Entrevista con Lorenzo Silva y Manuel Sánchez: "La Guardia Civil le ha quitado el alma a ETA"
El ensayo 'Sangre, sudor y paz' repasa la batalla de la Benemérita contra los etarras, desde su nacimiento a su hundimiento.
"ETA está ya fuera del mundo", dice el exministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba. Casi sin darnos cuenta -porque pronto se acostumbra el hombre a lo bueno- España ha salido de las tinieblas del terror etarra, que deja tras de sí 829 muertos y miles de heridos, secuestrados, extorsionados y amenazados. Pero para que hoy las nuevas generaciones casi tengan que buscar en la Wikipedia quiénes eran estos encapuchados sanguinarios, antes ha habido que trabajar mucho y sufrir más. Decir que la Guardia Civil lo ha hecho como nadie -lo uno y lo otro- es sencillamente verdad, aunque este país desmemoriado se lo ha aplaudido poco.
Para poner en valor esa labor y completar, a la vez, la derrota literaria de ETA que defiende Fernando Aramburu, autor de Patria, acaba de salir a la luz Sangre, sudor y paz. La Guardia Civil contra ETA (Península), una obra hecha con información y testimonios de primera mano, a medio camino entre el atestado policial, la crónica periodística y, por momentos, la novela negra. La escriben a tres manos el periodista de El Español Gonzalo Araluce (nieto de un asesinado de la banda, Juan María Araluce, presidente de la Diputación de Guipúzcoa), el coronel Manuel Sánchez (hoy al mando de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, hijo y nieto de guardias destinados en el norte y con 25 años dedicados a la lucha antiterrorista) y el escritor Lorenzo Silva (que también lleva unos trienios como guardia honorario y ha creado la pareja más conocida del Cuerpo: la de Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro).
Con los dos últimos conversamos en El HuffPost sobre este libro que narra los orígenes, el auge y la caída de la mayor amenaza para la reciente democracia española.
- ¿Están de acuerdo con el exministro Rubalcaba? ¿De verdad que sí podemos hablar de ETA en pasado, como algo acabado, sólo con su entrega de armas, sin un acta de defunción en forma de disolución?
MS- Sí, absolutamente. En 2009 se produjo el último asesinato, han pasado ya ocho años y hoy no existen. No hay gente en la banda, no hay miembros no ya activos, sino ni siquiera pensando en hacer cosas. Aunque quisieran no tienen ninguna capacidad ni ningún apoyo social en el País Vasco. Armas... alguna pistola quedará, sí, y matar es fácil, los islamistas lo hacen con un cuchillo, pero con todo creo que han interiorizado absolutamente que han perdido y eso es lo principal. Aunque alguno tenga aún alguna idea peregrina, han encajado -ellos y toda la sociedad vasca- que han sido derrotados.
- ¿Qué porcentaje de culpa tiene la Guardia Civil en esa derrota? En en libro relatan cómo se fueron sumando a la pelea los jueces, los fiscales y los políticos, pero eso vino con el tiempo. Cuerpos como la Europol dicen que no hay operación comparable en el mundo.
MS - Yo creo que se nos valora, de verdad, y en el tema de ETA creo que ya es asumido por todo el mundo que el esfuerzo principal, aunque no me atrevería a dar porcentajes, lo hemos llevado nosotros, porque hemos sido también el colectivo más atacado, el que más esfuerzo ha puesto en que no nos siguieran atacando más. Había que acabar con el problema porque, aparte de ser una obligación legal porque somos agentes de la autoridad, éramos su principal objetivo. Eso nos hizo convertirnos también a nosotros en el principal enemigo para ellos. Mucha gente ha colaborado, sería injusto no citarlos: jueces, fiscales, periodistas, la sociedad, el servicio exterior, el servicio de inteligencia... Muchos, pero ETA nos ha hecho a nosotros ser su principal enemigo y tener el sitio que hemos tenido en esta historia.
- ¿Se ha sido justo en el tratamiento de la Guardia Civil como víctima? ¿No ha pesado la losa del supuesto lazo con el franquismo, esa falta de empatía con el Cuerpo? Porque suma más de 200 muertos, desde el primero de la banda, Pardines, a los últimos en suelo español, Saénz de Tejada y Salvá...
