Tráfico de feminismo
El feminismo está de moda, o eso parece. Y las modas hay que explotarlas. Que la mujer vende lo tenemos claro de hace mucho tiempo. La novedad es que, ahora, aparentemente, puede ser ella la mayor beneficiada si sabe jugar bien sus cartas. Pero no pierden la ocasión de adaptarse a los nuevos tiempos los que siempre han manejado la baraja. Podría haber elegido un tema menos puntilloso para estrenarme por estos lares, pero este me pica, o, más bien, me escuece. Sé que puedo acabar descubriendo que estoy metiendo el dedo en mi propia llaga. Me lanzo en conciencia con mi "inconsciente".
Es indiscutible la necesidad de un revulsivo que acabe con desigualdades, prácticas abusivas, malos tratos, falta de oportunidades... Pero somos actores de unos tiempos que han convertido el "feminismo" en un negocio (eso también lo hemos importado de los States). No es necesaria una gran inversión para tener acciones de "feminismo". No hay que ser especialmente listo para conseguir transformar la demagogia en una oportunidad muy rentable. Pero la realidad se impone y evidencia nuestras malas artes. Y es que, a efectos prácticos, de poco sirven los fuegos artificiales.
Con el "feminismo" de mercado, como con otros temas que no voy a mencionar para no meterme en más jardines de los estrictamente necesarios, parece que nos aceche a todos el riesgo a ser señalados por uno u otro lado. Si no estás totalmente a favor es que estás en contra del movimiento y apoyando al tirano. Resulta casi inevitable que nuestros proyectos, intereses y objetivos se tiñan de las inquietudes colectivas. Ya sea por la búsqueda del bien común, por supervivencia social o empujados por la ley de la oferta y la demanda. Pero se extiende la sensación de que este mercadeo está abaratando el movimiento y restando valor a la lucidez y a los logros de las que lucharon y los que luchan a cambio de nada.
Entretanto, los errores se degustan en streaming. Cualquier intento de sumar ahora puede restar con el efecto de caída libre, provocando un eco que nos deja a todos llenos de moretones virtuales por peleas que, a veces, ni siquiera se han iniciado. Gritamos con indignación a todo lo que nos parece desacertado, aunque nosotros también hayamos calzado de esa guisa. Somos responsables de cada paso que este movimiento está dando, de las reacciones airadas, de los cambios reales y del dolor de cada llaga.
Habrá que pensar, entonces, no solo en la dosis, sino también en la pureza del material que estamos manejando y que, si sabemos manipular, puede llegar a mejorar nuestra raza. Si queremos traficar con la droga de moda, podría ser beneficioso para todos añadir a la mezcla un poco de cabeza, alegría y unas gotitas de calma.