Ciclones de locura
Este es un tiempo en que vuelven a proliferar los falsos profetas y las mentiras se toman como verdades y las verdades se toman por mentiras.
De vez en cuando las sociedades se ven zarandeadas por ciclones de locura. No importa su grado de madurez o su lugar en el índice de países democráticos o en el ranking del estado de bienestar o estilo de vida europeo. La ola de estupidez se abraza a los cerebros e impide el correcto tránsito neuronal.
Parece mentira pero este es un tiempo en que vuelven a proliferar los falsos profetas y las mentiras se toman como verdades y las verdades, por muy demostradas y contrastadas que estén, por muy evidentes que sean, se toman por mentiras.
Uno se asombra cuando en la desquiciada campaña madrileña, necesitada de un berbiquí para hacer una trepanación colectiva como Dios manda, las toletadas se consideran artículo de fe. Las más burdas e insensatas ocurrencias se dicen por políticos solo presuntamente sensatos con enciclopédico desconocimiento de la historia de Europa y de España.
Grandes maestros de la frivolidad dan clases particulares a Isabel Díaz Ayuso. Por ejemplo del alcalde popular de Madrid José Luis Martínez-Almeida, que quiso hacer la clásica gracieta de que “seremos fascistas, pero sabemos gobernar”. ¿En serio que saben gobernar? Hombre, eso depende si el cohecho organizado que está en el banquillo, qué digo, corrijo, en los banquillos, se considera una buena práctica ejecutiva. O el despilfarro en obras inconclusas y en zendales de usar y tirar. Como diría mi amigo gallego Abelardo, “moito pico e pouca pala”.
Donald Trump es el arquetipo de destroyer siglo XXI. En realidad el Partido Republicano fundado por Abraham Lincoln se ha ido convirtiendo desde el actor Ronald Reagan y el Tea Party Movement en una organización de extrema derecha, títere de los grandes oligopolios reaccionarios. Los republicanos utilizaron una técnica que ahora aplica con desenfado el PP: cuenta Barack Obama en el primer tomo de sus memorias, Una tierra prometida, que la derecha estadounidense se dedicó a boicotear el gigantesco plan de reconstrucción de la nación como consecuencia del crac de 2008. Se trataba de fastidiar a los demócratas jodiéndoles la vida de paso a los norteamericanos.
Trump, con sus mentiras abracadabrantes, entonteció a esa masa de desheredados y abandonados del medio oeste y la América profunda… a los que el Partido Republicano había ido haciéndoles la vida más difícil, por ejemplo, al quitarle subsidios y boicotear el Obamacare. La gente se creyó sus perversas trolas: confió en un charlatán sinvergüenza que jugó con los sentimientos y las esperanzas. Su despedida fue de traca: promovió la toma del Capitolio por las turbas y puso en la cuerda floja a la democracia que lidera al grupo de las mejores democracias.
Qué quieren que les diga. Veo en España ingredientes clásicos del populismo más peligroso. Tanto por la izquierda, con las dos caras de Podemos, la pragmática y la activista, aún sin reciclarse, como por la derecha. Está el fenómeno de Vox, cuyos dirigentes comenzaron a sentirse incómodos en el momento en que el PP de Mariano Rajoy empezó a marginar al aznarismo. Desde el principio se observaron algunos tic heredados, a conciencia o no, de la derecha de la CEDA, de la Falange o del grupo de militares golpistas en un totum revolutum, que empezaron a conspirar contra la II República desde el minuto cero con sus viajes a Roma, no para ver al Papa sino a Mussolini y a Ciano.
La técnica del desprestigio, con razón o sin ella, casi siempre sin ella, está cada día más inoculada en España. Los dos extremos se tocan a este respecto. Pero la estrategia del PP es demasiado burda; y sin embargo, consigue fieles creyentes. Desde que el Gobierno empezó a hablar de ayudas europeas, los populares movilizaron su artillería. Después, contra todo pronóstico, cuando fue tomando forma la idea, se sumaron Italia y Francia y Alemania decidió olvidar la austeridad suicida ante la enormidad del destrozo de la pandemia, Pablo Casado se vistió de vestal horrorizada. Ha denunciado a Europa los hechos antes de que se produjeran, regando el ambiente de sospechas, convirtiendo en escándalos agrandados por la prensa adicta cada paso administrativo del proceso, en un intento descarado y desesperado de retardar los fondos hasta que la situación política española dé otra oportunidad a la derecha.
