Por una cuota juvenil en el Congreso y en el Senado
Un político que lleva tantos años en política como Rajoy o Rubalcaba, tiene demasiados favores que devolver y no son completamente libres para imponer su voluntad a nadie. Los políticos jóvenes no. Debería haber más como Alberto Garzón Espinosa.
Aunque Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba son expertos oradores, los debates entre ambos no aportan nada a nadie, salvo excitación a sus bancadas y a sus más acérrimos seguidores. En ellos solo veo dos nueces vacías que hacen ruido porque están huecas. Es decir, son expertos en hablar sin decir nada, y olvidan que la retórica y la oratoria no solo sirven para eso. También sirven para exponer claramente las ideas defendidas, si es que se tienen.
Frente a este tipo de parlamentario de retórica hueca, en la presente legislatura hemos descubierto a un nuevo diputado, Alberto Garzón Espinosa, que a diferencia de los anteriores, no se desenvuelve tan cómodamente en los argumentos memorizados que los partidos suelen imponer a sus miembros. Las intervenciones de Alberto Garzón Espinosa dejan entrever que todavía tiene pocas tablas frente a un gran público y a veces se le ve algo incómodo, aunque valiente, buscando aún su propio estilo.
Pero eso, en vez de ser un defecto, debe ser tomado como una cualidad. Los políticos que sin pensar repiten consignas no son de fiar. Alberto Garzón Espinosa, cuando se expresa, lo que demuestra es que está intentando defender unas ideas que realmente cree, sin buscar tanto la forma, el blablabla, el marear la perdiz. Y esa es una cualidad que estos días escasea en política y que la ciudadanía espera de sus gobernantes. No que les hablen para tomarles el pelo. Y no te equivoques. No quiero decir con esto que sus ideas sean las correctas ni que yo las comparta. Solo me refiero a la manera de defenderlas y expresarlas.
Quizás esto se deba a la edad. Alberto Garzón Espinosa tiene menos de 30 años. La edad es básica en la forma de ver el mundo y en la manera de desempeñarse como político. Los políticos que están más cerca de la jubilación que de cambiar el mundo, suelen preocuparse más por la forma que por el contenido. Los políticos con fuerzas para intentar sacar nuevas ideas adelante, se preocupan más por el contenido que por la forma. Y en definitiva, son los jóvenes los que no tienen miedo a modelar su propio futuro frente a los mayores, que generalmente temen cualquier cambio que pueda variar el status quo.
Evidentemente, la experiencia que se adquiere con la edad es siempre un valor. El problema es que los políticos viven en su propio mundo, ajenos muchas veces a lo que sucede en la calle (¿Cuánto cuesta un café, señor Zapatero?). De ahí que la experiencia en política no sea necesariamente un punto a favor para ser un buen legislador, sino que solo demuestra cuán capaz es un político de sobrevivir en un nido de víboras, es decir, cuántas cosas ha aprendido para mantenerse en el poder o cerca de él.
Además, un político que lleva tantos años en política como Rajoy o Rubalcaba, tiene demasiados favores que devolver y no son completamente libres para imponer su voluntad a nadie. Los políticos jóvenes no tienen desde luego tantos favores que devolver ya que su carrera política no hace más que despuntar.
Por eso, considero que en las Cortes Generales debería haber más jóvenes como Alberto Garzón Espinosa. En esta época de preocupación por las cuotas, se debería imponer un porcentaje de diputados y senadores menores de 35 años, quienes serían más conscientes de que al jugarse el futuro de la gente, también se jugarían el suyo propio.