Uno a Moncloa, otro a casa
Termina una campaña muy dura, embarrada, con acusaciones cruzadas de mentir a la opinión pública. Los españoles hablan este domingo.
De facto, España lleva en campaña prácticamente todo el año. El nivel de tensión y desgaste ha sido enorme para las formaciones políticas. En privado, muchos reconocen su agotamiento. Pero ya ha llegado la hora, unos meses antes de lo esperado. Este sábado es jornada de reflexión y el domingo los españoles están llamados a las urnas. La izquierda pretende resistir en el poder tras el batacazo en las autonómicas y locales mientras que la derecha cree que ha llegado su momento y aspira a hacerse con la Moncloa.
Pedro Sánchez sorprendió a propios y extraños al convocar las elecciones generales para este 23 de julio. En teoría, se iban a celebrar a finales de año. Golpe de efecto tras la derrota en las urnas de mayo. El presidente ha arriesgado, ha estado en aquellos estudios de radio y televisión que nunca había pisado, ha intentado mostrarse cercano y reconocer errores… pero también ha reivindicado con ahínco su gestión gubernamental. Y se ha levantado una y otra vez pese a las numerosas caídas.
El resultado del cara a cara en Atresmedia, el primer lunes de campaña, fue demoledor para el estado anímico del PSOE. Parecía ya todo sentenciado. Pero con el paso de los días Sánchez se ha esforzado en levantar la moral de los suyos hasta el punto de cerrar la campaña asegurando que el PSOE será primera fuerza y gobernará cuatro años más junto a Yolanda Díaz, su ticket electoral. José Luis Rodríguez Zapatero se ha convertido en su fiel escudero. No así Felipe González, defensor de que gobierne la lista más votada, como solicita el PP.
En el entorno de Sánchez aseguran que el votante progresista está muy movilizado y que la participación será histórica, tal y como publicó El HuffPost. Y que esto puede dar al traste con los pronósticos de todos los estudios demoscópicos salvo el CIS, que han augurado una clara victoria del PP, aún necesitando a Vox para gobernar. El aplomo con el que el presidente proclama esa remontada ha generado una última chispa de ilusión en las estructuras del partido, a pesar de la última polémica, esta vez relacionada con los peajes. “Todo se dilucidará por no más de diez escaños”, zanjan en Moncloa.
La campaña ha sido dura, embarrada, con acusaciones mutuas y constantes de faltar a la verdad. “Mentiroso”, se han lanzado unos a otros. El ruido ha sido tan grande que las propuestas han quedado completamente eclipsadas. Los anuncios electorales apenas han tenido cabida en los titulares y una fotografía del narcotraficante Marcial Dorado con Alberto Núñez Feijóo en 1995 ha llegado a centrar algunos momentos de la recta final.
El líder del PP recibía la noticia del adelanto electoral en la cresta de la ola. El poder autonómico y municipal recibido el 28 de mayo fue formidable pero también conllevaba la necesidad de pactar con Santiago Abascal. La negociación en Extremadura ha sido la más difícil, con su líder, María Guardiola, teniendo que rectificar dando entrada a Vox en su gabinete. Y llegó el desgaste para Génova: las encuestas detectaron una mejora de la izquierda. Aunque el cara a cara con Sánchez devolvió la euforia a los populares.
Feijóo arriesgó, y ganó el duelo con Sánchez. Fue entonces cuando el PP auguró su victoria por más de 160 escaños en el Congreso de los Diputados. “Haremos todo lo que esté en nuestras manos para que Vox no entre en el Gobierno”, afirmaron fuentes de su entorno, seguros de que sacarán más votos que toda la izquierda y sus socios juntos. Si bien, públicamente, en una entrevista, Feijóo también aclaró: “Si le tengo que pedir el sí a Vox, lo lógico es que esté en su gobierno”.
El principal tropiezo del jefe de la oposición se produjo otro lunes, el de la última semana de campaña. En una entrevista en TVE, se equivocó al esgrimir la posición del PP con respecto a la revalorización de las pensiones, y la periodista se lo hizo saber. Al tiempo, el PSOE apretó acusando a Feijóo de mentir. “Ha sido un bache, pero sin mucho impacto en la intención de voto. La tendencia se mantiene”, afirmó un día después un barón territorial. Misma opinión, de otras voces del partido, tras la celebración del debate en el que su líder dejó la silla vacía y Abascal fue el único representante de la derecha.
En el PP llegan a las urnas convencidos de que ganarán, pero con los clásicos nervios de las horas previas. “Si nos quedamos en casa, habrá bloqueo”, han repetido sus portavoces oficiales. Feijóo ha asegurado que llamará al PSOE si gana para que dicho bloqueo no se produzca. Si bien, todo el partido lo entiende como un señuelo para establecer un relato mientras que los canales de interlocución con Vox se mantienen. “No tengo interés en ponerme de acuerdo con ellos”, llegó a decir el gallego en RNE, apelando al voto útil.
“Las cosas van a ir bien. Ahora falta saber hasta dónde llega la ola. El tema de los peajes vuelve a vincular a Sánchez con la mentira en estas últimas horas. Es la puntilla para él y nuestro último empujón. La gente está animada pero cansada y nos preocupa el calor que va a hacer en algunos sitios el domingo”, resumen en el equipo directo de Feijóo, en conversación informal con este diario.
El bipartidismo clásico lo ha ocupado prácticamente todo, para sufrimiento de los otros protagonistas de ambos bloques. Yolanda Díaz estuvo prácticamente desaparecida hasta el debate a tres, en el que brilló y se hizo notar. No escondió su buena relación con Sánchez, aunque le lanzara algunas pullas para diferenciarse. Abascal, también presente en ese ring televisivo, asegura que su suelo electoral es muy fuerte por mucho que el PP esté vendiendo su desplome. “Seremos decisivos y estaremos en el Gobierno”, resumen en el partido verde.
Unos y otros han echado el resto. El cansancio se ha hecho notar en el rostro de Sánchez y Feijóo incluso tuvo que modificar su campaña por una lumbalgia. En ocasiones se les ha visto incómodos, con esa sonrisa tensa, conscientes de que este domingo uno se verá durmiendo en Moncloa y el otro camino a casa. La decisión la tomarán los españoles este domingo tras una extenuante campaña electoral que en ocasiones parecía no tener fin.