17-A, un año después: así se preparó el mayor atentado yihadista de la década en España
La radicalización, los preparativos, los objetivos y los agujeros negros, a la luz por el levantamiento parcial del secreto de sumario.
El próximo 17 de agosto se cumplirá un año del atentado en La Rambla de Barcelona, al que siguió el ataque de Cambrils. Una célula yihadista radicada en Ripoll y liderada por un imán marroquí mató a 16 personas inocentes. Ocho de los terroristas murieron también. Fue el mayor golpe terrorista de la década en España.
Tras el dolor y la solidaridad, tras el estupor, ha seguido un año intenso de trabajo de los cuerpos policiales y la justicia. Justo ahora, el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu ha levantado parcialmente el secreto del sumario del caso y lo que sabemos es terrible: que la tragedia pudo ser inmensamente mayor, porque planeaban el ataque más sangriento visto en Europa, contra lugares de ocio masivo; que la radicalización de la célula -esa que nadie entendía al calor del ataque- se vio venir al menos un año antes; que no se ha aclarado quién era el cerebro ni si sigue vivo.
Estas son las principales novedades que arroja el sumario y que ayudan a entender cómo se fraguó el día más negro de la historia reciente de Cataluña.
La radicalización
La célula que dio el doble golpe del pasado agosto estaba compuesta por una decena de personas, lideradas por el imán de su pueblo, Ripoll, llamado Abdelbaki Es Satty, un marroquí de 44 años. Los demás hombres, de entre 17 y 28 años, tenían entre sí unos intensos lazos afectivos y de parentesco, con cuatro parejas de hermanos y dos de ellas, a su vez, de primos. Sus nombres: Mohamed y Omar Hichami, Youssef y Said Aalla, Younes y Houssane Abouyaaqoub y Dris y Moussa Oukabir, a los que se suman Said Ben Iazza y Mohamed Houli Chemlal. El imán y siete de los hermanos murieron en acción, bien en la explosión de la casa de Alcanar en la que preparaban el ataque, bien perseguidos por las fuerzas policiales. Driss Oukabir, Ben Iazza y Chemlal pudieron ser arrestados y están en prisión provisional.
En las horas posteriores al ataque, las familias de los terroristas insistieron en que eran chicos normales, no violentos. Carecían de antecedentes, salvo Driss Oukabir, que sí había sido procesado por robo, agresión sexual y violencia de género contra su novia. Más tarde, el padre de Younes, autor material del atropello en la Ciudad Condal, se preguntaba: "¿Cómo permitieron que ese imán estuviese aquí?". Y se lamentaba de que el disimulo y la apariencia hubieran hecho a todos ciegos ante lo que se estaba forjando. Sin embargo, del sumario se extrae que tanto familiares como amigos notaron un cambio en la actitud de los jóvenes, al menos un año antes del ataque. Y no saltaron las alarmas.
Sus allegados culpan de todo al imán, que llegó al municipio en 2015. Los jóvenes iban habitualmente a la única mezquita de la localidad, pero Es Satty abrió una segunda y le siguieron. Ahora se denuncian sus "discursos radicales", en los que hablaba de "lucha armada" y de "matar a los infieles", de "hacer la yihad sin pedir nada a cambio". No hubo denuncias al respecto. El imán empezó convenciendo para su causa a los hermanos mayores, para que luego fuera más sencillo captar también a los chicos y hacer un grupo importante. La mezquita se convirtió en el "lugar de referencia" para todos, algo que saltaba a la vista de su gente cercana.
El mayor cambio se notó en el verano de 2017, un par de meses antes de los atentados. La pandilla empezó a cambiar su modo de vestir, a no proferir insultos ni maldiciones, a rezar constantemente, a eludir todo trato con las mujeres, a olvidarse de su ocio habitual (charlas en las plazas, fútbol, discotecas). Fríos de trato, "más tristes y con ojeras", ya no eran esos chavales poco religiosos. Dejaron de ir a clase, los que aún estudiaban. Sólo iban a un kebab, a reunirse. Las pocas veces que veían a sus antiguos colegas los sermoneaban. Moussa, recuerda un amigo, llegó a decir en público que "todos los españoles eran malos" y que "los judíos" controlaban el mundo. Driss, tras una quedada en la que hubo drogas de por medio, verbalizó que era "yihadista". Cuando los amigos le quisieron preguntar más detalles, se enfadó y se fue.
El mismo día de los atentados no dieron pistas de lo que su radicalización les iba a llevar a hacer. No hubo despedidas de la familia ni de los amigos. Apenas un extraño comentario a un primo pequeño de "te echaré de menos". El Hussaine no fue a comer a casa "porque iba a ver a un amigo al hospital". Chemlal se quedó en Cataluña y no se fue a Marruecos de vacaciones con su familia porque "le había salido un trabajo". Los demás, ni dieron excusas. Said Aalla dejó una carta de disculpa.
