“La mascarilla es mucho más que la mascarilla”: ¿es buen momento para retirarla del transporte?
En pocos días la mascarilla dejará de ser obligatoria en el transporte público. Los epidemiólogos valoran esta decisión: desde el “culturalmente nos cuesta mucho llevarla” hasta el “usar mascarilla es nuestro derecho a la protección”.
Dos años y nueve meses en nuestra boca… y en nuestra mente. El 21 de mayo de 2020 se hizo obligatorio en España el uso de mascarilla en los espacios públicos abiertos y cerrados. Desde entonces, y a medida que la vacunación frente al covid se extendió y nos acostumbramos a ‘convivir’ con el virus, esa obligatoriedad ha ido decayendo en la mayoría de sitios: por la calle, en restaurantes, en conciertos, en colegios, en el trabajo. El símbolo de la pandemia por excelencia iba dejando paso a las “sonrisas” –como dijo la ministra de Sanidad, Carolina Darias– y apenas quedan ya reductos en España donde la gente sigue obligada a cubrirse nariz y boca.
Uno de los últimos (y más polémicos) era el transporte público, donde al menos hasta este martes sigue siendo obligatorio usar mascarilla en autobuses, trenes y aviones, pero no así en los andenes o zonas de paso de una estación o aeropuerto. La norma cambiará previsiblemente el próximo 7 de febrero, cuando el Consejo de Ministros votará por retirar esta obligatoriedad, manteniéndola en centros sanitarios y sociosanitarios.
No es tanto que hubiera un gran clamor en las calles exigiendo esta relajación en el transporte, pero España era ya uno de los pocos países en mantener esta medida, mucha gente había dejado de usar cubrebocas en los trenes, y luego estaban las incongruencias: ¿por qué sí en el Metro pero no en los andenes?, ¿por qué sí en el autobús pero no en el centro comercial o en la oficina?, ¿por qué sí en los aviones si luego todo el mundo se la quita para comer?
Muchos epidemiólogos españoles llevaban meses advirtiendo de que esta era una “medida maquillaje”, pero la llegada con fuerza de la temporada de gripe y la repentina explosión de casos de covid en China no hicieron más que alargar un poco más la ‘agonía’. Y la mascarilla siguió siendo obligatoria en el transporte hasta ahora.
Mantener la mascarilla más tiempo no haría “ningún daño”
Aun así, hay quien considera que tomar esta decisión ahora es “prematuro” y que “lo prudente” sería esperar al menos hasta primavera. Las comillas son del epidemiólogo Daniel López Acuña, ex directivo de la OMS, que recuerda que la temporada del frío es la preferida de los virus respiratorios, y que mantener la mascarilla unos meses más no haría “ningún daño”. “Es una barrera física frente al coronavirus, que sigue circulando, y frente a otras infecciones respiratorias”, señala López Acuña.
En opinión del epidemiólogo, la pandemia se está “subestimando”, teniendo en cuenta que España hace en la actualidad “una quinta parte de pruebas diagnósticas” con respecto a épocas pasadas, una tendencia que es ya mundial. (A pesar de esto, la OMS determinó hace una semana que la pandemia por covid seguía siendo una emergencia sanitaria mundial).
En lo que sí coincide López Acuña con el resto de epidemiólogos consultados es en describir la mascarilla como un “símbolo”. Para él, la gente entiende que quitarse la mascarilla en el transporte es una suerte de ‘liberación’, una manera de “poner una pica en Flandes con respecto al fin de la pandemia”. Y, en su opinión, debería ser al revés. “Usar mascarilla es nuestro derecho a la protección, y nuestra responsabilidad”, sentencia López Acuña.
El poder de un símbolo: “Es mucho más que la mascarilla”
El epidemiólogo Pedro Gullón también tiene claro que la mascarilla se ha convertido en un símbolo, pero él lo describe de una manera distinta. “La mascarilla es mucho más que la mascarilla”, sostiene. “Renunciar a su uso tiene un componente simbólico y emocional que es importantísimo y que no podemos pasar por alto”, reconoce.
