Miguel Ángel Carmona: “Las víctimas de violencia de género deben poder devolver el daño recibido”
Tras investigar desde dentro el "fenómeno" de la violencia machista, el escritor extremeño disecciona en 'Alegría' una relación de maltrato desde sus orígenes.
Miguel Ángel Carmona (Monesterio, 1979) no quería, inicialmente, escribir una novela sobre violencia de género, pero el “fenómeno” lo atrapó y el escritor no pudo evitarlo. Tampoco tenía en mente que Alegría (Alrevés), el nombre de la protagonista y de la obra, fuera central en su libro, pero esa joven que pasa de niña a adulta a golpe de violencia también acabó conquistando la historia.
Carmona llevó a cabo un largo proceso de inmersión en el que entrevistó a 11 víctimas de violencia machista, además de a trabajadoras institucionales en este ámbito. Él buscaba “intentar comprender, en profundidad, el fenómeno de la violencia de género”, como dice en los Agradecimientos de su libro. Echando la vista atrás, el autor reconoce, en su entrevista con El HuffPost, que no lo ha conseguido. Sí le ha servido, en cambio, para reflexionar mucho sobre el tema, y para hacer reflexionar a sus lectores.
“La infancia juega un papel fundamental”
“El fenómeno de la violencia de género es tan tremendamente complejo que tiene tantas particularidades como casos existen”, explica Carmona. El escritor no puede, por tanto, establecer patrones, pero sí observar que “la infancia juega un papel fundamental”, al menos en el caso que a él le compete, el de la relación de maltrato entre Alegría, la adolescente protagonista, y su pareja, Mario. “Ambos proceden de familias desestructuradas por la violencia”, señala Carmona.
En Alegría, tanto Mario como la propia Alegría son hijos de mujeres maltratadas, y este elemento no es casual en la novela. “En el trabajo de campo que hice, me encontré con que había una prevalencia abrumadora de víctimas que, a su vez, eran hijas de madres maltratadas, y me ceñí a eso”, explica Miguel Ángel Carmona.
El escritor siempre empezaba las entrevistas con estas mujeres de la misma manera. “Cuéntame cómo era la casa en la que te criaste”, les decía. Y ellas lo miraban “extrañadísimas”, acostumbradas como estaban a “contar su historia a personas de la Administración, siempre de manera finalista, con un objetivo, y de forma fragmentada”. Seis de ellas tenían órdenes de protección en el momento de las entrevistas.
Fue durante esas conversaciones, mientras cada mujer le contaba cómo era la casa de su infancia, cuando en muchos casos se dieron cuenta, entrevistador y entrevistada “casi a la vez”, de que “en su casa también habían presenciado violencia de género, y no lo habían procesado hasta entonces”. Para Carmona, “todo tiene un porqué, y muchas veces esos porqués que nos condicionan a lo largo de la vida tienen su origen en la infancia”.
Del mismo modo que esas once mujeres respondieron, con extrañeza, a la primera pregunta de Carmona, él se enfrentó a esas entrevistas “como un niño con la capacidad de asombro intacta”. “Por supuesto, había veces que no me caía de la silla de milagro, porque era brutal lo que me contaban”, describe.
Para escribir Alegría, que narra el origen y el desarrollo de una relación de maltrato desde la adolescencia, Carmona reconoce que tuvo que “dulcificar” parte del relato que le contaron las víctimas reales de la violencia machista. “Pensé que no hacía falta que los lectores pasaran por eso para entender la barbarie”, dice, como cuando un periódico decide no publicar unas imágenes para evitar el morbo y no herir sensibilidades, compara. Para él, ese proceso fue “un viaje interno” y una toma de conciencia al darse cuenta de su “suerte” en la vida.
La más joven de las mujeres que entrevistó Miguel Ángel Carmona tenía 16 años, y ya había vivido su primera experiencia con la violencia de género. Ahora, el escritor no puede evitar pensar en ella como en la protagonista de su libro. Ambas comparten una “madurez asombrosa” para enfrentar su condición de víctimas, recuerda el autor. Pero, paradójicamente, esa “madurez” no es “suficiente” muchas veces para identificar el peligro de una relación tóxica y violenta. “Los patrones de la violencia de género son tan sumamente profundos, los surcos son tan hondos, que es muy duro” verlo desde dentro y huir, sostiene Carmona. Y más “cuando alguien es educado en la construcción de relaciones afectivas basadas en la posesión y la violencia”, añade.
“No podemos culpar solamente al Estado”
La historia de Alegría ocurre en los 90, y desde entonces han cambiado muchas cosas. “Desde la aprobación de la Ley Orgánica de 2004 [de violencia de género], el escenario es completamente distinto al que había en 1995, no sólo porque modifica el ordenamiento jurídico, sino porque modifica las conciencias”, afirma Carmona. “Veníamos de un panorama totalmente adverso para la mujer, incluso siendo víctima”, dice.
