'A los 23 años me diagnosticaron cáncer y lo último que hice fue compadecerme'
María de la Villa es una joven periodista con mucho coraje. Tenía solo 23 años cuando le detectaron un tumor cancerígeno en el cerebelo y nos lo relató en un blog. Al leer su experiencia y sus pensamientos respecto al cáncer y al tratamiento vemos que en ningún momento perdió la esperanza ni dejó de sonreír. Al contrario, sus textos evidencian su valentía, ilusión, fuerza y superación.
En 2017 viajó desde su Madrid natal a Barcelona, donde actualmente estudia el Máster en Comunicación Científica, Médica y Ambiental de la Universidad Pompeu Fabra. Quiere viajar por el mundo para explicar las "historias sorprendentes relacionadas con el medioambiente y la salud" que vaya encontrando.
¿Cómo empezó todo?
En julio de 2016 tuve un accidente de tráfico. Me embistió un hombre que iba borracho y sufrí el típico latigazo cervical. Tuve dolor de cuello, de espalda, mareos, vértigos... Decían que era normal por el accidente y que se me pasaría. Estuve dos meses yendo a diferentes médicos, pero los síntomas no desaparecían, por lo que me hicieron una resonancia. Nada más salir de la prueba me dijeron que debía empezar el tratamiento lo antes posible. No sabía de qué hablaban.
¿Es ahí cuando descubres que tienes cáncer?
Me detectaron un tumor en el cerebelo aparentemente benigno que se quitaba con una operación. Pero, al día siguiente, el panorama cambió radicalmente. Me diagnosticaron uno de los peores cánceres. El tumor estaba en la parte derecha del cerebelo y también había células cancerosas en la izquierda y en el vermis (la parte central). Las pruebas indicaban que tenía tres centímetros por tres centímetros, pero cuando me abrieron el cráneo para operarme, el tumor, que estaba comprimido, se expandió al encontrar espacio. En realidad, era de cinco por cinco centímetros y la preparación de la operación y los cálculos previos no sirvieron para nada.
Además de las consecuencias habituales de la quimioterapia, sufriste otras derivadas de la zona donde estaba el tumor.
El cerebelo coordina las actividades del cuerpo y controla los movimientos musculares. Cuando me operaron, perdí toda la estabilidad. Me extirparon la parte derecha del cerebelo y la izquierda tuvo que aprender sus funciones. Después de la operación no sabía andar, cuando intentaba hablar solo balbuceaba y me costaba muchísimo escribir.
¿Cuánto tardarse en recuperar tu vida normal?
Nunca vuelves a ser como antes. Todavía no siento la estabilidad al cien por cien. Hay pequeñas diferencias: a veces me cuesta escribir, mi letra de ahora no tiene nada que ver con mi caligrafía de antes de operarme, a la mínima que hago un esfuerzo me canso, a veces me sigo yendo para los lados... Pero ya no me supone un problema para el día a día. ¡Ahora hago aquagym, estudio un máster y voy a clases de flamenco!
¿Qué piensa una chica de 23 años cuando le diagnostican un cáncer?
Me había tocado y debía afrontarlo. Lo peor fue contárselo a mi familia. Notaba que sufrían, aunque no me lo dijeran. Desde el primer momento me propuse asumir ese diagnóstico y trabajar para curarlo. Nunca pensé que fuese a salir mal.
Eso es actitud positiva.
Quien tiene un cáncer u otra enfermedad ya sufre bastante, por eso es mejor no compadecerse e intentar no pensar en ello. Así se lleva mejor. Incluso, creo que para la curación también es importante. El oncólogo me dijo que un 30% de las posibilidades de superarlo dependen del ánimo.
Te lo tomaste al pie de la letra.
En realidad, mi actitud optimista fue más una respuesta al sufrimiento de mi familia que al comentario del oncólogo. Pensaba: "O yo lo llevo bien o se hunden". En todo momento intentaba arrancarles una sonrisa. Si no lo hacía yo, no lo haría nadie.
¿Ni compadecerse ni que se compadezcan?
