Así sería hoy el imposible viaje de los Reyes Magos de Oriente a Belén
Guerras, integrismo, yihadismo, fronteras y ocupación. Ni las estrellas más potentes pueden arrojar luz sobre el camino que lleva a una ciudad asfixiada tras un muro.
Pese a las dudas, pese a la Historia, estos días se celebra el nacimiento de Jesús en Belén, un episodio evangélico que culmina con la adoración de los Reyes Magos llegados para honrar al mesías recién parido. Este 6 de enero, 2023 años después de aquel primer gesto de reconocimiento, Melchor, Gaspar y Baltasar lo tendrían bien difícil para acceder a la ciudad palestina desde Oriente. Ahora los peligros no son tanto las barreras naturales, las lenguas desconocidas o los salteadores de caminos de entonces, sino los integristas, los yihadistas, las fronteras y alambradas, las guerras, la ocupación y los papeles que marcarían sus pasos. Tan lejos de la sencilla luz de una estrella que luce por encima de todos los obstáculos.
Asia central y Oriente Medio son y seguirán siendo, tristemente, dos de los focos de inestabilidad y violencia más candentes del planeta. Paz y amor, ese que cantan los villancicos, poco. Sus habitantes están embarrados en una sucesión de tragedias que los alejan de ese mundo de ciencia y conocimiento, de respeto y convivencia, del que los reyes son ejemplo.
Una caravana sospechosa, con oro, incienso y mirra (que a saber lo que es eso), compuesta por hombres de distintas nacionalidades y creencias, no pasaría por los controles que nos hemos dado los hombres, por las rendijas limitadas a unos y vetadas a otros, por la violencia que todo lo ocupa. La magia, en el siglo XXI, es sobrevivir al dolor, como hacen los habitantes de esta senda, de Afganistán a Palestina.
Lo que dicen las Escrituras
Las referencias a los reyes son pocas. Se sabe que llegaron de Oriente, pero nadie afina de dónde. En realidad, de cuatro evangelistas, sólo uno, Mateo, hace referencia a ellos. El nacimiento y la infancia de Jesús están infranarrados en las Escrituras y se cree que son episodios recreados más tarde, a la luz del poder de su figura, en un intento de dar valor a su origen, a las predicciones sobre el salvador, a la reverencia de otros sabios desde la cuna.
Lo que se sabe, lo que no se sabe
Así que Mateo afirma que llegaron a Belén unos magos, buscando al “rey de los judíos” que había nacido allí, y le hicieron tres regalos, símbolos de realeza (oro), divinidad (incienso) y sufrimiento y muerte (mirra). Nada más dice la Biblia. Han sido otros evangelios apócrifos o textos posteriores –sobre todo, del siglo V en adelante- los que han afianzado la idea de “reyes” que hoy manejamos y también la tradición de que eran tres o de que tenían nombres, sacando a flote hasta supuestas reliquias con el paso de los siglos.
Sabios y doctores de la Iglesia han ido añadiendo, sobre esos datos que no tienen verosimilitud histórica, más detalles que son los que nos sirven de base para nuestro mapa. Los evangelios apócrifos, no ortodoxos, también han aliñado el relato. El papa León I El Magno fue quien clarificó su número, pese a que ramas como la armenia hablan de hasta 12 magos, tantos como los apóstoles, y Beda El Venerable recoge más tarde sus denominaciones y el color de su pelo y su tez, aunque pronto empezó a relacionarse a cada rey con uno de los tres continentes conocidos entonces (Europa, Asia y África) para hablar de la universalidad de la fe cristiana.
Lo más probable es que profesaran el zoroastrismo, una religión fundada por Zoroastro o Zaratustra que, entre otras cosas, defiende el libre albedrío del hombre para elegir entre el bien y el mal, hasta que le toque rendir cuentas a su muerte.
Un camino de violencia
Si nos acogemos a lo apuntado por estos expertos, Melchor, Gaspar y Baltasar venían del este de Belén, desde Persia, Babilonia y Asia Central-Sur, acompañados de sus sirvientes, con una pequeña ayuda. Concretando con la geografía de hoy, nos referiríamos a países como Afganistán, Pakistán, Irán o Irak, la antigua Persia y Babilonia. De ahí, al campo de los pastores, a Beit Sahour.
