Accidente de tren: golpe al icono de la modernizacion de España
Cuando todo haya pasado, tocará volver al debate en el que este trágico accidente crea un paréntesis, devolviéndonos a la realidad fuera de nuestras ensoñaciones nacionales de Alta Velocidad a toda costa, a todas partes y por encima de todo.
"Todavía hoy, desde mis vacaciones fuera de España y horas después de lo ocurrido en Galicia me cuesta creerlo. El sufrimiento por las víctimas de tan horrible accidente lo compartimos todos los españoles. No creo que sea momento para valorar las causas del accidente y todavía no podemos hacernos cargo de la dimensión de las consecuencias. Las informaciones son confusas, y aunque parece obvio que un exceso de velocidad combinado con un sistema de seguridad que en este caso ha resultado insuficiente (a pesar de que el tren, un moderno S-730, capaz de circular prácticamente por cualquier vía de España, iba equipado con el sistema europeo ERMTS la infraestructura contaba tan solo con el sistema español ASFA, que detiene al tren en caso de exceso de velocidad, pero solo si hay una baliza, lo que nos recuerda a pasados episodios a olvidar de la historia de nuestro ferrocarril) han sido los detonantes de esta catástrofe sería arriesgado aventurarse a dar una explicación.
Hoy en la mente de todos están las víctimas del accidente, primero que nada. Ante todo. Las personas que optaron por el medio de transporte más rápido, más puntual y más seguro (y el accidente no nos puede hacer cambiar de parecer) para su viaje y que nunca llegaron a su destino. Después, otra idea: el tren en el que viajaban esos hombres y mujeres era y es el orgullo de España.
Sin ir más lejos, ayer por la tarde, unas horas antes del accidente, entré con la intención de obtener una impresión rápida en la estación de ferrocarriles de Marrakech. Suelo hacerlo cuando viajo a alguna ciudad. La semana pasada hice lo propio en ciudades francesas o italianas. La impresión siempre es la misma -y creo que la compartimos muchos españoles-; una cierta condescendencia al ver como el mayor orgullo de la España moderna, nuestro ferrocarril, supera ampliamente en calidad y estándares de servicio a casi todos los del mundo, con muy contadas excepciones (y esto que no quite la vista de los problemas, que los hay y yo los he criticado en este mismo medio, pero hoy no es día para pormenores ni debates estériles).
Los españoles hemos ligado inseparablemente la imagen de desarrollo que nos hemos construido a los hilos de hierro que como hace unos años se decía, "cosían España". La Alta Velocidad es uno de esas obras que en el debate público español no pueden ser nunca criticadas sin caer en el ostracismo: nos la hemos creído como un símbolo del país y un derecho de los ciudadanos, por encima de la demanda y de la oferta, de la necesidad, de la capacidad de inversión...
Anoche todo ello se nos hundía con cada víctima de un accidente que nunca debió suceder, lo provocara un fallo humano o viniera ayudado por un sistema de seguridad que, si bien seguro y valido, siempre puede ser mejorado. Ahora es momento de pensar en las víctimas, de apoyar a sus familiares y de, para quienes tengan fe, rezar por ellas. Después vendrá el momento de depurar responsabilidades. Cuando todo haya pasado, tocará volver al debate en el que este trágico accidente crea un paréntesis, devolviéndonos a la realidad fuera de nuestras ensoñaciones nacionales de Alta Velocidad a toda costa, a todas partes y por encima de todo.
Hasta entonces solo puedo decir que las víctimas descansen en paz y ofrecer todo mi apoyo a sus familias y amigos".