No obstante, Gullón considera que la efectividad actual de la mascarilla en el transporte, desprovista de cualquier otra medida adicional, era ya bastante “limitada”. “El efecto de quitar las mascarillas en ese entorno va a ser residual”, opina.
Para Gullón, la situación en que se encontraba España con respecto a la mascarilla en el transporte era “anómala, un poco absurda”. “Las medidas no farmacológicas –desde el confinamiento más estricto hasta las mascarillas– se han ido relajando, y ningún agente económico estaba ya dispuesto a asumir ningún sacrificio por la pandemia”, explica el epidemiólogo. De este modo, sostiene Gullón, la única manera de recordar eso de que “la pandemia no se ha acabado” era manteniendo el cubrebocas en el transporte público, teniendo en cuenta que “ahí nadie se iba a quejar”, dice.
Gullón reconoce, en todo caso, sentir preocupación por la temporada de gripe y otros virus respiratorios, pero no cree que mantener la mascarilla en el transporte sea la manera de afrontar esta cuestión. “Si se quiere abordar, se tendría que hacer de manera integral, por ejemplo facilitando las bajas laborales o aumentando la plantilla de epidemiólogos que hagan seguimiento”, propone. Dicho sea de paso, Pedro Gullón considera que “el covid nos debería haber dado un toque” con respecto a esto: “No se puede hacer como si no existieran estos virus, cuando provocan muchísimas muertes”. En la temporada 2019-2020, justo cuando apareció el coronavirus, en España se produjeron 3.900 muertes atribuibles a la gripe, y 27.700 personas fueron hospitalizadas por esta causa.
“Culturalmente nos cuesta mucho lo de la mascarilla”
De todo el debate sobre la mascarilla, el doctor Salvador Macip se queda con una conclusión: “La mascarilla es útil, y funciona no sólo para la covid, pero no podemos obligar a la población a usarla cuando la gente no percibe que sea importante”.
Macip vive y trabaja en Reino Unido, donde la mascarilla pasó a ser prácticamente un vestigio hace ya tiempo. Aun así, el investigador viaja con relativa frecuencia a Barcelona, y allí ha observado que la gente “no se molesta mucho” por usarla en los transportes, salvo en el autobús, donde los conductores lo exigen antes de dejar entrar a alguien. En estos ‘sí pero no, no pero sí’, Macip observa “contradicciones”, que a veces “sólo consiguen desgastar y desacreditar un poco la estrategia de salud pública”, sostiene.
El experto considera que “culturalmente nos cuesta mucho lo de la mascarilla”, a diferencia de lo que ocurre con la población asiática, más acostumbrada a ponerse el cubrebocas en transportes en la temporada de mayor pico de virus. “No es para nada descabellado” usar mascarilla en estos casos, valora Macip. “Es una medida que con muy poco sacrificio tiene un rédito bastante alto, porque aunque no evita el cien por cien de los contagios, sí evita bastantes”, explica.
No obstante, “no ha sido fácil” implantar esta costumbre en Europa; por lo tanto conviene “reservarla para cuando realmente sea importante, y explicarlo bien y que la gente lo entienda”, razona Macip.
Salvador Macip considera que es precisamente esto lo que se ha producido con el uso del cubrebocas en centros médicos y residencias. Al entender la gente que en esos entornos se encuentran personas especialmente vulnerables, y donde hay mayor posibilidad de transmisión de virus, no está haciendo falta, en general, que el personal de seguridad se dedique a recordar a los pacientes la obligatoriedad del uso de mascarilla. “Es una buena idea que se mantenga en sitios con personas de riesgo: ahí sí es fácil de explicar y es fácil que la gente lo cumpla”, apunta Macip.
Sus colegas López Acuña y Gullón también están de acuerdo. De hecho, a Pedro Gullón no le sorprendería que el uso de la mascarilla en centros sanitarios se mantuviera para los próximos años en las temporadas de mayor transmisión de infecciones respiratorias. “En los lugares con personas de alta vulnerabilidad no me extrañaría que fuese algo más dinámico y relativamente más común. Ya incluso antes del covid había discusiones sobre si pedir la mascarilla en hospitales en época de gripe”, dice.