LS: - Creo que al principio se fue -y no es una creencia caprichosa- muy injusto con la Guardia Civil. La sociedad española fue muy ingrata con quienes asumían el sacrificio de ir tras ETA, los guardias civiles estaban en la primera línea de la primera línea, porque estaban desplegados en el País Vasco y eran desde el inicio objetivo preferente, pero no se tuvo ni siquiera consideración ni delicadeza ni con viudas ni con huérfanos... Contamos algún caso de cómo después de perder al marido y al padre lo que venía era el desahucio, porque perdías la casa, es decir, había una falta de consideración realmente flagrante, que probablemente tenía que ver con esa visión de la Guardia Civil como un cuerpo aún identificado con el régimen anterior.
- Que no comparte...
LS: -No, no, es que no es correcta. Esa es una visión contra la que yo me sublevo siempre. Me gusta recordar que cuando la Guardia Civil tenía 50 años, Francisco Franco llevaba pañales, que ponerle a la Guardia Civil el sambenito de institución franquista no sólo es una inexactitud histórica flagrante sino una injusticia. Dicho esto, a medida que fueron avanzando los años y que se fue viendo y percibiendo por parte de la sociedad española no sólo el papel que jugaba el cuerpo sino que probablemente frente a esa amenaza no había una defensa mejor que los guardias, afortunadamente eso fue cambiando y creo que al final sí que se tuvo esa consideración. Hay un contraste muy fuerte y duro entre esos primeros asesinados del País Vasco y el atentado ya en las postrimerías en Mallorca, el tratamiento que tuvieron esas familias, el funeral... Claramente había cambiado todo y la sociedad española empezó a tenerles un cierto reconocimiento y en este momento, salvo personas muy recalcitrantes que siguen ancladas en estereotipos y en imágenes del pasado, que tienen un interés muy intenso en perpetuar y mantener ciertas ideas, la percepción del conjunto de la ciudadanía española es mucho más justa, es agradecida, y no lo digo yo, lo dicen las encuestas.
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- ¿Cómo se ha acabado realmente con ETA?
MS: - Con mucho esfuerzo, mucho trabajo, yendo paso a paso. Al principio no, la pelea hasta casi el año 89 era de pura subsistencia, pero de ese año para acá ya se empezó a trabajar con la finalidad no sólo de que no nos mataran, que también, sino de acabar con ETA definitivamente. Llega un momento donde uno ya se quita de encima la caraja y la torpeza y la incapacidad y ya toca enfrentarse y decir: "Vamos a ver cómo acabamos con estos". Es verdad que luego, hasta 2009, pasaron 20 años, pero ya los pasos iban encaminados a eso, a que ETA dejase de existir, no sólo a detener a los comandos...
LS: -Y como no lo va a decir Manuel lo digo yo. La clave del cómo está en la segunda palabra del título de este libro. Hace un buen resumen de la historia porque la clave está en el sudor, en el esfuerzo para reunir la información suficiente, para poder combatir y contrarrestar a un grupo terrorista profundamente enraizado en una sociedad que le prestaba un intenso apoyo. El sudor y el esfuerzo no sólo para obtener esa información sino para procesarla, construirla, desarrollarla y explotarla debidamente, no a las primeras de cambio, sino a veces tardando muchos meses para que los resultados fueran realmente efectivos. La clave es desde luego la inteligencia, que era muy difícil de recabar y requería de muchas horas de trabajo de muchos cientos de personas que las echaron. Si no las hubieran echado... no se hubiera sacado información de un papel garrapateado intervenido a un etarra en Francia la clave para encontrar un almacén de explosivos en el País Vasco.
- Relatan en paralelo la historia de dos evoluciones, la de la banda y la de la Guardia Civil. El cuerpo venía de tener pocos medios, poca formación y herramientas contra una amenaza así. ¿Cuándo cambió y dio el giro definitivo hasta conocer a ETA mejor que los etarras, como dicen ustedes?
