El PP se abre en canal
Nervios e incertidumbre a cinco días de la primera vuelta de las primarias.
66.706 militantes del PP decidirán (en parte) el futuro del Partido Popular este jueves. El partido vive con vértigo, incertidumbre, dividido, despistado, nervioso y ansioso la primera ronda de las primarias convocadas para elegir al sucesor de Mariano Rajoy. Nunca había pasado algo así en la derecha española.
"No teníamos cultura de primarias, nos está costando el cambio, la realidad es que nadie sabe nada", confiesa en un alto cargo del PP a El HuffPost que resume la sensación que recorre ahora mismo al partido.
Los populares asisten a un movimiento sísmico del Partido Popular, acostumbrado a la jerarquía más ortodoxa y a la cultura del dedazo. Un partido que aprobó el nuevo sistema de elección en el pasado congreso sin saber que se llegaría a materializar de esta manera y pensando que antes habría un consenso de las altas cimas. Parecía más un articulado para lavar su imagen que para ser usado en apenas poco más de un año después.
Un partido que se ha encontrado con la cruda realidad provocada por la moción de censura contra Rajoy. El shock sigue instalado en la familia popular, que se creían en La Moncloa como mínimo hasta 2020 tras aprobar los presupuestos generales y que ha sido desalojado por el latigazo provocado por la corrupción y la sentencia de la Audiencia Nacional sobre Gürtel.
El censo fantasma; el miedo a la baja participación
Una formación desnortada tras la espantada también de Alberto Núñez Feijóo, que era el máximo favorito para ocupar el sillón de Mariano Rajoy (que se ha alejado ipso facto de Génova y se ha reincorporado a su plaza de registrador en Santa Pola. Sí, existía). Un partido en situación de emergencia, atrapado por el efecto al alza de Pedro Sánchez en La Moncloa y oliendo el fuego de un Ciudadanos ansioso de arrebatarle la hegemonía en el centro-derecha. Inmerso en una fratricida batalla con Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal como favoritas, pero con un Pablo Casado que sube cada día más y con los gregarios jaleosos de José Manuel García-Margallo, José Ramón García Hernández y Elio Cabanes.
Pero además la batalla se ha recrudecido conforme pasan los días. Estas jornadas han servido para desnudar el censo del Partido Popular, que siempre había presumido de ser uno de los grandes partidos de Europa con más de 800.000 afiliados. Para la votación del día 5 se han registrado 66.706 -apenas el 7,67%-. En las pasadas primarias del PSOE votaron 149.951 afiliados. Esto ha provocado el estupor en muchos sectores del PP, ha agravado la tensión entre los candidatos por sus responsabilidades internas anteriores y ha generado las críticas de los candidatos más alejados del aparato. Y con la duda-temor de la participación en pleno inicio de las vacaciones de verano.
Los principales candidatos (Santamaría, Cospedal y Casado) han olvidado el guante blanco prometido en las primeras horas para manchar un poco la carrera en los últimos días. Y siempre con la tensión y las dudas de lo que pasará en la segunda vuelta cuando solo quedarán dos y la decisión la tomarán exclusivamente los pocos más de 3.000 compromisarios que decidirán finalmente al líder popular en el congreso del 20 y 21 de julio.
¿Qué harán los delegados?
Uno de los temores y miedos es que esos delegados puedan cambiar la opinión popular que salga del 5 de julio. Ese día, los afiliados registrados deben depositar dos papeletas: una para el candidato que más les guste y otra para los compromisarios que votarán unas semanas después. Desde candidaturas más minoritarias se exige que se respete lo que digan los militantes primero.
El comité organizador del congreso, presidido por el eurodiputado Luis de Grandes, ha rechazado la propuesta de que se respete esta primera decisión. Se han desestimado hasta las propuestas de que pudieran votar todos los afiliados al corriente de pago aunque no se hubieran inscrito en el plazo reglado. Esto lleva, según fuentes populares, a que se instale la idea de que Santamaría y Cospedal se puedan ver beneficiadas por tener mayor arraigo entre los cargos del aparato en cada comunidad.
Pero muchos piensan que Casado todavía tiene mucho que decir. En su equipo resaltan que ganaron la batalla de avales, presentando más de cinco mil y que tiene tirón entre muchos afiliados de base por ser un candidato criado en el PP y que ha tenido mucho trato directo con todas las divisiones del partido. El caso del máster parecía casi imposibilitarlo al principio, pero fuentes del PP recuerdan que se vota en clave interna.
Todos los candidatos se han lanzado a recorrer España con mensajes propios. Sáenz de Santamaría vende como principal argumento que sería la mejor candidata para las próximas elecciones generales. Hay que recordar que en el Partido Popular su líder es automáticamente el aspirante a La Moncloa. Pros y contras. Un miembro de la candidatura de Cospedal ve así la campaña rival: "Solo fue la número dos del Gobierno. Se está centrando mucho en eso y lo que realmente toca es el partido".
Una de las ideas que también cala en el PP, como sucedió en el PSOE hace un año, es que el poder de los barones no es tal como se pensaba. Hay un silencio público de la mayoría, conscientes de que es mejor decantarse en la segunda vuelta y que cualquier señal también puede ser contraproducente. Y es que los partidos regionales también están muy divididos, a menos de un año para las elecciones regionales y autonómicas sin saber quién estará en Génova y cómo se designarán a los candidatos autonómicos y municipales.
Con las cifras de afiliados encima de la mesa, las comunidades con más peso son Andalucía, la Comunidad Valenciana, Galicia y Madrid. Un claro ejemplo sería el sur de España, donde Santamaría cuenta con el apoyo en principio de los pesos pesados, pero Cospedal ha logrado que provincias más díscolas y dudosas como Córdoba muestren simpatías hacia ella. Pero no es todo de dos, Casado ha demostrado este sábado en un acto en Almería que tiene mucho tirón reuniendo a centenares de militantes.
El PP, abierto en canal. Y sin un debate para escuchar a todos.