Refugio de guerreros y princesas

Refugio de guerreros y princesas

Las casas son paredes, camas, cocinas. Tristemente esa confusión que provoca en los países occidentales la necesidad de poseer, hizo que hace unos años perdiéramos el rastro de migas de pan. La hipoteca se convirtió en penitencia y castigo a cadena perpetua.

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Sujetando el nido. Autora: RAQUEL MONJE. 2012. Tinta y grafito sobre papel caballo.

Las casas son paredes, camas, cocinas. Refugios de guerreros y princesas, de ancianas solitarias, de amigos, parejas, tunantes y buenos samaritanos. No todas las casas son un hogar ni todos los hogares se reducen a una casa, pero lo que es evidente es que en muchas de ellas se atesora esa memoria sin recuerdo cuyo peso específico tiene una relación directa con lo que somos como personas.

Tristemente esa confusión que provoca en los países occidentales la necesidad de poseer, hizo que hace unos años perdiéramos el rastro de migas de pan. La hipoteca se convirtió en penitencia y castigo a cadena perpetua. La sociedad, esa abstracción que tantas veces obvia al individuo en favor de algo mucho más poderoso, se encontró lidiando con una desmedida ambición que desembocaría, como ya sabemos, en una cacería donde el más fuerte destrozaría al pequeño sin remisión.

En ese camino hacia la realidad que viven actualmente tantas familias, la vivienda como tal, dejó de ser solo un hogar para convertirse en una inversión. Perdimos la libertad de movimiento y la perspectiva de quiénes somos. Algunos nos creímos seres pseudotodopoderosos con capacidad de amasar microfortunas que no lo eran. Viéndolo ahora con la perspectiva del tiempo, resulta imposible pensar que ese modelo fuese sostenible a la larga para la mayoría. Aturdidos por el destello del oro, nada más era susceptible de ser tenido en cuenta. Nos vendieron que adquirir ladrillos supondría una rentabilidad que revertiría en pura felicidad.

Miles de personas en contra del desahucio han salido a la calle en toda España, movidas por la defensa del artículo 47 que, como sabemos, se resume en el derecho a una vivienda digna. La impotencia por la estafa que supuso que la oligarquía económica olvidara sus intereses, ha derivado en una sensación de abandono difícil de gestionar. Según la Constitución, se supone que los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. Nada más lejos de la realidad social que estamos viviendo.

En este contexto, puede parecer hasta banal hablar de hogar como concepto: de esa necesidad de ubicarse sobre la intersección que une el camino a los dioses que habitan el cielo y hacia abajo, al reino de los muertos, que diría John Berger. Ese lugar de olores y lumbre que acaricia y protege, y que por encima de todo, debería ser respetado. Rachel Whiteread, primera artista mujer en ganar el Premio Turner en 1993, se refiere a esa persona sensible a las memorias infantiles de casa, poetizadas en el inconsciente. Nunca a hipotecas o terrorismo financiero. Seguramente porque esos espacios mentales son esenciales y tienen un valor incalculable que jamás tendrán cabida en el mercado inmobiliario.

El sacerdote Joaquín Sánchez y otros muchos miembros de la Iglesia Católica de Murcia llevan pidiendo en nombre de Dios, piedad y mesura en las negociaciones para poder llegar a acuerdos ante los desalojos. La falta de confianza en los bancos, en los políticos y en la justicia ha excedido los límites y para muchos, solo él puede interceder para ayudar, como si sólo el mundo de lo invisible pudiera salvarnos del abismo.

Puede que todos y cada uno debamos revisar nuestro concepto de hogar en relación al de casa, que para mi tiene mucho que ver con el lugar donde uno es esperado, que diría Antonio Gala. Pero antes, deberemos confiar en el tribunal de Luxemburgo para que interceda en favor de la justicia y seguidamente preguntar a los bancos si la dirección de la espera es la misma de siempre o nos toca reubicar nuestras nostalgias, nuestra dignidad y nuestros derechos.

* A día de hoy más de 170.000 desahucios se han llevado a cabo en España desde que comenzara la crisis en 2008.