Nunca me ha gustado que me traten con actitud paternalista. Me mataba que me dijeran "pobrecita" con cara de pena o intentasen sobreayudarme cuando podía hacer las cosas por mí misma. Y si no podía, lo pedía. Es cierto que estaba débil, pero no era inválida y no necesitaba sentirme más frágil.
Pero la gente se preocupa.
Lo entiendo. Y me lo demostraron. Aunque también recibía mensajes de personas que no sabía ni quienes eran. Me preguntaban con buena intención, pero no se daban cuenta de que en esos momentos necesitaba estar tranquila y no podía atenderles continuamente. Además, muchos me escribían porque sentían que tenían que escribirme. Creían que lo hacían por mí, pero realmente, era para sentirse mejor con ellos mismos.
En algún momento, ¿esa actitud positiva pasó a ser más pesimista?
Tuve pocos momentos de debilidad. El primero fue cuando me dieron el alta. Al salir del hospital, me subí al coche y, en un momento, pasó por mi cabeza todo lo que había vivido en las últimas semanas y me derrumbé. "Me han operado de un tumor en el cerebelo y estoy fuera", pensé. Lloraba de alegría, pero me desahogué como nunca. Fue determinante escuchar en el coche la música en voz alta y no a través de los auriculares como lo había hecho últimamente en el hospital.
También lloré cuando me empezaron a caer mechones en la ducha o cuando murió mi tío, murió mi abuelo o diagnosticaron cáncer a mi abuela. Esos momentos de tristeza me sirvieron para aliviarme. Seguramente que, sin saberlo, eran excusas para descargar todo lo que estaba pasando.
Muchos de estos momentos los explicas en un blog.
Cuando me diagnosticaron cáncer no sabía con qué me iba a encontrar y necesitaba conocer el proceso con detalle y las sensaciones de cada momento. Pensé en escribir mi experiencia por si a alguien le puede ser útil, ya sea porque lo padece o porque tiene una persona cerca. La idea era informar sobre qué pueden esperar y cómo podrían vivirlo. Además, en muchas ocasiones me fue útil para desahogarme escribiendo.
En el blog, hablas con naturalidad del cáncer, algo poco común...
Durante mucho tiempo, tanto la palabra como la enfermedad han sido tabú. La gente lo escondía porque era una vergüenza tener cáncer. Es una estupidez. Cada vez somos más respetuosos con los demás y ¿por qué no serlo con algo que está tan al orden del día?
El cáncer es la peste del siglo XXI, pero algún día sabremos curarlo. Se está investigando mucho y tenemos miles de avances, pero de momento no se puede y hay muchas personas que lo padecen. Entonces, ¿para qué vamos a estar ocultándolo? Si la gente quiere ir calva por la calle, que vaya. Y si los demás quieren mirar, ¡que miren!
Ya estás curada y todo ha pasado, ¿continuarás con el blog?
Sí. Todavía tengo muchas situaciones que explicar y muchos pensamientos que quiero guardar para el recuerdo. Aunque, a veces, me cuesta ponerme a escribir. Ahora tengo un día a día con mucha actividad y no siempre me apetece parar y retomar este tema que ya está superado.
¿Qué le aconsejarías a alguien que sufre un cáncer?
Vive el momento. Si te ha tocado esta "lotería", mala suerte. Lo único que puedes hacer es afrontarlo y disfrutar cada minuto. Hay que sacar toda la fuerza que queda para estar animado y vivir al máximo. Lo que no hay que hacer es compadecerse. No sirve de nada.
Ahora solo tienes que hacer un seguimiento. ¿Qué sientes cada vez que vas a una revisión?
Me pongo nerviosa. Tengo miedo de que encuentren una célula cancerosa por ahí suelta. Sinceramente, creo que, en mi vida, volveré a tener cáncer. Ojalá que no, pero soy joven y con las probabilidades que hay de que una persona tenga cáncer, ¿quién me dice que no lo vaya a volver a tener? No quisiera, pero es probable. Y me da la sensación de que no lo llevaría como esta vez, sobre todo porque estoy muy contenta de cómo ha ido todo el proceso. No sé si tendría la misma suerte. De todos modos, eso es algo que no debería pensar.