Cómo es vivir con depresión de alto funcionamiento
Para muchos, su hogar es un lugar en el que pueden ser la peor versión de sí mismos sin recibir críticas. Para mí es un lugar en el que puedo expresar mis verdaderos y molestos sentimientos sin sentirme incómoda ni recibir miradas de preocupación.
En el trabajo y en público, se espera de la gente que sea amigable, cortés y extravertida. A mí, que sufro depresión, me resulta un desafío interno descomunal mantener esa fachada. Y siendo alguien que está actualmente en terapia y bajo medicación para tratarla, me doy cuenta de que la mayoría de la gente no se entera de que estoy viviendo con una enfermedad mental.
Tener depresión de alto funcionamiento no significa que sea muy fácil irritarme, enfadarme o entristecerme. Significa que puedo comportarme de forma que mucha gente no describiría como "deprimida" pese a que sí que padezco depresión y que esta se manifiesta a menudo de formas que la gente no conoce.
Mis años en el instituto y en la universidad sí que fueron como la mayoría de la gente se imagina la depresión. Tenía una incesante sensación de desesperación y un humor sombrío. Mi rabia e irritabilidad me desbordaban. Mi peor momento fue en la universidad, cuando mi lucha contra la depresión me impedía salir de casa. El miedo a que los demás se dieran cuenta de que me pasaba algo no me dejaba salir para asistir a las clases y al final terminé suspendiendo la mayoría de mis asignaturas.
Fue entonces cuando busqué ayuda. Me di cuenta de que lo que sentía era más dañino que mi forma de disimularlo y que necesitaba terapia para recuperarme.
Cuatro años después, por fin me gradué y empecé a trabajar a tiempo completo. La tristeza iba y venía, pero el pasado invierno volvió a empeorar, aunque nadie se dio cuenta. No me veía capaz de reunir las fuerzas para encontrar a algún terapeuta, así que mi médico me recetó antidepresivos para ayudarme a superar las fases iniciales de la depresión y la ansiedad. Pese a todo esto, la mayoría de la gente no se enteró de lo que me pasaba por dentro y el medicamento me hizo sentirme más como aparentaba por fuera.
El mejor modo que se me ocurre de describir la depresión es como un estrés emocional constante. Y el mejor modo que se me ocurre de describir la depresión de alta funcionalidad es tener estrés emocional constante al mismo tiempo que finges estar bien. Es ser capaz de hacer tu trabajo, socializar con amigos y compañeros de trabajo y seguir consiguiendo muchas metas en otros aspectos de tu vida pese a todo lo que te pasa en tu interior.
Habiendo sido criada en un hogar en el que se fomentaba el hecho de aparentar ser una persona competente, fuerte e intacta, mostrar mi sufrimiento emocional jamás me ha parecido una opción. Era como mostrar una debilidad, lo cual, por supuesto, no es así.
La mayoría de la gente se sorprende cuando descubre que sufro depresión. Al ser depresión de alto funcionamiento, comprendo que soy muy distinta de la imagen que muestran los medios de lo que es la depresión. No parezco triste, no tomo drogas, sonrío y bromeo bastante a menudo. Sin embargo, en casa, las cosas son un poco distintas. Cuando estoy sola, hay días en los que estoy desconsolada, superada por la crudeza del mundo o por la monotonía de la rutina.
Así como hay gente que puede hacer un montón de cosas en su tiempo libre, yo me encuentro frecuentemente sin fuerzas, exhausta por la cara de determinación que he tenido que fingir todo el día. Eso es lo que pasa cuando intentas hacerlo todo "bien". Los medicamentos y la terapia pueden ayudarte a lidiar con los síntomas más evidentes (sobre todo el estrés emocional), pero no hay nada que lo cure del todo.
La depresión no es solo un sentimiento. Cuando aprendí a vivir con este problema, lo asociaba con mi sensación de vacío, pesimismo y algo que solo puedo describir como una especie de angustia constante y tediosa. Sin embargo, desde que busqué tratamiento, he aprendido que es mucho más que eso. Aun cuando la persona que lo sufre hace todo lo posible por mejorar, es algo que tendrá que combatir el resto de su vida.
La mayoría de los días con depresión de alto funcionamiento los describiría como un vacío existencial, como si me encontrara exhausta hasta el punto de darme igual todo. Pero, al mismo tiempo, es algo que solo me he permitido sentir en la privacidad de mi hogar. Y, como cabe esperar, mi único espacio físico privado revela esta faceta mía. A veces los platos se quedan días en el fregadero. A veces paso una semana y media sin lavarme el pelo. A veces empiezo una colada y tardo una semana en terminarla o dejo que la ropa limpia siga en un canasto durante semanas. Simplemente, acabo tan agotada emocionalmente de mostrarte como una persona funcional en público que todo lo demás se me desorganiza.
No es que mi casa esté siempre hecha un desastre o que vaya siempre con el pelo sucio. Esto solo me pasa cuando atravieso un bache. A menudo pasan días o semanas en las que siento que estoy llena de energía. Mi casa puede permanecer días inmaculada e incluso puedo poner en marcha enormes operaciones de limpieza. Me siento "curada" y me suelo preguntar: "¿Así se sienten las personas normales?". En ocasiones, incluso llego a dudar de que tenga depresión. Al fin y al cabo, la gente tiene malas rachas y quizás yo simplemente esté siendo una vaga.
Sin embargo, cuando me encuentro agotada, por mucho que duerma, miro la montaña de platos y me doy cuenta de que me molesta, pero no tengo suficiente energía como para preocuparme. Es entonces cuando veo que no hay cura y que no es solo una fase, ya que esta "fase" me acompaña desde que era adolescente. Ese apartamento desordenado no es una prueba de que yo sea descuidada; es una prueba de que estoy sufriendo. Esos son mis síntomas.
Y, en ese sentido, mi casa, donde me permito que las cosas se embarullen, me ayuda a sentirme organizada, pulcra y funcional en público. Algunos quizás me vean como una persona desordenada y vaga, pero para mí, es un reflejo de mi salud emocional y me recuerda que tengo que cuidarme, pero que no pasa nada por mostrar estos síntomas de vez en cuando, porque la depresión no es algo que desaparezca sin más: forma parte de mí. Aunque me niego a cederle el control de toda mi vida, en algún sitio tiene que quedarse. Algún sitio en el que lo pueda dejar libre sin que nadie me juzgue, y eso suele ser cuando me quedo sola después de un largo día de sonreír y hacer mi trabajo aparentando estar en perfecto estado.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.