Directiva de conciliación: un primer paso que sabe a poco
Hoy se vota en el Parlamento Europeo la Directiva de conciliación entre la vida personal y laboral de progenitores y cuidadores, seguramente el texto legislativo de corte social más importante de esta legislatura y el único resultado tangible derivado del Pilar Europeo de Derechos Sociales de la UE.
Esta directiva busca el establecimiento de unos estándares mínimos para los permisos de paternidad, parentales y por cuidados en la UE, por lo que, de aplicarse bien, podría tener un impacto positivo y muy concreto sobre la vida de millones de ciudadanos.
Los queremos iguales, intransferibles y remunerados
Tanto a nivel nacional como europeo, desde Podemos hemos defendido unos permisos de maternidad y paternidad iguales, intransferibles y totalmente remunerados. Cada vez estamos más cerca de lograrlo y eso siempre es una buena noticia, sin embargo, a lo largo de este año y pico en el que he estado trabajando en esta directiva como miembro la Comisión de Empleo de la Eurocámara, no puedo dejar de tener una sensación agridulce: se trata de una normativa que tiene sus luces pero que, al haber nacido de un pecado original, adolece también de sus sombras.
Hemos advertido muchas veces a la Comisión Europea (CE) de las consecuencias negativas de ese pecado original, así como lo han hecho repetidamente y en diferentes foros expertos, colectivos feministas y organizaciones de la sociedad civil.
Para evitar la discriminación de las mujeres en edad de ser madres en el mercado laboral y lograr la corresponsabilidad e igualdad real, la Comisión Europea debía poner encima de la mesa una única propuesta de texto legal que refundiera el contenido de la existente directiva de maternidad con el resto de permisos... No fue así y ese pecado original nos ha llevado al escenario actual.
Algo de miel en los labios
Así pues, hemos acabado teniendo una directiva de maternidad obsoleta (data de 1992) y esta otra, que se aprueba hoy en el pleno de la Eurocámara, de conciliación de la vida personal y profesional, que viene a sustituir la de permisos parentales de 2010 y que regula por separado los permisos de paternidad, parentales y por cuidados.
Un único texto para un mismo acontecimiento, como es el nacimiento de un recién nacido o la adopción, habría sido la clave de cualquier abordaje realmente integral que permitiera a hombres y mujeres poder conciliar por igual la vida personal y laboral.
Y decimos vida personal y no familiar porque todavía en muchos países europeos los permisos destinados al cuidado de los recién nacidos se consideran una cuestión a distribuir dentro de la unidad familiar y no un derecho individual, permitiendo así la transferibilidad del tiempo de permiso del padre a la madre.
La transferibilidad es, y así lo reconoce la Comisión Europea, un lastre para la igualdad entre hombres y mujeres en el mercado laboral que condena a muchas mujeres a renunciar a su vida profesional, reducir la jornada de trabajo y encargarse casi en exclusividad de la crianza.
Esto tiene terribles consecuencias para la independencia económica de las mujeres, la brecha salarial y de pensiones y la feminización de la pobreza. Es muy desafortunado que tan sólo dos meses de los cuatro que se proponían de permiso parental se hayan blindado y tengan carácter intransferible.
¿Cómo remunerar los permisos?
Otra pata fundamental de unos permisos realmente igualitarios es el nivel de remuneración. Es injusto e insuficiente que se apruebe una norma europea que tenga como umbral de referencia para la remuneración el nivel de baja por enfermedad porque varía mucho según que el Estado proteja más o menos a sus enfermos. Es más, diversos estudios demuestran que los permisos remunerados por debajo del 80% del salario no son disfrutados por los varones y de nuevo la carga recae sobre las mujeres.
Madres y padres de enhorabuena
Pese a todos estos defectos, esta directiva supone un avance sustancial que no podemos ni debemos minusvalorar. Sorprende que en seis países de la UE todavía no existe el permiso por paternidad y en otros siete existe, pero con una duración menor a los diez días estipulados.
De este modo, en al ámbito europea esta directiva introducirá una base común para todos los Estados que establecerá un permiso de paternidad de diez días laborables, dos meses para cada progenitor de permiso parental intransferible y cinco días por año para el cuidado de familiares enfermos o dependientes.
Estos datos contrastan con los permisos de paternidad ampliados de cinco a ocho en España, resultado de una negociación en la que Podemos ha logrado con éxito arrancarle al gobierno ese compromiso, pero constituyen un sólido cimiento común europeo que mejora, qué duda cabe, la situación precedente, y establece un primer paso desde el que seguir mejorando.
No podemos cantar victoria, pero con esto se pone una primera piedra de un edificio que necesita mucha más y mejor inversión y políticas públicas hechas para la gente: educación gratuita de 0 a 3 años, reducción de la jornada laboral a 34 horas (como proponemos en nuestro programa electoral) y reforzamiento de un servicio de atención domiciliaria público son materiales fundamentales para construir el Estado del bienestar del siglo XXI y para evitar que la vida moderna sea una carrera de obstáculos en donde las mujeres, fundamentalmente, se dejen la piel con tareas no remuneradas e invisibles.