Afganistán lleva un año y medio, de nuevo, en manos de los talibanes. Toda una generación criada con más libertades y derechos, gracias a la presencia internacional y a gobiernos corruptos pero no integristas, ha quedado sepultada. La persecución de quien no lleve el Islam a su manera acaba en la muerte. Han cerrado academias y universidades y a las mujeres se les han prohibido los estudios. La ciencia en la que militaban los sabios que fueron a Belén está perseguida por ellos y por terroristas como los de Al Qaeda o el Estado Islámico. Las carreteras están controladas por los islamistas y hay algunos reductos en guerra, lo que complica el tránsito hasta de ayuda humanitaria, vital para el 70% de la población.
Pakistán, por su parte, no tiene un Gobierno islamista, pero también sufre el azote integrista a través del Movimiento de los Talibanes Pakistaníes, muy peligrosos y agresivos. Atacan constantemente escuelas, institutos y universidades, laboratorios y bibliotecas, especialmente con coches bomba. Ellos quisieron matar a Malala Yousafzai, Nobel de la Paz, cuando iba en autobús al colegio. Además, aunque ha habido ciertos avances legislativos, la libertad de expresión y la disidencia siguen restringidas desde el Ejecutivo, con nuevas leyes y castigos más duros. La policía hace uso de fuerza excesiva contra manifestantes y nadie da cuenta de las desapariciones forzosas. Los intelectuales, como los reyes, no son especialmente queridos.
Irán está en plena ebullición. Vive las mayores manifestaciones contra el régimen de los ayatolás desde que se impuso, hace más de 40 años, con la Revolución Islámica. El asesinato a manos de la Policía de la Moral de la joven Mahsa Amini, por llevar mal puesto el velo, ha encendido las calles. De la vida de las mujeres se ha pasado a pedir la libertad de todo un pueblo. Pero la represión es brutal. El poder de los clérigos y su cerrazón se mantiene. Se cumplen dos años de mandato de Ebrahim Raisi, presidente radical donde los haya, sin esperanza. ¿Dónde cabe un rey de otra creencia, que se hace preguntas, en un país que persigue la diferencia, la disidencia y la libertad?
En Irak, su país vecino, la guerra con Irán impulsada por Saddam Hussein, la posterior invasión a Kuwait y las dos guerras del Golfo, así como la invasión estadounidense y las diferencias étnicas entre sunitas y chiitas, han llevado a Irak a una compleja situación política y económica. No es un estado fallido como Afganistán, pero su situación de seguridad es frágil. Los choques entre partidarios y detractores del clérigo Muqtada al Sadr, los bombardeos contra los kurdos y los atentados yihadistas de grupos como el ISIS alteran notablemente su normalidad.
En Siria, la Primavera Siria contra el dictador Bashar el Assad se convirtió, por culpa de la represión del régimen, en guerra civil. Llegó la descomposición total en resistencia, milicias, yihadistas, entró Rusia en juego... y así llevamos, en guerra, desde 2011. Se han reducido los combates abiertos y los bombardeos, porque el poder de Damasco es mayor, pero los muertos se cuentan por más de 300.000 civiles (datos de la ONU) y los refugiados, por casi seis fuera de sus fronteras y casi siete desplazados internos. El ISIS sigue peleando, pese a la caída del califato.
Jordania sería la parte más tranquila del viaje de los Reyes Magos. Algunos la llaman la Suiza árabe. Cruzar por su tierra no tendría riesgos para su integridad. La estabilidad política está asegurada con una monarquía que cortocircuita a sus críticos, aunque sigue habiendo movimientos populares que piden más democracia y derechos. Críticos son también islamistas como los Hermanos Musulmanes, el grupo opositor de más peso y que suele criticar duramente las políticas del Gobierno del reino respecto a Israel, por ejemplo, especialmente importantes ahora que florecen las relaciones comerciales entre Tel Aviv y el mundo árabe.
