Burbujas sostenibles y falsas soluciones a la crisis
Coches, negocios, dietas, vaqueros, zapatillas, alimentos... ¿sostenibles? En estos últimos años, muchos Estados y grandes multinacionales se han apropiado de esta etiqueta para aplicarla a productos o proyectos algo menos dañinos para el medio ambiente que las alternativas tradicionales, pero muy lejos de cumplir estándares reales de sostenibilidad.
Coches, negocios, dietas, vaqueros, zapatillas, alimentos... ¿sostenibles? En estos últimos años, muchos Estados y grandes multinacionales se han apropiado de esta etiqueta para aplicarla a productos o proyectos algo menos dañinos para el medio ambiente que las alternativas tradicionales, pero muy lejos de cumplir estándares reales de sostenibilidad. La irrupción del greenwashing ha sido además la excusa perfecta para que muchas empresas nos engañen como consumidores sobre las bondades ecológicas de sus productos o sus supuestas prácticas productivas sostenibles.
Conmemoramos el Día de la Tierra con nuestra conciencia ecológica aparentemente aliviada, aunque el informe State of the World 2013: Is Sustainability Still Possible? del Worldwatch Institute deja claro que el panorama es preocupante y descorazonador. Robert Engelman, autor del estudio, alerta del uso abusivo e indiscriminado del término sostenible, que casi hemos vaciado de contenido, e insiste en la urgencia de un gran cambio social que promueva un nuevo modelo de desarrollo realmente sostenible -con un equilibrio real entre la parte ambiental, social y económica- y acorde con los ya científicamente demostrados límites ecológicos del planeta.
Al descrédito del concepto de sostenibilidad, también se une lo que el periodista Carlos Fresneda define como apagón ambiental: desde el fracaso de la Cumbre del Clima de Copenhague "lo verde ya no vende" en los medios de comunicación y la preocupación por el medio ambiente entre la ciudadanía se sitúa en los niveles más bajos de los últimos veinte años (sondeo Globescan), a pesar de que los impactos de la degradación ambiental son más evidentes que nunca.
Sin presión ciudadana ni mediática, nuestros gobernantes cuentan entonces con la excusa perfecta para desentenderse del medio ambiente. En España, desde 2009 las políticas ambientales han sufrido un recorte presupuestario de un 70% y con la llegada al poder de Mariano Rajoy a los recortes en educación, sanidad, servicios sociales y cooperación se suman también los ambientales. Los PGE 2013 incluyen cifras ridículas para prevenir el cambio climático y suponen además el abandono del medio rural.
Aprovechando la visita estos días a España de la Comisaria europea de Cambio Climático Connie Hedegaard para lanzar una campaña europea de concienciación en materia climática, las más de 30 organizaciones (ecologistas, de desarrollo, consumidores, sindicales, científicas...) que formamos Coalición Clima le hemos trasladado nuestra preocupación ante los graves errores del Gobierno. De hecho Bruselas ya le ha dado más de un tirón de orejas a Rajoy por la ausencia de políticas ambientales en su programa de reformas y criticado duramente el parón a las energías limpias del ejecutivo español.
Con el paro o los desahucios como problemas acuciantes para una parte importante de la población, ¿qué hueco puede ocupar lo ecológico y por qué considerarlo una prioridad? Detrás de conceptos como cambio climático, desertificación o biodiversidad que nos dejan muchas veces indiferentes, está en juego garantizar derechos humanos fundamentales vinculados a una gestión sostenible de nuestros recursos naturales: derecho al agua, la tierra, la alimentación, la energía...
Estos derechos no pueden quedar en manos de los mercados (especulación con los precios de los alimentos) o los intereses de multinacionales (privatización del agua, de las semillas, acaparamiento de tierras...) y para ello la movilización ciudadana a nivel global es clave para exigir a nuestros Estados que cumplan con sus obligaciones como garantes de nuestros derechos.
Las soluciones a la actual crisis no pasan por los recortes, sino por asumir que nuestro modelo de producción y consumo está agotado. Apuestas como las renovables o las inversiones en I+D+i son solo parte de la solución como vías para la generación de empleo y la dinamización de la economía, sin embargo nuestros políticos siguen apostando por despropósitos como la iniciativa Eurovegas, la macro-urbanización de Valdevaqueros o la reforma de ley de costas, por no hablar de las extravagancias del Ministro Arias Cañete que pasan por duchas frías como solución mágica para ahorrar energía y por el nocivo fracking.
Mientras nuestros gobernantes siguen anclados en viejas recetas para salir de la crisis, son numerosas las iniciativas ciudadanas que han asumido la interdependencia entre el bienestar de las personas y el bienestar del planeta construyendo propuestas transformadoras: las Redes de Huertos Urbanos reúnen a diversos colectivos dedicados a la agricultura ecológica en los espacios urbanos; las mujeres rurales de Senegal, Gambia y Guinea-Bissau en el marco de la campaña "África se mueve" se movilizan para no ser expulsadas de sus tierras y seguir dedicándose a sus cultivos de arroz, el sustento alimentario de sus comunidades y la activista india Vandana Shiva ha lanzado la campaña Seed Freedom para que agricultores y agricultoras comercien con bancos de semillas locales sin control de los mayoristas y favorecer el libre intercambio de semillas. Ante la sequía de ideas de nuestros políticos, hay que confiar más que nunca en las iniciativas ciudadanas, acciones positivas que ya están generando cambios desde lo local y que merecen todo nuestro apoyo.