Ni la presidencia europea ha frenado a Sánchez: lo que está en juego
El presidente ha entendido que la urgencia del mapa dibujado ayer por los electores se impone incluso al semestre en el que España asume el liderazgo comunitario.
Es una cita ansiada, mimada, muy trabajada. En el segundo semestre del año, España presidirá temporalmente el Consejo Europeo y para el Gobierno era el momento de ver los frutos de mucho esfuerzo, de poner al país en el escaparate internacional con decisiones clave que se han de tomar e, incluso, también, de lucir un presidente que ha ido afinando su perfil mundial, con no poco éxito. Pues nada de eso, al final, ha frenado a Pedro Sánchez a la hora de convocar elecciones anticipadas para el 23 de julio. Tanta ilusión, tanto compromiso y tantas expectativas están puestas en ello que colocar por encima de eso la necesidad de tener un nuevo Gobierno da cuenta de la gravedad de la situación, a ojos de Sánchez.
Siempre se ha hablado de dos líneas rojas en el calendario para no acudir antes a las urnas: la mayoría de edad de la princesa Leonor, este otoño, y la presidencia comunitaria. España tomará relevo a Suecia y será el momento de aplicar una agenda maratoniana de consejos, reuniones y actos paralelos que van mucho más del lucimiento. Es gestión, no sólo fotos, en un momento crucial para el futuro de los Veintisiete, que salían de la pandemia y se han topado con la guerra de Ucrania. Todo eso ahora estará salpicado de lo que salga el 23-J, con una polarización de fondo brutal. Como país, España no se puede permitir que eso salpique al semestre. Hay que ir a una si quiere seguir teniendo credibilidad y respeto en el plano internacional y seguir con la autonomía estratégica abierta, el Pacto sobre Migración y Asilo pendiente, la reforma energética o reforma de las reglas fiscales, asuntos troncales todos. Los lleve el presidente que los lleve.
Como explica el Ministerio de Exteriores en el sitio especial creado para la cita, los Estados miembros de la UE asumen la Presidencia del Consejo por turnos de seis meses, según un sistema de rotación igual y orden determinado. El Tratado de Lisboa creó la figura de los Tríos, grupos informales de tres Presidencias que se coordinan para dar continuidad a los trabajos a lo largo de 18 meses, para que no se vayan cortando los proyectos cada vez que cambien de país. En el caso de nuestro país, se inaugurará el bloque que empieza España, sigue Bélgica y culmina Hungría, los dos países anfitriones de 2024.
Lo que se hace en ese semestre es presidir nueve de las diez formaciones que componen el Consejo – menos la de Exteriores – y sus órganos preparatorios: el Comité de Representantes Permanentes (COREPER) y la gran mayoría de los grupos de trabajo. Entre los deberes de la Presidencia, se encuentran “el impulso de los trabajos del Consejo elevando propuestas y organizando las reuniones necesarias, la búsqueda de consensos que defiendan los intereses generales .por ejemplo, al dirigir las negociaciones interinstitucionales con Comisión y Parlamento, que deben ser leales, no partidistas, de honest broker, en el argot diplomático- y la representación institucional de todos los Estados miembros en ciertas instancias”. Y la coordinación, esencial, un papel muy valioso sobre todo en la gestión de crisis -a Francia le tocó el año pasado la invasión rusa de Ucrania-, que facilite una “reacción ordenada y de unidad europea”.
Compromisos y calendario
Es momento de combinar el ejercicio neutral de la presidencia de turno para buscar los máximos consensos son el sello especial que cada Estado quiera imprimir, según sus prioridades nacionales. Sin pasarse, pero suele haber margen para elevar propuestas, aunque en la última ocasión España se quedó con las ganas, porque lo peor de la crisis iniciada en 2008 estaba arrasando y había apuestas comunes que anteponer. ¿
Las apuestas cambiarán si cambia el Gobierno español? No parece, básicamente porque no hay margen de maniobra, las cosas están habladas desde hace mucho. Lo que sí hay es muchos compromisos ya cerrados con Bruselas. ¿Cómo será abordar una presidencia así si hay una coalición entre Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal? De cara a la galería, o sea, a Europa, incómodo. La ultraderecha, y más del corte poco europeísta como la de Vox, espina, por más que esté integrado en la Eurocámara. Siempre habrá, públicamente, respeto a las decisiones de los españoles y sus representantes.
Por ahora no ha habido reacciones en Bruselas, aunque tampoco nunca las hay ante procesos electorales de los miembros del club comunitario. Además, es festivo en Bélgica y las instituciones están de puente.
