Democracia a diario
La fortaleza de las instituciones es la fortaleza de la ciudadanía crítica que contribuye, mediante el debate y la aportación de nuevas soluciones, al mantenimiento del Estado.
Los socialistas siempre hemos caminado por la senda de la representación pública, legitimada en las urnas, para llevar a cabo las políticas públicas que dieran estabilidad a las sociedades que conforman Europa. Pero tampoco hemos renunciado a la organización de las clases medias y trabajadoras que, en virtud de los derechos de reunión, manifestación y libertad de expresión, pudieran plantear mediante éstos los escenarios que considerasen mejores para la construcción del Estado del bienestar, la gran conquista de la socialdemocracia y que ahora, liberales y conservadores, quieren volver a poner en cuarentena.
Después de varias semanas de intentos de diálogo y las posteriores protestas, Francia apoyó mayoritariamente el movimiento de los "chalecos amarillos" y el gobierno de Macron tuvo que ceder en la mayor parte de las reivindicaciones. Más allá del alcance de las medidas adoptadas por el ejecutivo galo y de su desarrollo normativo, que veremos en el tiempo, lo cierto es que el encuentro de fuerzas sociales, estudiantiles y sindicales ha forzado, una vez más, a que no se pierda la protección que el Estado le debe a la ciudadanía. Ésta, y no otras consideraciones, es la primera de las lecturas que debemos hacer para no perder el rumbo.
En la crónica informativa de este movimiento, que todos hemos vivido con intensidad, observamos como diferentes opciones partidistas han querido apropiarse de las banderas o, para ser más exactos, de los chalecos que portaban los manifestantes. Error mayúsculo el intentarlo, pero aún más grande el darlo por hecho como he podido ver en numerosos medios de comunicación que adjudicaban la contundencia y éxito de las movilizaciones a la extrema derecha de Le Pen. Nada más lejos de la realidad.
La personalización de las posiciones públicas es la política del siglo 21, y es un ejercicio de responsabilidad individual para con la sociedad donde vivimos el expresarlas en los espacios en los que nos es posible. Es lo que han hecho los chalecos amarillos en Francia, como lo hizo el movimiento de los indignados anteriormente en otros países, también en España. No hay portavoz ni coordinador formal, ni lo habrá. El encauzamiento de ese movimiento vendrá después, como pasó en nuestro país y como también pasará en el país vecino. Es un trabajo de largo recorrido, no un hecho puntual vivido en los Campos Elíseos.
Hemos de felicitarnos por comprobar que "la calle", "la gente", o como cada cual quiera llamarlo, sigue estando viva y consciente de que sus preocupaciones tienen un presente más certero que el de los comicios de cada cuatro años. Sintámonos orgullosos de la ciudadanía que colabora a fortalecer las instituciones y el debate público y, aprendida la lección, estemos los representantes en la primera línea acompañando las demandas de cada uno de los colectivos que se baten el cobre para que todas y todos vivamos un poco mejor.
Señalarles, acusarles y criminalizarles será la victoria de la extrema derecha. No les demos ese placer. Frente a ello, el encuentro y el diálogo permanente son la base de las democracias maduras y se ejercitan a diario y ahí es donde trabajamos quienes creemos en sociedades maduras y de vanguardia.