Y, al fin, los reyes caminarían hacia el Mar Muerto, que sí aparece expresamente en algunas referencias sobre los magos, aunque medievales, muy posteriores al momento de la adoración. Es entonces cuando el pasaporte les pasaría factura, posiblemente. Un iraní tratando de cruzar un paso fronterizo que controla Israel al otro lado... No. Ambos países siguen siendo enemigos irreconciliables. Irán es el demonio para Israel, un país cuyos líderes propugnan la destrucción de Israel. Tel Aviv enarbola esa bandera, la del miedo a la aniquilación, para mantener las espadas en alto y le ha resultado bien a líderes recientes, como Benjamin Netanyahu. Las relaciones entre ambos están completamente rotas. Cualquier visita es bloqueada, bilateralmente. Imposible pasar.
Un afgano, un iraquí... Quizá. Pero vienen más problemas. ¿Cómo y por dónde cruzan? A Israel no podrían llegar desde Siria, ya que la frontera que comparten está cerrada y ocupada, los Altos del Golán, y también vigilada militarmente. Desde Jordania hay pasos fronterizos abiertos a lo largo del Valle del Jordán y el Mar Muerto. Largas colas, interrogatorios invasivos, complicaciones en función de adónde se va y a quién se va a ver o visitar. La ONU entiende que el valle del Jordán, al que acceden estos pasos, es suelo palestino ocupado desde 1967, en la Guerra de los Seis Días, pero Israel se niega a soltar esa frontera y la protege con uñas y dientes.
Si los reyes pasan de Jordania a Israel, aún quedaría entrar en Cisjordania, que es donde se encuentra Belén, a escasos kilómetros al sur de Jerusalén. Cisjordania llega hasta la frontera con Jordania, pero no es Palestina quien controla ese acceso, así que la comitiva deberá cruzar controles militares para entrar en suelo internacionalmente reconocido como palestino, pero ocupado por Israel desde 1967, cuando la Guerra de los Seis Días.
Los extranjeros pueden pasar a Cisjordania como turistas -no así a Gaza, el otro gran territorio palestino, bloqueado por tierra, mar y aire desde que Hamás ganó las elecciones en 2007-, pero los palestinos necesitan un permiso especial para poder entrar o salir de la jaula. Esos salvoconductos se otorgan por motivos de salud, estudio, trabajo o visitas religiosas y son ridículamente escasos. Ahora, en Navidad, suelen darse unas decenas para que los fieles acudan a los Santos Lugares.
Los reyes pueden seguir caminando desde el Mar Muerto mirando la estrella, cruzando el pétreo desierto, hasta que se topen con las colonias en las que residen ilegalmente casi 600.000 israelíes, según datos de la ONU. Para entrar en Cisjordania necesitan superar los checkpoints, los controles militares en el muro de hormigón que aísla la zona, una construcción que combina alambrada y electricidad, de más de 70 kilómetros y condenada por la Corte Internacional de Justicia.
Si entrasen, que ya es difícil, y fuesen al valle de los Guardianes de la Noche donde estaban los pastores aquella noche de hace más de 2.000 años, verían las lomas donde viven hasta exministros de Israel, las buenas carreteras de los colonos, las alambradas y los puestos de control, al alcance de la mano. Si subieran al portal de Belén, que no está en un valle sino más bien en un cerro alto de la localidad (casi 29.000 habitantes hoy), hallarían la Basílica de la Natividad, restaurada hace un par de años, que en este 2022 ha recuperado su luz, acabadas las limitaciones impuestas por el coronavirus.
La fe de una ciudad donde cristianos y musulmanes viven en paz, las gaitas y bailes de los grupos que festejan la navidad en las calles, los tés con menta que rulan por las callejuelas -regalo de los comerciantes entre ellos y al visitante-, los rezos, los autobuses de turistas, las peleas hasta por quién controla la Natividad, dividida entre la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa Griega y la Iglesia Apostólica Armenia. Todo en una misma estampa. La salida, a base de registros e interrogatorios, sería un paseo si lograran superar todo lo anterior.
“Y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”, se lee en el evangelio de Lucas. Lo que no tiene la tierra de los magos, lo que no tiene la tierra de Jesús, el palestino.