La corrupción y el rey: ¿preguntar es ofender?
"Queremos que Les Corts se posicione a favor de que la fortuna repartida en paraísos fiscales vuelva a este país y permita incrementar el presupuesto para la educación, la sanidad o las políticas sociales".
Hoy en el Parlamento valenciano votamos una iniciativa sobre la presunta corrupción del rey. No debería resultar extraño que un Parlamento votara sobre las cuestiones que plantean los representantes de la ciudadanía. Pero en la España de 2020, cuando hablamos de algún tema relacionado con la monarquía, estamos ante un auténtico milagro.
No hay más que ver como la Mesa del Congreso, con los votos del PSOE, PP y Vox, ha tumbado todas y cada una de las propuestas de creación de comisiones de investigación sobre los presuntos turbios negocios del rey Juan Carlos con dictaduras fundamentalistas como Arabia Saudí.
Algo falla cuando los representantes del pueblo ni tan solo pueden conseguir que sus propuestas se debatan y se voten en el Pleno. Evidentemente, es legítimo que un partido decida votar en contra de investigar la trama del rey y explique a la sociedad sus argumentos. Lo que no es legítimo, ni democrático, es robar ese debate a los ciudadanos. Creo que la mayoría de la Mesa se equivoca cuando intentan confundir la inviolabilidad y la falta responsabilidad del rey con la prohibición total y absoluta a debatir sobre ello o a investigar sobre las preocupantes noticias que estamos conociendo cada día: presuntas comisiones de dictaduras, fortunas en paraísos fiscales, fraude a Hacienda, tramas societarias y negocios oscuros.
Como les decía al principio del artículo, hoy votamos en Les Corts Valencianes una propuesta de Compromís para manifestar nuestro apoyo a que el Congreso pueda investigar al rey emérito. Si no me equivoco, la primera de este tipo que se debate en un Parlamento autonómico. Creemos que es una obligación democrática que ese debate se produzca, y si aún no ha sido posible en el Congreso, lo haremos en los parlamentos autonómicos como el valenciano.
Pero además de mostrar nuestro apoyo a la investigación parlamentaria, nuestra propuesta va más allá: queremos que Les Corts se posicione a favor de que la fortuna repartida en paraísos fiscales vuelva a este país y permita incrementar el presupuesto para la educación, la sanidad o las políticas sociales.
Cabe recordar que la primera reacción de la casa real fue intentar apartarse del escándalo. Así, el actual jefe del Estado, Felipe VI, nos comunicó a través de una nota enviada a los medios de comunicación, que renunciaba a su herencia. Y decidió hacerlo en medio de la crisis de la COVID-19, aun cuando conocía la existencia de esa fortuna desde, al menos, un año. Lo que no nos dijo es que el Código Civil no permite renunciar a esa herencia en vida de su padre. En cualquier caso, más que apartarse, la jefatura de un Estado verdaderamente democrático debería implicarse al máximo para repatriar la fortuna desde los paraísos fiscales, aclarando su procedencia y cumpliendo con todas las obligaciones tributarias.
Pero nuevamente, lo que prima son las ganas de tapar los escándalos en vez de afrontarlos de manera valiente y democrática. Ofrecen opacidad cuando la ciudadanía reclama transparencia. Defienden la impunidad en vez de buscar la justicia. Y es precisamente esa sensación de impunidad, esa permisividad cómplice de los poderes del Estado y de buena parte de los medios de comunicación, el origen de nuestros problemas respecto a las andanzas del rey emérito.
Tengo la sensación de que, a buena parte de los círculos del poder, les molesta bastante más que estemos conociendo cómo actuaba nuestro jefe del Estado de lo que les molesta la actuación del monarca. Pero en una democracia avanzada tenemos derecho a plantear cuantas preguntas consideremos, en los ámbitos que sean, aunque le resulten incómodas a la casa real.
No pueden evitar que la ciudadanía se pregunte por qué un jefe del estado se dedicó, presuntamente, a hacer negocios con dictaduras y esconder comisiones en paraísos fiscales. Quizás algún día se darán cuenta de lo saludable que resulta poder preguntar, buscar respuestas y señalar responsabilidades políticas. Pero ya será tarde. Entonces la pregunta será, para qué sirve una monarquía, especialmente cuando se cree por encima de las leyes y de la democracia.
Antes de que llegue ese momento harían bien en reflexionar. Cuando hablamos de la corrupción y el rey, ¿preguntar es ofender?