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Los preparativos
Los atentados se forjaron en reuniones que los miembros de la célula tuvieron en la mezquita de Ripolll (en la que se quedaban tras los rezos, "nadie sabía por qué"), en coches particulares aparcados en zonas tranquilas, en bares en los que trabajaron algunos de ellos y hasta en un piso okupa que tomaron en la localidad de Gombrén (Girona). En ella se encontraron pruebas físicas y biológicas de la presencia del grupo y, sobre todo, de Younes, que estuvo rondándolo unos ocho meses. Este joven, último en morir tras estar cuatro días escapado después del atropello de La Rambla, trabajaba en una fábrica de ese municipio, como electricista. Mientras, se iban financiando a través de microcréditos instantáneos por cantidades no muy altas.
Según las investigaciones de los Mossos, la Policía y la Guardia Civil, una vez decididos a atacar, empezaron a manejar explosivos en un piso de su pueblo, pero era demasiado pequeño para sus planes y fue entonces cuando alquilaron un chalé en la urbanización Montecarlo de Alcanar. Según ha declarado Houli Chemlal en sus interrogatorios en la prisión de Valdemoro, el plan nunca fue convertirse en suicidas, sino atacar a través de varios medios: furgonetas-bomba con temporizador o activadas por mando a distancia, todoterrenos con los que realizar atropellos masivos, granadas de mano caseras...
En la casa de Alcanar se llegaron a producir entre 200 y 500 kilos de triperóxido de triacetona (TATP) o madre de Satán, según el cálculo de los Tedax-NRBQ. También dejaron preparadas 19 granadas de mano caseras y un cinturón bomba, cargado. Habían comprado "decenas y decenas" de bombonas de butano y propano para amplificar el daño de las explosiones.
En las imágenes liberadas con el fin parcial del secreto de sumario se ve claramente cómo los terroristas montan chalecos y explosivos caseros, acumulan bombonas y ponen a secar TATP en fundas de almohada, repartidas por todo el chalé; su idea era usarlas como saco a la hora de lanzar el explosivo sobre grandes grupos de personas y poder escapar rápido.
Mientras montaban sus mortíferos artilugios, se les oye decir frases de odio: "Cada gramo de este hierro se os va a meter en vuestra cabeza o la de vuestros hijos y mujeres", "Alá nos ha elegido entre millones de hombres para haceros llorar sangre", "Os vais a arrepentir de haber nacido, sobre todo vosotros, Mossos d' Esquadra", "¿Qué hace esto? ¿Esto? Hace Boooooom, jaja", se escucha.
El 16 de agosto se tuercen los planes de los yihadistas. Una explosión fortuita en la casa de Alcanar tira por tierra sus planes. Desde el primer momento, dicen los cuerpos de seguridad, se sabe que el atropello en La Rambla y el ataque en las calles de Cambrils son claramente atentados desesperados, no planificados. Lo que no quiere decir que detrás no hubiera un enorme trabajo de preparación, pero era para otros menesteres. Actuaron aplicando algunas de las cosas aprendidas en estos meses, pero no era ese el escenario previsto.
En esa explosión mueren Abdelbaki Es Satty y Youssef Aalla. Mohamed Houli Chemlal acaba con heridas leves porque había salido minutos antes a la terraza. Hubo una segunda explosión que hirió levemente a 10 vecinos. Eso precipita los acontecimientos, aunque la policía inicialmente cree que lo que ha estallado por los aires es un laboratorio clandestino de droga. Esa mista tarde, como les hacía falta dinero, vendieron hasta joyas de la familia. De los 3.000 euros cortos que costaron los atentados, 1.980 los sacaron tras empeñar piezas de oro en una tienda de Vinaroz (Castellón). Eran de su madre, dijo Houli, que vendió 18 pendientes, cuatro anillos, seis colgantes, dos cadenas y una pulsera. Youssef Aalla fue luego al mismo comercio y vendió dos anillos y un collar. No llamaron la atención de la dependienta, que los vio "educados".
El día del atentado, el 17 de agosto, Younes y Driss fueron vistos en un bar de carretera a las afueras de la capital catalana, "demasiado nerviosos", según el testimonio del camarero. El mesero pensó que igual iban a intentar atracarle y los miró con atención. La furgoneta Fiat Talento con la que iban a atentar estaba aparcada fuera. Había sido alquilada junto a dos más, que empezaron a llamar la atención en Ripoll, donde no es costumbre verlas. Younes acaba yéndose solo a Barcelona y cometiendo el ataque del centro.