MS: - La evolución de ETA y la de la Guardia Civil van de la mano, la fuerza de uno era la debilidad del otro y viceversa. El primer salto cualitativo se produce cuando el PSOE gana las elecciones por primera vez en 1982 y en el 83 implanta el Plan ZEN, Zona Especial Norte. Fue la primera vez que se puso dinero y medios y se empieza a pensar que la lucha contra el terrorismo es una lucha de información. Se compran coches, chalecos, se amplía personal... Ese es el primer salto institucional, en el que el estado pone medios. Luego el siguiente salto, interno, lo damos a partir de los años 87-88-89, ya entendemos que hay que trabajar con inteligencia. Y luego hay un salto cualitativo en el 1999-2000, en el que el estado va contra las organizaciones del entorno de ETA, evita que actúen y asume lo que todo el mundo sabía en España: que el entorno de ETA era ETA. Nos quitamos los complejos. Han tenido que pasar muchos años de democracia, los países evolucionan y al fin hay un pacto PP-PSOE por las libertades y la justicia empieza a ilegalizar organizaciones. A partir de aquí el final ya era un devenir lógico.
- Costaba mucho decir públicamente que Batasuna era ETA, por ejemplo, pero en el libro no cuesta trabajo, lo dicen muy claro...
LS: - Con tanta claridad se vio que cuando salió la ley de partidos políticos, que fue impugnada como era de esperar, todo el mundo decía que en Estrasburgo, en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, lo acabarían tumbando. Pero lo que hizo no fue sólo certificar que la ley era perfectamente válida, sino que además es una norma que debía haberse aprobado antes. Ese fue también un revés muy grande para en entorno de ETA, ver que una instancia exterior no sólo bendecía la acción del Gobierno, el estado español y sus leyes, sino que lo retrataba como lo que realmente era: un entramado de apoyo a una organización terrorista que ningún estado de derecho podía dejar de neutralizar.
- ¿Qué errores se han cometido en esta lucha? A todos se les viene a la cabeza la guerra sucia.
MS: -Errores ha habido, sí. Aparte de los individuales, que alguno ha habido pero tampoco han sido tantos y no son significativos, hay que decir que el GAL no fue claramente una buena idea. Es verdad, lo digo y lo repito, que es muy fácil hablar ahora de lo del año 82 y 83. Había que estar allí. En el 79 y el 80 ETA dejó cien muertos por año, el estado tenía una construcción aún muy endeble, la democracia peligraba, en el 81 ocurre el 23-F... Los gobernantes de entonces recurrieron a algo que luego el tiempo ha demostrado que fue un error táctico y estratégico, un error se mire por donde se mire, pero insisto, ahora es fácil decirlo. Incluso hay periodistas que lo critican que en su día lo aplaudieron. Y luego el error grande en estos años fue el de no haber procedido antes a la ilegalización de todas esas organizaciones del entorno etarra, que alargaron la vida de la banda. Y luego un error que no forma parte del estado, y que no sé si era un error o una táctica, es que el PNV nunca definió claramente en qué lado estaba, es más, cambió varias veces de bando, y eso también contribuyó, creo yo, a prolongar el proceso.
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- Hablan de la ambigüedad y hasta el abandono de los políticos vascos, pero también son muy claros a la hora de criticar a la sociedad vasca, algo que no se suele ver tan a las claras. Estaban los amenazados por ir manifestaciones o llevar un lazo y los que ayudaban al entorno o se callaban.
MS: - Yo lo veo desde un punto de vista particular, el de quien vio directamente el absoluto desprecio que sentíamos. Cuando ETA sale se viste de antifranquista, con lo cual a la gente le cae simpática, pues porque Franco era Franco. Pero claro, en el 77 y 78 ETA mata muchísimo, con lo cual la sociedad evoluciona: hay una parte que le sigue teniendo simpatía y otra que le tiene miedo, mucho. Esos años en que mata tanto hacen que durante mucho tiempo la sociedad esté anestesiada y yo la crítica que le hago es ese silencio. No sé sé si lo podían haber hecho de otra forma, porque una sociedad que no está organizada es muy impasible, pero yo como víctima directa, esa frialdad, esa inhumanidad, ese abandono, creo que no se lo podemos perdonar. Yo lo veo así porque me crié ahí arriba y había amigos de toda la vida, de tu pueblo, que no te saludaban, que te abandonaban; el "algo habrá hecho", el "eso va en el sueldo" y cosas que eran absolutamente inhumanas.
