Austria es solo el comienzo de un mundo más polarizado
La lucha por la democracia en sí misma está siendo liderada por políticos de extrema derecha como Hofer en Austria, Trump en Estados Unidos y Le Pen en Francia, que defienden la purificación de la democracia en sociedades profundamente divididas. Con Austria esto no ha hecho más que empezar.
BERLÍN - A lo largo y ancho del mundo occidental, la derecha está ganando simpatizantes y cobrando fuerza. En Estados Unidos, Hillary Clinton y Donald Trump son esclavos de las encuestas. En Austria, se llegó al momento decisivo entre el candidato verde Alexander van der Bellen y el nacionalista de derechas Norbert Hofer. Estas sociedades están divididas por la mitad.
Para Alemania, estos resultados llevan mucho tiempo siendo lo normal. No han sucumbido al radicalismo, pero la realidad parlamentaria de que en dos o tres legislaturas previas y actuales los socialdemócratas y los cristianos conservadores se hayan visto obligados a gobernar en coalición da que pensar. Conduce a un callejón sin salida, ya que los asuntos más importantes del futuro no pueden afrontarse en punto muerto. Los compromisos, la vida de la democracia, siempre se estiran lo máximo posible bajo el mando de estas formaciones; y, en ocasiones, se estiran demasiado.
Probablemente esa sea la razón por la que la gente mira a Austria con ese temor: los saltos repentinos, tanto a la derecha como a la izquierda, nunca han sido buenos para Alemania. Nuestros vecinos alpinos estaban preparados para investir a un presidente de extrema derecha. Al final, el hombre de los verdes, el candidato más moderado, ganó las elecciones por los pelos.
El Partido Verde lleva mucho tiempo siendo una opción revigorizante dentro del espectro político europeo. Pero, aun así, Hofer obtuvo casi la mitad de los votos en unas elecciones que, por cierto, contaron con unas cifras de participación sin precedentes del 72%. ¿La radicalización del panorama político, en la que los votantes se posicionan en los extremos del espectro, ha revitalizado la democracia?
Los observadores están de acuerdo en que la democracia, y la democracia liberal en particular, es algo por lo que se debe luchar. A lo largo del mundo occidental, las fuerzas políticas neonacionalistas, anti islamistas, homófobas o sexistas han cobrado fuerza. Y, con resultados récord, son capaces de pasar de ser candidatos a llegar al parlamento, como es el caso del partido Alternativa para Alemania (AfD). El año que viene se celebrarán elecciones federales en Alemania. ¿Qué papel desempeñará el partido AfD?
La lucha por la democracia en sí misma está siendo liderada por políticos de derechas como Hofer, en Austria, Trump, en Estados Unidos, y Le Pen, en Francia. Defienden la purificación de la democracia de los males que le están infligiendo ciertos grupos minoritarios. Para ellos, la democracia es el gobierno de la mayoría sobre la minoría. Por otro lado, en las democracias liberales -tal y como se han formado en los países de Occidente- lo bien que se trata a las minorías es inversamente proporcional a su valor, su funcionalidad y su legitimidad.
Durante una temporada, la tendencia ha seguido la dirección contraria. Ahora la gente se pregunta: ¿Qué significa ser francés? ¿Qué significa ser inglés? ¿Qué significa ser alemán?
En un mundo globalizado, donde todo el mundo está conectado digitalmente, las cuestiones de identidad son cruciales. Fuera de Occidente, algunos grupos sueñan con lugares homogéneos: la expulsión de los cristianos de Oriente Medio es consecuencia de las ambiciones de homogeneidad y superioridad del Estado Islámico. Sucede lo mismo con el sueño hindú del Gobierno actual de la India.
Por lo tanto, las elecciones en Austria no son más que un aperitivo. A finales de junio se celebrará el referéndum sobre el Brexit en Inglaterra, con respecto al cual la intención de voto está muy reñida; en noviembre tendrán lugar las elecciones en Estados Unidos, donde parece que la sociedad también está dividida en dos.
Austria es un país pequeño y, dentro del panorama político actual, insignificante; aunque cualquiera que visite Viena se dará cuenta de que en su momento albergó a un gran imperio. Esto también puede aplicarse a París o a Londres. El regreso a la antigua grandeza, una misión que evoca Trump en Estados Unidos y que también resuena en Francia, Inglaterra y Austria con el mismo estilo retórico.
Me temo que Austria es solo el comienzo.
Este post fue publicado originalmente en 'The World Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.