¿Por qué es tan popular el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania?
Nos encontramos ante una buena oportunidad para empezar un debate público sobre AfD. En lugar de enfadarnos por las pequeñas exigencias absurdas del partido, deberíamos preguntarnos cómo es posible que se haya creado este partido y por qué ha ganado tanto apoyo.
El partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD por sus siglas en alemán) propuso el pasado 1 de mayo en Stuttgart un proyecto de ley muy duro e incisivo. Básicamente, el proyecto de ley estipula: Alemania no es un país de inmigración porque la inmigración tiene fallos de base.
El orden del día de este congreso nacional de AfD no era en absoluto moderado, sino completamente radical, porque cuestionaba valores fundamentales de Alemania. No obstante, cabe destacar que los elementos más extremistas de este congreso fueron incapaces de reafirmarse, por lo menos a la hora de dar forma a la agenda del partido.
Nos encontramos ante una buena oportunidad para empezar un debate público sobre AfD. En lugar de enfadarnos por las pequeñas exigencias absurdas del partido, deberíamos preguntarnos cómo es posible que se haya creado este partido y por qué ha ganado tanto apoyo.
La verdad es que AfD pertenece a Alemania, por muy mal que pueda sonar; se ha creado en la sociedad alemana. AfD no sólo es popular entre gente a la que se le dio la espalda después de la unificación alemana, entre patriotas o entre demagogos que ondean banderas en la feria (aunque lo parezca después de ver a Björn Höcke en la televisión). La fuerza de AfD se debe a que han conseguido tanto atraer a seguidores de comunidades de extrema derecha como a los miembros de a pie de la sociedad alemana.
Es algo que se pone de manifiesto cuando observamos a los oradores del congreso de Stuttgart. La inmigración, el islam y los impuestos por tener una radio fueron los principales temas de debate el domingo pasado. Fueron más de dos horas de discusión que recuerdan a anteriores asambleas del Partido Pirata.
Se escucharon frases xenófobas y misántropas. Por ejemplo, un miembro de AfD aseguraba que la ley constitucional básica alemana no protege al islam de la misma manera que al cristianismo, declaraciones que fueron recibidas con aplausos. Mientras tanto, se abucheó a un participante por intentar que se diferenciara a los musulmanes de los islamistas.
Hay gente que valora la buena educación en la mesa, pero se olvida de ella cuando se pone a debatir. Hubo un regocijo generalizado cuando se hizo público que un grupo de manifestantes de extrema derecha habían interrumpido el discurso del 1 de mayo de Heiko Maas, ministro de justicia alemán.
En general, se podía palpar el inmenso odio hacia la élite política. Los participantes -la mayoría hombres- expresaban sin reparos su "preocupación" por la opinión de la mayoría y buscaban ideas para cambiar la opinión popular. Uno de ellos estaba convencido de que los presentadores de noticias Ingo Zamperoni y Claus Kleber eran agentes de una "alianza germano-estadounidense" conspiratoria.
Otros participantes eran más moderados. Varias jóvenes alertaron de que la retórica radicalizada que considera el aborto como un "criterio de exclusión" disuade a muchas mujeres de adherirse al partido. Algunos cristianos advirtieron de que no se empleara una retórica dura en el debate de la inmigración.
AfD muestra las posiciones que tenían algunos miembros conservadores de la Unión Demócrata Cristiana en la década de 1990. Esto dice mucho de por qué se ha fundado este partido y, posiblemente, de cuál es su objetivo y cómo va a acabar.
Últimamente, el AfD ha visto cómo la intención de voto ha aumentado, y sus índices de apoyo parecen repuntar cuando son más extremistas. Por ejemplo, cuando la delegada europea del partido y miembro de AfD Beatrix von Storch declaró que se debería disparar a los niños refugiados desarmados, de poco sirvió que luego se retractara. La idea de disparar a los niños ya había quedado clara y se había metido en la mente de la gente.
Pegida, otra organización alemana anti islam y de extrema derecha, empleó una táctica similar en Dresde: los discursos que dieron Bachmann y sus socios en las manifestaciones del lunes fueron más corrosivos de lo que publicaron los periódicos. Todos eran conscientes de lo que estaban diciendo.
Este juego resulta aún más peligroso porque contribuye a la radicalización de la sociedad alemana en general. Poco a poco se está acabando con la capa de la civilización. Y, al final, no habrá pilares comunes que sostengan a esta democracia que lleva en pie 70 años. Por eso, hay que mirar el programa de AfD como si fuera un reflejo del presente. Incluso aunque algunos miembros de partidos de Alemania del Este estén decepcionados.
¿Cuál es el antídoto para este veneno? Está claro que la ira y la indignación no lo son. Quien quiera enfrentarse de verdad al AfD debería volver a examinar los valores que está aportando este partido a los debates. Porque la mejor arma para combatir el populismo de extrema derecha es la credibilidad. Es la única manera de evitar que el populismo de AfD consiga más votantes de la población alemana.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición alemana de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.