Los demás se reunieron y se prepararon para atentar de nuevo, como fuera. Se les vio comprando en gasolineras (bebidas energéticas, alcohol, golosinas), y se les recuerda en una ferretería haciéndose con cuchillos de cocina; con uno de ellos mataron a una mujer en Cambrils. También adquirieron un hacha -que no usaron- y varias garrafas de gasolina y fabricaron varios cinturones explosivos falsos para asustar a las personas con las que se cruzaron por la zona de ocio, en la parte costera de la localidad.
Esa logística se completó en una masía abandonada, antiguo restaurante, en Riudecanyes (Tarragona). Allí quemaron sus documentos (carnets de conducir, pasaportes, un parte de urgencias y una tarjeta sanitaria, recibos de compras, la documentación del Audi A3 con el que se trasladaron a Cambrils) y se "desinhibieron" tomando vodka y cervezas, más las bebidas energéticas. Los investigadores creen que rezaron antes de emprender viaje a su último destino -los cinco morirían a manos de los Mossos-, pues encontraron una alfombra abandonada. No la quemaron. También allí destrozaron una camisa marca Tommy Hilfiger roja, con la que hicieron unas tiras que se anudaron al cuello, a modo de distintivo y porque, apunta el sumario, se habrían empleado en otros atentados en Europa.
También se sabe ahora que "como máximo cinco días antes" de los atentados, varios de los componentes de la célula acudieron de noche a un casino de Salou (Tarragona) llamado Las Vegas. Uno de los responsables le pidió cuentas a Mohamed Hichami por portar un cuchillo de cocina de unos 20 centímetros. Se pusieron nerviosos y se fueron. "Aquí no, aquí no", decían. No queda claro si ya entonces se evitó otro ataque.
Los objetivos
Si La Rambla y Cambrils no era el plan A de la célula, ¿cuál era su verdadero objetivo? En este año se ha podido aclarar, en función de los testimonios de los supervivientes, las pruebas físicas encontradas en la casa de Alcanar y el seguimiento de imágenes de cámaras de seguridad, entre otros medios. Sus objetivos prioritarios eran la Sagrada Familia de Barcelona y la Torre Eiffel de París, donde al parecer pretendían atentar de forma simultánea, con furgonetas cargadas de explosivo casero. Uno de los principales símbolos católicos de Europa -además de foto turístico notable- y otro de los monumentos más icónicos de Occidente.
Estas obsesiones quedan claran en el sumario: hicieron 43 búsquedas en Google sobre la Sagrada Familia en menos de 25 minutos el 8 de agosto, una semana antes de atentar; querían saberlo todo sobre las paradas de metro de los alrededores y hasta sobre los cimientos del edificio.
Además, dos terroristas viajaron los días 11 y 12 de agosto a París. Al principio se pensó que era un lugar de encuentro con alguien del Estado Islámico -que reivindicó el ataque, aunque hay muchas sombras sobre esa autoría real-, pero por el rastreo a posteriori que se hizo gracias a las autoridades de Francia se vio que no se citaron con nadie. Sí que visitaron dos veces la Torre Eiffel. Fueron a estudiar el terreno, como dejan claro las fotos que allí tomaron con una cámara comprada directamente en una FNAC parisina. No hay ni una panorámica, dicen los documentos de la Audiencia Nacional, pero sí fotos de las colas, las calles anexas, los sistemas de seguridad, el aparcamiento de autobuses o restaurantes próximos. De esas informaciones partió la iniciativa de las autoridades parisinas de reforzar con un perímetro especial de hierro y vidrio el monumento.
Chemlal ha confesado que alquilaron tres furgonetas: una para París, otra para Barcelona y otra más para otro objetivo, también en Cataluña, que no aclaraba. El trabajo policial posterior ha dado pistas de cuál podría ser, y todos dan pavor: buscaron en Internet información sobre salas de ocio de la Ciudad Condal, bares homosexuales de Sitges, la sala de conciertos Razzmataz, el salón erótico anual de Barcelona... y el Camp Nou, donde juega el FC Barcelona, otras 43 veces consultado. Esa es la pista más fiable, como al final revelaron dos escritos del imán, dos borradores de reivindicación de atentado que arrancaban: "Nosotros, soldados del Estado Islámico..." y que estaban fechados el 20 de agosto.
Ese día, el Barça jugaba el primer partido de la temporada liguera en casa, contra el Betis. En el teléfono del mayor de los Hichami se habían buscado datos de horarios, accesos e imágenes de estadio. Se desconoce si el plan era atentar efectivamente con furgoneta o con chalecos-bomba. Sí se ha comprobado que días antes de atentar y morir dos de los terroristas fueron a la tienda oficial del estadio a comprar material del equipo.
También queda claro que la inclinación de los yihadistas por las salas de conciertos y estadios tiene una inspiración clara en los atentados de noviembre de 2015 en París, con Bataclan y el Estadio de Francia entre las dianas. Murieron 130 inocentes.
