Ante la incertidumbre, emprendimiento
Tengo la firme convicción de que un ingrediente indispensable del éxito del emprendimiento estadounidense es que hemos aceptado como sociedad la noción de que los fracasos iniciales no te apartan de un éxito en el futuro.
Estoy encantado de estar en España y de participar en el segundo evento In3 organizado por la Embajada de Estados Unidos y la Organización Chamberí Valley. El evento reúne a innovadores, inversores e instituciones y es un elemento clave a la hora de conseguir que crezcan los negocios de más emprendedores.
El emprendimiento es vital para respaldar a las economías crecientes; por eso, en calidad de representantes del gobierno, tenemos que hacer todo lo posible para apoyarlo. En una encuesta publicada recientemente, quedaba reflejado que sólo el 18% de los jóvenes españoles están interesados en crear su propio negocio. Me gustaría que ese porcentaje creciera, no sólo porque el emprendimiento es una iniciativa que empodera y que aporta nuevas ideas, sino porque crea muchísimo empleo.
Yo fui emprendedor antes de ser diplomático. Fue entonces cuando pude ver desde dentro cómo es el poder de creación de empleo de las nuevas empresas: el poder es tangible, hay pruebas concretas que lo demuestran.
Por ejemplo, desde principios de la década de los 90, casi todo el crecimiento de empleos nuevos en Estados Unidos se debió a los negocios que llevaban menos de cinco años en pie. Eso significa la creación de más de 40 millones de puestos de trabajo.
Para crear un entorno empresarial duradero y productivo, no cabe duda de que la consiguiente política gubernamental ha de ser buena y tiene que servir de apoyo. No existe un enfoque universal, pero sí que hay puntos en común.
Primero, necesitamos seguir fomentando y simplificando el proceso de creación de nuevos negocios.
Además de agilizar el proceso de creación de empresas, se necesitan medidas inteligentes que ayuden a prevenir las quiebras, que no disuadan a los posibles emprendedores de no correr el riesgo asociado con crear un negocio propio.
En este aspecto, es importante que España haya reconocido que tiene que actuar. Ese es el primer paso. El año pasado, el parlamento español aprobó unas reformas históricas conocidas como "la ley de la segunda oportunidad" que tenían como objetivo poner las cosas más fáciles a los deudores a la hora de volver a empezar si su empresa no tenía éxito o si experimentaban problemas financieros.
Estamos entusiasmados con los esfuerzos que ha realizado el Gobierno para rediseñar la protección contra la bancarrota y estamos a favor de que se tomen más medidas.
Hay que tener en cuenta la importancia de la relación entre la investigación universitaria y el mundo empresarial. Hace unas semanas, el periódico El País publicó un artículo en el que se afirmaba que muchos descubrimientos o inventos españoles no llegaban al mercado porque los beneficios de la comercialización los recibe la universidad que genera la patente. España no es el único país que se enfrenta a este problema y hay que buscarle una solución, ya que la transferencia de tecnología es realmente importante a la hora de crear una empresa.
Desde una perspectiva más amplia podemos apoyar a los emprendedores abriendo nuevos mercados. Estados Unidos y la Unión Europea ya cuentan con la relación de comercio y de inversión más grande del mundo, con 3000 millones de dólares (unos 2600 millones de euros) de bienes y servicios intercambiados. La creación de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) es el siguiente paso de esta relación económica.
Este acuerdo eliminará tarifas, reducirá los trámites burocráticos y ayudará a superar las diferencias entre regulaciones. Todo ello facilitará la inversión y el comercio, también para las pequeñas empresas. La TTIP no bajará los estándares, como dicen algunos, sino todo lo contrario.
La Asociación ayudará a fomentar el crecimiento de los 28 Estados miembros de la UE, entre los que se encuentra España, y hará posible el crecimiento a largo plazo que Europa necesita para crear más empleo, incluso para los jóvenes.
Otro asunto importante aparte del entorno regulado es el de reunir capital, que incluye la cuestión de buscar inversión en vez de recurrir a préstamos. En Estados Unidos estamos acostumbrados a la presencia de "inversores milagrosos", personas ajenas a la familia y a los amigos que están dispuestas a correr el riesgo que supone apostar por un buena idea. Las start-ups estadounidenses no podrían haber tenido estos resultados si hubieran estado ahogadas por las deudas desde su creación. Por ese motivo, es importante desarrollar redes de "inversores milagrosos" y de empresas que sean capaces de financiar a nuevas empresas.
Por último, es importante prestar atención a las normas culturales. Gracias a los viajes que he realizado, he sido testigo de que la convención social tiende a estigmatizar el fracaso de las empresas. Pero emprender consiste en estar preparado para afrontar los riesgos que puedan surgir en el camino. Según mi experiencia, incluso el inversor más inteligente puede esperar que la mitad de las empresas a las que apoya acaben fracasando. El fracaso no es algo extraño, es algo que cabe esperar en algún punto del proceso si se hace algo innovador de verdad. Ser emprendedor requiere mantener una actitud de perseverancia en un entorno de incertidumbre. Los "fracasos didácticos" dan lecciones necesarias.
Tengo la firme convicción de que un ingrediente indispensable del éxito del emprendimiento estadounidense es que hemos aceptado como sociedad la noción de que los fracasos iniciales no te apartan de un éxito en el futuro. Homenajeamos a los que tienen el valor de intentar algo nuevo y de correr el riesgo de crear algo suyo, aunque rara vez lo consiguen a la primera. Quiero dejarlo claro: Estados Unidos no sería el país que es si hubiéramos tenido una actitud de miedo al fracaso. Cuanto antes cale esta idea en todo el mundo, antes empezarán a crecer las economías.
En Estados Unidos creemos en los innovadores que dan con ideas nuevas y las transforman en empresas que crean empleo. Creemos en los inversores que seleccionan empresas nuevas y valientes y las ayudan a crecer. Y creemos en un Gobierno inteligente que busque promocionar las condiciones en las que los emprendedores puedan triunfar. ¿Por qué? Porque el hecho de que el Gobierno, el sistema educativo y la industria privada trabajen juntos por un objetivo común puede ayudar a que la economía crezca y a mejorar la vida de los ciudadanos.
Traducción de Irene de Andrés Armenteros