LS: - Y yendo un poco más allá y huyendo de los razonamientos abstractos, en el libro se relata una escena, que es absolutamente cierta y contada de primera mano, del asesinato de un guardia civil que en ese momento llevaba a su hijo pequeño junto a él en un coche, un niño que vio agonizar a su padre durante unos minutos interminables, después de que Juan Carlos Iglesias Chouzas, alias Gadafi, le metiera cuatro o cinco tiros. Y el niño no sólo estuvo viéndolo morir sino que cuando reunió la fuerza física, aún en estado de shock, para salir del coche, se sentó en un banco y al niño ni mientras estaba agonizando su padre ni mientras estaba en el banco se le acercó absolutamente nadie para ofrecerle consuelo. Cuando la indiferencia de una sociedad se traduce en un acto de crueldad hacia un niño que acaba de perder a su padre y que está sumido en el desamparo más absoluto... Yo me quedo incluso sin adjetivos. Lo puedo entender hasta cierto punto, pero tú tienes un niño con ese grado de desamparo y que ni te acerques, y había gente alrededor... No sé muy bien cómo se califica.
- ¿Cuál fue el punto de no retorno, cuándo vieron en ETA que no podían seguir más?
MS: -Yo creo que eso es un proceso, que ya habían pasado muchos años, que ya habían ido perdiendo mucha fuerza, ya no tenían la de los 80. En el 92 tuvimos unos eventos importantes en España como los Juegos de Barcelona y la Expo de Sevilla, más la capitalidad cultural de Madrid, y ellos ahí habían hecho mucho esfuerzo, pero el Gobierno reaccionó porque no se podía llegar a esas fechas con la amenaza del terrorismo. Ellos pusieron mucha carne en el asador para que el estado tuviera por narices que hacer lo que fuera para no llegar así al 92, que era un escaparate al mundo de la nueva democracia, que todavía era muy reciente, y ahí es cuando detenemos a la cúpula de ETA. Y los dejamos absolutamente KO, porque no se lo esperaban, que en su propia casa, en Francia, nos metiéramos hasta la cocina y los detuviéramos. Ahí ellos ya dijeron: "Uy, esto pinta mal". Todavía del 92 al 2009 pasaron 17 años de muerte, pero ellos con ese golpe ya lo vieron venir en Bidart. Sobre todo porque tuvieron mucha fuerza en los años 80 y la perdieron, por el esfuerzo policial. Y si encima nos llevamos puestos a los tres jefes... Fue la primera puñalada con la que ellos ya sintieron que no tendrían futuro y a partir de ahí buscan a la desesperada, con más violencia, matando a concejales y jueces, para ver de qué manera pueden lograr un empate, pero como siguen siendo muy fanáticos eso se alarga hasta el 2006 y entonces, cuando rompe la negociación con Rodríguez Zapatero, le viene todo junto.
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- Así hasta la Operación Santuario, en 2004. Otro exministro del Interior socialista, José Antonio Alonso, decía: "El día en el que los guardias civiles acabaron el los etarras".
MS - Sí, el propio título lo dice, la idea era acabar con el santuario de ETA. Más allá de la gente que en ese año estaba ya dispersa por Europa y Latinoamérica, su santuario, lo que no se podían llevar a ningún sitio, eran los grandes zulos estratégicos, de 50 metros cuadrados debajo de una casa. Eso era lo valioso, todas las reservas estratégicas que tenían, miles de armas, misiles, granadas... Esa operación, aparte de que cogimos a sus dos grandes dirigentes, fue donde a ellos les quitamos en alma. Con el trabajo de la Guardia Civil, en todos estos años, es lo que hemos hecho: quitarles el alma. Y más con aquella operación. Sin reservas estratégicas de armamento, no había nada. Acabamos con el santuario y, a partir de ahí, fue coser y cantar.
- Ustedes han planteado el libro además como una memoria de vida, con testimonios de víctimas del cuerpo, no sólo guardias, sino familiares. ¿Cómo han vivido la posibilidad de escuchar a unos afectados que, con frecuencia, tenían que escuchar que los atentados le iban en el sueldo?