El escritor no considera que el Estado haga lo suficiente para proteger a las víctimas y prevenir la violencia de género, pero cree que “tampoco podemos culpar solamente al Estado”. Carmona sostiene que la sociedad se equivoca al proyectar sobre las víctimas un rol de “ejemplaridad”. “Exigimos un estándar de excelencia a las víctimas que es completamente absurdo y desproporcionado. Queremos que sean madres abnegadas, que traten a sus hijos con una dulzura innata, que trabajen 15 horas al día, que ayuden a sus hijos con las tareas, que caigan bien a todo el mundo, que se levanten cada vez que se caen”, enumera el autor.
Carmona defiende que “las víctimas deben poder devolver el daño recibido, deben poder caerse y no levantarse, deben poder ser como cualquier otro”, y que “nada de eso exime a la sociedad del deber que tiene para con ellas de protegerlas”.
“Ni los villanos son villanos desde que nacen ni las víctimas son seres de luz”
El problema, entre otros, para Carmona, es que “seguimos imbuidos en esa filosofía hollywoodiense de que las víctimas son seres de luz, que no merecen ninguna recriminación, que sufren porque los villanos son malísimos, y que ese estado de las cosas tiene que ser revertido por una especie de héroe”. “La vida no es así. Ni los villanos son villanos desde que nacen ni las víctimas son seres de luz”, lanza. El escritor considera que “lo que necesita una víctima para recuperarse es el apoyo de toda una sociedad que no espere que de la noche a la mañana supere trastornos de estrés postraumático, síndrome de indefensión aprendida, se incorpore al mercado laboral o que sus hijos no tengan problemas en el colegio”.
Aunque este “viaje” no haya permitido a Miguel Ángel Carmona comprender en profundidad el fenómeno de la violencia de género, sí le ha llevado a hacerse (y a hacer) muchas preguntas. “Si nosotros viviéramos en una casa como la que vive Alegría, ¿cómo seríamos?”, plantea. “¿Qué capacidad tendríamos para enfrentarnos al día a día?”.
Pero hay más, porque en su historia, la pareja de Alegría, Mario, es víctima antes que maltratador. “Si nos hubiéramos criado en una casa como la de Mario, ¿cómo seríamos?”, cuestiona el escritor. “¿En qué momento pasa de niño víctima a verdugo? Mario se convierte aparentemente en un villano de la noche a la mañana, pero nada en él ocurre de la noche a la mañana. Él tampoco quiere seguir los pasos de su padre, pero el peso de su contexto, el peso de su educación, su escasa autoestima, su cobardía… todo eso lo aplasta, y él toma una serie de decisiones terribles y elige la violencia y la posesión como formas de construir su relación con Alegría”, explica. Y esto lleva a Carmona, de nuevo, a preguntarse: “¿Cómo de libres son las decisiones que tomamos?”. “Las decisiones son libres, pero libres en su contexto, y hay contextos mucho más opresivos que otros”, zanja.
“No son monstruos, son hombres”
Miguel Ángel Carmona sabe que resulta “muy complicado” hablar de “comprensión” (que “no justificación”) del maltratador. Y, aun así, cree que es “muy necesario” para tratar de entender cómo se construye ese rol. “De algún modo, no se quiere dar cabida al maltratador dentro del género humano para que no pueda haber posibilidad de justificación, pero no son monstruos, son hombres. No mitifiquemos su figura”, pide. “Es importante prestar atención a su recorrido, no para justificarlo, no para rebajar la pena, no para eximirlos de su responsabilidad, sino para comprender y prevenir”, sostiene.
Porque cada caso es único, pero también hay patrones que se repiten. “El agresor va segando los vínculos de su pareja, tiende a seleccionar a una mujer con vínculos dañados, de forma que sea más fácil que siempre vuelva a él”, describe Carmona, también en relación a lo que ocurre con Alegría. “Hay un trabajo muy bien hecho por parte de Mario por el que, al final, Alegría siempre tiene que volver a él”, dice. “Una relación de maltrato es un proyecto a largo plazo”, afirma el escritor.
Del mismo modo, Carmona también cree que hay momentos en los que Alegría “no habría seguido con Mario si hubiera tenido ayuda”. Por eso insiste en que es muy importante “estar”, siempre, al lado de las víctimas. “Ni las instituciones ni quien rodea a la víctima puede cansarse”, defiende el escritor. “Sé que es muy fácil decirlo y muy difícil hacerlo, porque los entornos sufren muchísimo en una relación de maltrato. Pero, al final, quien marca la diferencia en que una mujer salga o no salga del círculo es ese familiar, ese amigo o ese recurso por parte de las instituciones, que ha estado ahí siempre, que no la ha cuestionado y que ha creado un vínculo de confianza, incluso arriesgando su integridad física, para poder rescatarla”, dice.