Ocho preguntas que debes hacerte para evitar las compras compulsivas
Me gusta hacer limpieza de vez en cuando. El hecho de limpiar y deshacerme de los trastos, la basura y las cosas que voy acumulando y que me agobian me parece increíblemente revitalizador. A veces miro al montón gigante de trastos que voy a tirar y me pregunto: ¿pero todo esto cómo cabía? Y la respuesta real es: no cabía, pero me limitaba a meterlo todo a la fuerza en los armarios o a colocar las cosas en sitios insospechados.
Me pasé muchos años atrapada en el ciclo de hacer limpieza, acumular, estar de bajón, hacer limpieza, y así sucesivamente. Al final acabé frustrándome por varias razones. Como, por ejemplo, que hacer limpieza consume mucho tiempo. Cada pocos meses, intentaba reducir mis pertenencias y llevaba bolsas y bolsas a un centro de donación. Además, tenía la sensación de que estaba tirando el dinero. Con cada limpieza, encontraba objetos que había comprado en los últimos meses y que nunca había utilizado.
Al final, me di cuenta de que solo podía parar este ciclo en la fase de acumulación, y me cambió la vida. Sin embargo, creo que es la parte que más cuesta controlar. Con el tiempo, he desarrollado un sistema de preguntas que tengo que hacerme antes de comprar por impulso.
Si estás dispuesto a aceptar este reto que pondrá a prueba tu resistencia, intenta hacerte las siguientes preguntas antes de comprar ese cachivache que se te ha antojado:
1. ¿Se me va de presupuesto? Y, aunque no se te vaya, ¿gastarías el dinero que cuesta en otra cosa?
2. ¿Sirve para cubrir una necesidad inmediata? ¿Lo utilizarás por lo menos una vez a la semana? ¿Una vez al mes? En caso de utilizarlo una vez al mes, ¿va a hacerte ahorrar el tiempo suficiente como para justificar lo que cuesta y el espacio que ocupará?
3. ¿Es versátil? Si es un jersey, ¿queda bien con los pantalones y los zapatos que ya tienes, o solo conjunta con una prenda? ¿Te lo puedes poner para ir a trabajar y para salir? Si es un utensilio de cocina, ¿tiene más de una función (como, por ejemplo, una batidora que también sea licuadora)?
4. ¿Tengo algo parecido ya? En caso afirmativo, ¿este nuevo producto es mucho más útil que el que tengo en casa? ¿Merece tanto la pena como para asumir el coste del nuevo objeto y el coste de deshacerme del que tengo en casa? (Porque, oye, ya pagué por ello en un principio. Si me voy a deshacer de él, no voy a amortizarlo más).
5. ¿Tengo espacio en casa para guardarlo? En caso negativo, ¿estoy dispuesto a tirar algo para hacerle hueco? ¿O acabará en el fondo de algún armario, aplastado por otras cosas y olvidado hasta la siguiente limpieza?
6. Si tuviera que mudarme mañana, ¿merecería la pena empaquetarlo y llevármelo? O, más difícil todavía: si tuviera que mudarme a un estudio o a una autocaravana, ¿me lo llevaría? Esto no quiere decir que no se puedan comprar cosas que no encajen en esta categoría, pero es mejor sopesarlo antes.
7. ¿Mi pareja se preguntará que para qué narices lo necesitamos? En caso afirmativo, ¿seré capaz de convencerla de que es una compra necesaria? No es que necesite pedirle permiso, pero, para mí, es la prueba del algodón porque mi marido no es tacaño, pero es increíblemente práctico.
8. ¿Voy a comprar esto porque lo quiero o lo necesito de verdad o porque estoy intentando llenar una inseguridad subyacente? ¿Estoy comprando a modo de terapia porque he tenido un mal día? ¿Me avergüenza la falta de decoración de mi casa y estoy intentando compensarlo? ¿Estoy descontenta con mi cuerpo y estoy intentando comprarme algo bonito para ocultarlo? ¿Quiero esta vajilla para fingir que soy alguien que no soy (¿quiero verme como la anfitriona perfecta en vez de como la mujer que pide comida para llevar y la sirve en platos desechables?)?
A veces, si un producto pasa todas estas pruebas, lo compro sin sentirme culpable. Y, a veces, aunque pase la prueba, me espero. En ocasiones, con el paso de las horas, los días o las semanas, me olvido del objeto que creía indispensable. Y, a veces, sigo pensando en él semanas después, cosa que interpreto como una señal de que puedo volver a la tienda y comprarlo.
Esta lista de preguntas no es un conjunto de reglas aleatorias que me presiono para seguir, sino que es una herramienta que me ayuda a mirar la situación desde otra perspectiva y que me obliga a cuestionarme mi forma de reaccionar a los expositores de las tiendas y a la publicidad. Me ayuda a entender mejor la diferencia entre lo que quiero y lo que necesito.
No tiene por qué ser malo comprar lo que queremos; a veces lo hago, de verdad. Lo que no está bien es comprar cosas sin plantearse los deseos inconscientes que pueden haber impulsado esa decisión o el coste que tendrá, más allá de lo que marca la etiqueta.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Brittany, The Nested Nomad. Puedes seguirla en Facebook e Instagram.
El post fue publicado con anterioridad en la edición estadounidense del 'HuffPost' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.