Niza no volverá a ser Niza
Ni Niza, ni París, ni Bruselas volverán a ser lo que eran antes de los atentados. Todos tienen un antes y un después que quedará grabado en la imaginarios culturales de todos nosotros.
A cada ser humano se le socializa según su cultura sobre lo posible, lo probable y lo imposible. Se le dan las pautas de convivencia según su entorno para que se pueda interactuar en ese medio y pueda convivir con sus semejantes. Y dentro de ese "posible o probable" nunca se hubieran imaginado que la vieja europa pudiera ser atacada por sus propios compatriotas desde la barbarie de los atentados del diario Charlie Hebdo (7 de enero de 2015), la sala Bataclan (13 de noviembre de 2015), el Aeropuerto de Bruselas (22 de marzo de 2016) o Niza (14 de julio de 2016). Lo imposible se ha hecho realidad. Ninguno de estos lugares volverán a ser lo que eran antes de esas fechas. Todos tienen un antes y un después que quedará grabado en la imaginarios culturales de todos nosotros.
Estamos conociendo, los occidentales, un nuevo terrorismo, una nueva forma de guerra fuera de la guerra. Iván Witker (2005), responsable de la Cátedra de Relaciones Internacionales de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE) y analista de la BBC World, explica que el terrorismo ha sido desde siempre un componente de la violencia política y se le debe aprehender como un instrumento de agresión, destinado a aniquilar o atemorizar al rival mediante el terror e intimidación de personas inocentes y no combatientes. Por eso no nos tiene que sorprender la crudeza de las acciones antes mencionadas. Para los grupos fundamentalistas radicales, occidente es su campo de batalla, su enemigo número uno contra el que hay que realizar una yihad o guerra santa. Somos parte de su objetivo.
El terrorismo ha ocupado un lugar preeminente en el arsenal de los grupos fundamentalistas islámicos contra Occidente. Entrenados para la guerra, en campamentos militares, cientos de hijos de la vieja europa renuncian a su educación occidental en pro de una ilusión de bienestar, ascensión social y obtención de reconocimiento. Pero ¿qué motiva a esos "lobos solitarios" a enfrentarse contra los que se suponía eran sus semejantes?. La respuesta no es fácil; un desarraigo territorial, situaciones de exclusión social, seguida de una resocialización y una reconstrucción de sí mismos y de su self identitário. El mismo primer ministro francés Manuel Valls reconocía hace más de un año que en Francia existía situaciones de "apartheid social". Reconocía que en Francia hay unos ciudadanos de primera y unos ciudadanos de segunda, que las discriminaciones y las desigualdades no son las mismas para todos los franceses, y que se necesita más de una década para recuperar esos brotes de desarraigo (de-socialización) de parte de sus conciudadanos.
Para entender estas acciones, o actos de terrorismo de barbarie, debemos centrarnos en la microsociología de Georg Simmel. De la que surgen los postulados del Interaccionismo Simbólico o las teorías del Intercambio Social.
Sólo es posible entender el cambio radical de estos ciudadanos de la vieja europa que un día lo cambian todo por vivir un sueño de reconocimiento social en el fundamentalismo radical si pensamos en micro y no en macro. Descartamos la macrosociología porque aquí no se trata de una guerra organizada, un ejército estructurado, y unas acciones medidas que tiene por finalidad expandir los dominios y echar al propio metro a metro conquistado. Aquí no hay lucha de clases, ni lucha por los recursos de un país o territorio, ni lucha por la ideología política. La microsociología nos explica que lo importante son las interacciones, nuestro grupo primario, nuestras personas cercanas. Nuestro grupo de referencia son las personas que tenemos a nuestro alrededor, aquellas que nos cuidan, nos hablan, nos dan esperanzas y nos escuchan. Son las que nos hacen ver el mundo de un color determinado y nos dejamos envolver de ese manto cálido cuando del resto de la sociedad solamente recibimos jarros de agua fría. Solamente de esta manera se puede entender los procesos de radicalización por los que pasan los individuos que siembran de esas barbaries las ciudades europeas. Por eso en las redes sociales, en los grupos de Whatsapp o Snapchat, los captadores de yihadistas hablan, conversan, escuchan y adoctrinan en una nueva salida social fuera de discriminaciones y desigualdades europeas. Alguien les escucha, ellos se convierten.
Niza ha sufrido el peor de los ataques terroristas. Alguien insignificante, un delincuente común con poco más currículo delictivo. Armado con un camión frigorífico alquilado de manera legal. Ha sido capaz de hacer lo impensable, un día señalado, una fecha para recordar. Y como ha pasado en los otros lugares, el recuerdo será imborrable. El subconsciente colectivo que tienen todos ciudadanos no ayudará a olvidarlo. Mantendrá la llama viva después de cien actos recordatorios, monumentos a las víctimas, y discursos de mandatarios y estadistas.