MS: - Eso es una cosa con la que no contábamos. Queríamos escribir un libro, queríamos que fuera bonito, pero no contábamos con que además íbamos a hacer mucho bien a las víctimas. Hemos conocido a muchas pero tampoco teníamos experiencia en tratar con ellas y sobre todo en hacerlo muchos años después de que hubieran ocurrido las desgracias. Al principio nos acogieron con cierta frialdad, con recelo, porque están muy manoseadas por todo el mundo. Muchos nos decían: "Si es un libro de la Guardia Civil accedo; si es un libro en el que los políticos van a meter mano, no queremos saber nada". Al final todos nos recibieron con ese reparo y todos han salido encantados y a todos les ha hecho mucho bien, no ya sólo verse en los libros sino confesarse, explayarse, volver a sacar recuerdos, buenos o malos. No contábamos con que a nivel humano esta obra tuviera una labor tan terapéutica con la gente que merece todo el reconocimiento. Nosotros al fin y al cabo estamos aquí, lo contamos, somos famosos, pero ellos son los desgraciados de esta película.
- Y uno de los principales atractivos de Sangre, sudor y paz es la novedosa documentación policial que aporta, por la luz que arroja. Es especialmente significativo en el caso del 11-M, cuando dan una versión no muy parecida a la que dieron los políticos en aquel momento, ¿no? Literalmente, explican que la cúpula de ETA, al enterarse del ataque yihadista esa misma mañana, dijo: "Esto han tenido que ser los moros".
LS: -Creo que esa es una de las grandes revelaciones del libro, porque todos tenemos memoria sobrada de hasta qué punto el 11-M, que fue un ataque terrible a la convivencia y a la moral de la sociedad española, alguien cometió el error de intentar desviarlo en una dirección particular. Ofrecemos información de hasta qué punto alguien cometió un error muy grave. Podemos hablar de la información de la que disponemos, pero a partir de ahí alguien tendrá que rastrear en qué eslabón de la cadena se rompió esa información o se decidió romper esa información. A primera hora de la mañana había una conjetura clara de que era muy difícil que eso fuera obra de ETA y a media mañana había ya una certidumbre, porque había una persona que era responsable del aparato logístico de ETA -Félix Ignacio Esparza Luri-, el responsable de poner los explosivos a quien hubiera cometido el atentado, literalmente decía en la intimidad: "Tienen que haberlo hecho los moros". Estamos hablando de media mañana del 11-M. Todos tenemos memoria de lo que pasó después. Pues esa información en algún momento y en algún lugar quedó embalsada. No sabemos muy bien en qué lugar fue, en qué momento ni quién la embalsó, pero se produjo ese embalsamiento, y eso es un hecho muy relevante del que alguien tendrá que rendir cuentas en su momento ante la historia y ante la ciudadanía española.
MS: - Esa mañana -porque por la tarde ya es evidente lo que ha pasado cuando se coge la furgoneta de los yihadistas-, se difunden muchos indicios. Primero, que el único que mataba en España era ETA, y hasta el propio lehendakari vasco hablaba de ETA. Pero luego llega el indicio que nosotros damos, que yo no lo califico de prueba pero sí de indicio, y era suficientemente sólido como para que esa balanza que estaba en un bando se fuera desnivelando para el otro. Y creo que se tenía que haber desnivelado antes. Es verdad que en la conversación que aportamos incluso el etarra dice: "A ver si algún loco...", pero no, el indicio, cuando uno valora en su conjunto, debería haber desnivelado, las cosas. Era suficientemente sólido como pata que el que tenía que tomar la decisión la tomase.
LS: -Yo me enteré del atentado en Valencia y por muy poco no tomé un tren en Atocha esa mañana, había decidido irme la noche antes, y cuando vi aquello, con mi conocimiento de ciudadano medianamente interesado en esto, dije: "Es difícil que lo haya hecho ETA". Eso olía más a eso otro que ya sabíamos que estaba ahí y además estábamos en primera línea, se nos había puesto muy en relieve en ese mundo y yo había estado casualmente tanto en Nueva York como en Londres en las semanas previas y había visto una seguridad extrema y pensaba: "Allí, en España, no veo yo esta seguridad". Si han buscado el punto flaco, el punto flaco éramos nosotros. Y luego cuando vi salir al Gobierno español pensé también: "¿No sería más juicioso ser prudente y decirle a la población que nos han atacado de una forma terrible, que no tenemos pruebas para asignar la autoría pero reclamamos que todos estemos juntos para hacer frente a quienes sean? ¿No se habría producido incluso una victoria electoral absolutamente incontestable de Rajoy? No sé quién decidió desnivelar la balanza en el sentido equivocado y el precio carísimo que se pagó.
