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Los tiempos en los que el planeta Urano se llamaba Jorge

Los tiempos en los que el planeta Urano se llamaba Jorge

La decisión de Herschel de nombrar al planeta en honor a Jorge III refleja no solo su gratitud personal, sino también el contexto histórico de la época.

Representación de UranoDALL-E

En el vasto y misterioso universo, los nombres de los planetas suelen estar inspirados en la mitología antigua. Sin embargo, hubo un tiempo en que uno de estos cuerpos celestes llevó un nombre muy diferente, un nombre que rendía homenaje a un monarca británico. Este es el fascinante relato de cómo el planeta Urano fue conocido como Jorge.

El descubrimiento de Urano en 1781 por el astrónomo germano-británico William Herschel marcó un hito en la astronomía. Fue el primer planeta en ser descubierto con un telescopio, ampliando los límites conocidos del sistema solar. Pero más allá del descubrimiento en sí, la historia del nombre del planeta es igualmente intrigante.

Cuando Herschel observó por primera vez el planeta, pensó que se trataba de un cometa o una estrella. Sin embargo, tras una semana de observación con su telescopio, se dio cuenta de que tenía una trayectoria elíptica alrededor del Sol, confirmando que se trataba de un nuevo planeta. En un gesto de gratitud hacia su país de adopción y en un intento de honrar al rey Jorge III, Herschel decidió nombrar al planeta Georgium Sidus, que en latín significa "la estrella de Jorge".

La elección del nombre no fue bien recibida por todos. Muchos astrónomos de la época consideraron inapropiado alejarse de la tradición de nombrar los planetas según la mitología clásica. Johann Elert Bode, un astrónomo alemán, fue uno de los principales opositores. Bode argumentó que, siguiendo la tradición mitológica, el nuevo planeta debería llamarse Urano, el dios griego del cielo y padre de Cronos (Saturno) y abuelo de Zeus (Júpiter).

A pesar de la resistencia, el nombre Georgium Sidus se mantuvo durante varias décadas. En los almanaques náuticos británicos, el planeta continuó siendo referido como Jorge hasta bien entrado el siglo XIX. No fue sino hasta 1850 que el nombre Urano comenzó a ser ampliamente aceptado, gracias en gran parte a los esfuerzos de astrónomos como John Couch Adams, quien convenció a los editores del Almanaque Náutico británico para que adoptaran el nombre mitológico.

El proceso de cambio de nombre no fue sencillo. Requirió la colaboración y el consenso de la comunidad astronómica internacional. Los astrónomos tuvieron que ponerse de acuerdo sobre la nomenclatura y actualizar los registros y publicaciones científicas. Este cambio también implicó la revisión de mapas estelares y la reeducación del público y de la comunidad científica sobre el nuevo nombre del planeta.

El caso de Urano es un ejemplo fascinante de cómo la ciencia y la política pueden entrelazarse. La decisión de Herschel de nombrar al planeta en honor a Jorge III refleja no solo su gratitud personal, sino también el contexto histórico de la época. La reciente pérdida de las colonias americanas por parte de Gran Bretaña había sido un golpe significativo para el rey, y el descubrimiento de un nuevo planeta ofrecía una oportunidad para levantar el ánimo nacional.