Entonces, aprovechará los fondos, como Aznar aprovechó el plan de reconversión industrial de Felipe González, que permitió relanzar las exportaciones… ya en el aznarato.
Bien es cierto que Sánchez ha puesto mucho de su parte para ayudar a enrarecer el contexto. El peaje a pagar a los herederos de ETA, a los golpistas catalanes y a Pablo Iglesias —cuyas razones para renunciar a la Vicepresidencia y al caudillaje morado parecen tan misteriosas como las de Adolfo Suárez en su día— es una pócima vigorizante para todas las derechas. Y a su vez, un repelente de gran eficacia para ahuyentar a los socialdemócratas que añoran, cada día más, y más abiertamente, los años del PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra.
Volvamos a Madrid. Creí que era una coña, un meme o algo así, unas declaraciones de Casado: preguntaba (retóricamente) a los votantes potenciales si acaso “el PP no combate la corrupción ni defiende la educación y la sanidad pública”. Pues va a ser que no, lo que ignoro es cuántos madrileños se van a pescar en la poceta con este anzuelo tan cantoso. En cuanto a la corrupción, parece claro que el esfuerzo no ha sido mucho que pueda decirse; y que, llevándole la contraria a Martínez-Almeida, en este asunto o ha habido complicidad o ha habido incompetencia.
El tema de la educación pública y la sanidad pública no es el mismo para Agamenón que para su porquero. Las famosas mareas de los indignados con la crisis y los recortes de Rajoy-Montoro que dieron forma al 15-M —del que luego se apropió Podemos con una maniobra de alta prestidigitación— lo dijeron alto y claro en las calles. El dinero público se desvió en una parte sustancial a los negocios de la educación privada y la sanidad privada. Está en las estadísticas oficiales españolas y de Bruselas. Los trucos de magia terminan por aburrir, como los de aquel mago de los años 60 que parecía esconder en la chistera y bocamangas una granja de conejos y palomas.
¿Cómo se puede decir esto con tanto aplomo? Hay cosas en política que la razón no acaba de entender. “Razones tiene el corazón que la propia razón no entiende”, decía Pascal. Pero la trama se complica si esas razones no nacen del razonamiento y del libre albedrío sino del secuestro emocional. Como el trumpismo más zafio y trolero también en España desde el amplio espectro de la derecha que ha abandonado el centro y la cordura se esparcen dudas sobre el voto por correo, con fakes que van y vienen por las redes para promover la abstención de los incautos.
Juzgado el caso madrileño desde la ultraperiferia canaria, probablemente la región más europeísta, a la fuerza ahorcan, el fenómeno de Isabel Díaz Ayuso resulta inquietante. Si uno analiza con cierto interés y cabeza fría sus soflamas sincopadas, sus lemas cuarteleros, su propaganda de la guerra fría y sus obviedades solemnizadas… parece que han revivido Las noticias del guiñol de Canal+. Casi todo suena a cartón piedra, a ventrílocuos, a falso, a impostado, a tomadura de pelo. Sobre todo las partes contratantes de la primera parte, que eran tres pero que ahora quedan solamente dos, PP y Vox… porque Ciudadanos jugó con fuego y se incineró. Iglesias clama contra el cielo desde el otro lado del muro, cada vez con la trinchera más rodeada y con un PSOE silente, que juega al avestruz en esta partida viendo como los demás se destrozan entre sí. Peligrosísimo experimento.
Cuando la primera investidura de Manuel Fraga como presidente de la Xunta de Galicia pensé que después de haber dicho que no al Título VIII de la Constitución del 78, había cruzado por fin el Rubicón y había unido su destino a la otrora por él y ellos denostada España de las Autonomías. Su perfecto aunque atropellado gallego de cuna, su habilidad con las queimadas y los conjuros, su investidura rodeado de mil gaiteiros, inauguró un nacionalismo conservador con muchos hierros, metales y quemadores del enquistado caciquismo franquista, que empezó a disputarle terreno al izquierdista BNG. Porque en estos asuntos siempre hay una tierra de nadie que es de todos.
Se está viendo en riguroso directo con el cocido del nacionalismo madrileño parido desde los laboratorios de los rasputines del ayusismo.
Esta noche sabremos si las vacunas contra la locura y la rabia han funcionado.