Cómo murió Abouyaaqoub
Younes Abouyaaqoub, que mató a 15 personas en La Rambla, estuvo cuatro días escapado. Se sabía que abandonó la furgoneta, que escapó callejeando y que secuestró un coche y acabó matando a su conductor hasta salir de Barcelona; también chocó con un control de los Mossos e hirió a los agentes. Finalmente murió tiroteado en la comarca de Villafranca del Penedés. Lo que pasó en ese tiempo también ha sido ahora revelado: comió lo que encontró en contenedores de basura, en los que también dio con ropa que le permitió cambiar su aspecto; fue grabado en una gasolinera, merodeando; una mujer denunció que la atacó para intentar robarle el coche; entró en una masía y dejó huellas... hasta que finalmente fue avistado por dos personas que llevaban, claro, días viendo su rostro en todos los medios. Llamaron a los Mossos y empezó la caza al hombre.
Para abatirlo hizo falta cargador y medio, porque se encaró dos veces con los agentes, incluso tras recibir los primeros impactos. Mostraba un falso cinturón de explosivos y una actitud amenazante, la del que nada tiene ya que perder. Se levantaba la camisa y gritaba "Allahu Akbar" (Dios es el más grande, en árabe). Primero se escondió entre unas matas y luego dio la cara, al verse acorralado junto a unos viñedos. Al final recibió seis impactos, de las 27 balas disparadas. No llevaba explosivos, sino tubos corrugados envueltos en papel de aluminio. Un farol. No lo eran los otros tres grandes cuchillos que llevaba escondidos.
¿Qué ocurre con el imán?
Una de las grandes incógnitas que se mantienen tiene que ver con el imán de Ripoll y el grado de conocimiento que de él tenían los cuerpos y fuerzas de seguridad. No se sabe si habrá más respuestas en la parte no liberada del sumario, pero en lo que ha trascendido sí se dice que fue interrogado en prisión por el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) y la Guardia Civil cuando cumplía condena por narcotráfico (entre 2010 y 2014). ¿Era un confidente? Y, si lo era, ¿de qué hablaba, de narcos, de yihadistas o de todo un poco? Se sabe que las "entrevistas policiales" tuvieron lugar en abril, mayo y junio de 2012 y en marzo de 2014. Lejos de los atentados.
Los Mossos han confesado, además, un error serio: admiten ahora que por un fallo de "transcripción" o de "consulta informática", en el informe enviado a la Audiencia Nacional cuatro días después del 17-A aseguraban que no les constaba ningún antecedente de Abdelbaki Es Satty, cuando los conocían desde el primer momento. De hecho, tras la explosión de la casa de Alcanar, donde el imán murió, la policía catalana localizó documentación con datos suyos, por lo que los investigadores comprobaron su identidad y tuvieron conocimiento desde el primer momento de que le constaba un único antecedente por salud pública, en 2010. Tras este "error", los Mossos enviaron otros cinco informes al juez en los que sí se recogían los antecedentes del imán de Ripoll. Según los Mossos, pese a que desde el primer momento sabían que el imán tenía antecedentes por salud pública, no había ningún elemento que vinculara a Es Satty con el terrorismo.
Los agujeros negros
A falta de que se conozca la instrucción completa, hay más cosas por aclarar, más allá del papel de Es Satty. Por ejemplo, uno de los supervivientes detenidos ha implicado a otra persona en los atentados, que no está ni arrestado ni muerto. Lo hizo en una declaración casi un mes después de los asesinatos. Dijo que el imán era amigo suyo, en Ripoll, y que en una ocasión le dijeron: "Es de los nuestros". No ha trascendido su posible identidad, ni si tuvo o no relación real con este caso.
Además, en la mañana de los atentados dos de los terroristas se citaron con un tercer hombre de unos 40 años en una cafetería de su pueblo. Varios testimonios lo confirman e, incluso, lo han identificado como un antiguo frutero. Desde el fatídico 17-A no se le ha visto más por Ripoll.
Las conexiones de Es Satty son también zona de sombra. Tras estar en Bélgica, donde se detectó su radicalidad dando cuenta a las autoridades catalanas, se especula con que conocía a otro imán en Francia, que contaba con entre ocho y nueve personas a su disposición, que podría ofrecer una célula de apoyo, bien para atentar, bien para escapar.
La última incógnita es si, aparte de lo localizado en Alcanar, hay más armas y explosivos escondidos. "Ya veréis cuando el imán baje lo que guarda en los agujeros de la montaña", dijo uno de los componentes de la célula. Tampoco de esos supuestos zulos se ha sabido nada por ahora.
Un año después, lo que no cambia, lo que no tiene versiones ni lecturas, sigue siendo el dolor de las víctimas.