene mucho más que ver con un voto retrospectivo sobre la acción de gobierno. Veremos…