- La actualidad manda y, mientras hablamos, el presidente Rajoy le está preguntando al presidente Puigdemont si ha declarado o no la independencia de Cataluña y puede estar en marcha la aplicación del artículo 155 de la Constitución. ¿Cómo creen que va a actuar la Guardia Civil ante este desafío en las próximas semanas? Hay asociaciones profesionales que comparan lo que están sufriendo allí los guardias con la Euskadi del año 81...
MS: -Es un tema preocupante, hasta cierto punto, eh, porque en España hemos pasado por muchas etapas difíciles y desde luego ETA fue mucho más duro en aquellos años que lo de Cataluña de ahora, con diferencia. No es equiparable una cosa con la otra. Allí se mataba y aquí no se mata. Aquí ha habido una presión de unos cuantos días, de una población muy manipulada, muy dirigida. No creo que sea el día a día. Las cosas se van a recomponer, la ley no sé si alguna vez se perdió pero se va a instaurar otra vez, soy optimista. A la Guardia Civil... no sé si será más incómodo o menos, creo que seguiremos igual. Una gran parte de la población catalana nos aplaudirá, otra parte seguirá igual de indiferente, alguna otra igual da un pasito más a ponérnoslo difícil, pero creo que no va a cambiar nada en gran medida y que esto se recompondrá. El Gobierno ya está dando pasos en la línea de que no dure más. Ahora bien, hay una parte de la población que piensa como piensa. Bueno, pues para eso está la democracia. Que hagan el juego democrático, pero no saltándose la ley.
LS: - Yo creo que alguien está cantando victoria demasiado rápido y cree que con fotos de media docena de cargas convenientemente amplificadas por Twitter se puede desbaratar el trabajo de 173 años que lleva la Guardia Civil en Cataluña, prestando muchos servicios de los que la sociedad catalana a lo mejor no es consciente, porque desde luego sus autoridades no tienden a recordarlos. Estos días a sí sí me gusta recordar que el 19 de julio de 1936 la Generalitat estuvo a punto de desaparecer porque los seis regimientos que estaban en Barcelona se sublevaron prácticamente enteros para acabar con ella y quien impidió que eso sucediera fue un general de la Guardia Civil [José Aranguren, a cuya figura Silva ha dedicado su última obra, Recordaré tu nombre], que lo pagó muy caro con su fusilamiento al final de la guerra. Pero también recuerdo que en 1844, cuando casi nadie sabía lo que era la Guardia Civil porque se acababa de inventar, en Barcelona lo descubrieron cuando se desbordaron los ríos Besós y Llobregat a la vez y en lugares donde no se atrevía a meterse nadie aparecieron por primera vez unos tipos con un uniforme raro que eran los guardias civiles que sacaron a barceloneses que estaban en peligro de muerte. Y destruir todo eso con ocho cargas retransmitidas por las redes con adjetivos que subrayan y exageran y siempre magnifican... No digo que no haya habido errores puntuales, no digo que no haya habido excesos puntuales, y ya hay investigaciones judiciales en curso y los corregirán, pero hablar de "masacre" y de "brutalidad" y de "aplastamiento policial" claramente es un exceso retórico que busca un fin. Yo estaría más preocupado en este momento por la erosión que ha sufrido un cuerpo policial centenario como el de los Mossos, con una tradición honrosa, uno de los pioneros en la labor de policía judicial en España ya en los siglos XVIII y XIX, y que estos días por la gestión de sus jefes políticos se ha visto en entredicho y se les ha visto hacer cosas que a mí me consta que a muchos de sus miembros les duele y no les enorgullecen precisamente, cosas que han menoscabado la confianza que en ellos tienen los jueces y los fiscales, como no puede ser menos, y han perdido una buena parte de su autoridad y de su prestigio ante por lo menos la mitad de la población de Cataluña.