En cuanto a las fechas, el 1 y 2 de julio se celebra el evento inaugural de la nueva presidencia y el traspaso del testigo de la presidencia sueca. El 6 y 7 de julio, por su parte, se recibirá al Colegio de Comisarios de la Comisión, el máximo órgano interno político y administrativo del órgano ejecutivo de la Unión. Ya entonces acudirá a España Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión. Y muy muy cerca de las elecciones, desde luego en campaña, estará una de las citas clave del calendario: la reunión de la UE con los países latinoamericana de la CELAC (33 países de América Latina y el Caribe), el 17 y 18 de julio, en Bruselas. La mirada a América Latina y el fortalecimiento de sus lazos con los Veintisiete son esenciales en esta presidencia.
Las prioridades
España ha planteado un paquete de apuestas que se basan en más Europa -“Lo tenemos claro: para que a los españoles les vaya bien, a Europa le tiene que ir bien y a España le tiene que ir bien en Europa”, dice el ministro José Manuel Albares-, la unidad de acción de los Veintisiete, que tan necesaria se ha visto que es en casos como el de Ucrania; la revisión de los planes de recuperación y resiliencia, con una mejor gobernanza económica; una agenda social que impulse el llamado Pilar Social Europeo para que nadie se quede atrás (centrado el la mujer, la infancia, la discapacidad o la salud) y al que añade el pacto sobre inmigración y asilo, bloqueado desde hace años; el desarrollo del mercado interior, enfocado en más autonomía estratégica y una mejora en la competitividad de la industria europea y su innovación; la aplicación total de la agenda digital, con una mayor conectividad; el impulso a la agenda verde, con todo lo que conlleva de menor dependencia energética exterior, reforma del mercado de la energía y más recursos limpios, de lucha contra el cambio climático y en favor de la biodiversidad; y el gran cajón desastre que es el papel global de la UE, su influencia en el mundo y sus respuestas de futuro, con América Latina y los vecinos del sur como principales preocupaciones.
El pasado septiembre, en un acto con embajadores comunitarios, el ministro Albares planteó esos ejes e insistió en que hay dos aspectos en los que la “concertación europea” es clave. En primer lugar, la energía, “que requiere de medidas urgentes y coordinadas para dar respuesta a la grave crisis que atravesamos”, de ahí el valor de reducir la dependencia energética de Rusia, impulsar la eficiencia, ampliar “las interconexiones europeas de gas y electricidad” y mejorar las renovables. Y en segundo lugar, la gobernanza económica, para responder a la inflación al alza, no vista en cuatro décadas en el viejo continente, y aumentar las inversiones públicas para las transiciones verde y digital.
Por encima de todo ello, enfatizó Albares, debe sobrevolar la palabra “unidad”,l para que la UE “sea capaz de seguir respondiendo a las crisis que se presenten y que continúe el desarrollo institucional y legislativo de forma que responda a las expectativas de los españoles y los europeos”. Cuajará ese espíritu en las 22 reuniones ministeriales informales que se van a celebrar en España, repartidas geográfica y temporalmente, más un Consejo Europeo informal en Granada, en octubre. El momento cumbre, sólo tres meses después de ir a las urnas.
Lo personal
El escaparate que suponen estos seis meses de la mano de Bruselas se entendían también como un impulso a la estampa internacional de Pedro Sánchez. Si primero tomó protagonismo como el único socialista con poder real en Europa, junto al portugués Antonio Costa, luego se creció con su apoyo por parte de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en cuanto a los planes de los fondos de recuperación post pandemia y, más tarde, también España se ha señalado positivamente por su apuesta en la ayuda a Ucrania, invadida por Rusia. España era, hasta ahora, un país que también se salvaba de la ultraderecha.
Cómo serán las cosas que se ha especulado con el deseo que pueda tener Sánchez de emprender una carrera internacional cuando finalice su tiempo en La Moncloa, bien en la Comisión (el año que viene hay elecciones europeas en los Veintisiete), bien en organismos donde habrá relevo, como la propia OTAN. El socialista, por ahora, ha negado públicamente interés alguno en dar ese salto. Pero también las elecciones eran inamovibles en diciembre... y hoy hablamos de que faltan menos de dos meses para ellas.
Pese a ello, Sánchez no es el primero que pasa por este semestre en campaña: en la primavera de 2022 pasó por lo mismo el liberal Emmanuel Macron, que tuvo que enfrentarse además a la guerra de Ucrania recién estallada. Lo pasó mal, tuvo que medirse en segunda vuelta con la ultraderechista Marine Le Pen, pero acabó imponiéndose con margen. ¿Le pasará lo mismo a Sánchez?