El independentismo ante el 23-J: entre encarecer su apoyo a Sánchez y rearmarse ante PP-Vox
Acude a las urnas en un momento de moral baja, con la calle desmovilizada y sin proyecto unitario, pero venderá caro su apoyo a la izquierda, si puede sumar.
ERC y JxCat afrontan las elecciones generales del 23 de julio en un momento de moral baja, con la calle desmovilizada y sin proyecto unitario, pero venderán caro un apoyo a Pedro Sánchez y, si suman PP y Vox, buscarán rearmarse políticamente para blindar la lengua y el autogobierno de Cataluña.
DOS ADVERSARIOS SIN ROSTRO: LA ABSTENCIÓN Y EL VOTO ÚTIL
Una de las grandes preocupaciones de las fuerzas independentistas en esta cita electoral es la desmovilización de su electorado, harto de las peleas entre partidos -que derivaron el pasado octubre en la ruptura de la coalición ERC-JxCat- y frustrado por la falta de una nueva hoja de ruta hacia la independencia.
ERC ya vio esfumarse cerca de 300.000 votos en las municipales de mayo y tanto republicanos, como JxCat, como la CUP son conscientes de que, en unas generales, sus votantes se sienten a menudo menos motivados para ir a votar que en unas elecciones al Parlament.
Todo lo contrario le ocurre al PSC, que en las generales suele acumular el voto útil de parte de electores soberanistas que optan por la papeleta socialista para evitar que el PP se instale en la Moncloa, una tendencia que los candidatos de ERC y JxCat tratan de combatir difuminando las diferencias entre PSOE y PP en relación con Cataluña y pidiendo el apoyo a una fuerza de "obediencia catalana".
La CUP intenta revalidar al menos sus actuales dos escaños, aunque el abstencionismo también puede mermar sus opciones, mientras que al PDeCAT-Espai CiU, que se ofrece a negociar una investidura de PSOE o PP, los sondeos no le auguran representación.
EL DILEMA DE NEGOCIAR OTRA INVESTIDURA DE PEDRO SÁNCHEZ
En 2020, ERC ofreció su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez tras firmar un acuerdo con los socialistas que preveía la puesta en marcha de una mesa de diálogo que, a lo largo de esta legislatura, ha dado frutos -como preparar el terreno para la concesión de los indultos a los presos del 1-O o derogar el delito de sedición-, pero que son insuficientes para el grueso del independentismo.
Viendo que su estrategia pactista en Madrid puede alejarla del electorado independentista más exigente, ERC -que repite con Gabriel Rufián como candidato- ha elevado el precio a su eventual apoyo a un nuevo Gobierno de PSOE y Sumar y avisa de que, en una hipotética negociación, pondrá sobre la mesa referéndum y ley de amnistía.
Si bien parece difícil que ERC renuncie a pactar con Sánchez si de sus votos depende que vuelva a haber un Gobierno de izquierdas, más dudas surgen en el caso de JxCat, que presenta a una candidata con un perfil de "confrontación", como Míriam Nogueras, concentrada en aglutinar el voto de protesta con el lema "Ya basta".
El expresidente catalán Carles Puigdemont, que en vísperas de la campaña recibió un revés de la justicia europea al serle retirada su inmunidad parlamentaria como eurodiputado, abandera el sector más reacio a facilitar una investidura e insiste en equiparar el trato de PP y PSOE a Cataluña, pero en JxCat hay también voces pragmáticas que añoran las épocas de influencia de CiU en Madrid.
PP-VOX: ¿REVULSIVO PARA RECUPERAR LA UNIDAD INDEPENDENTISTA?
Paradójicamente, uno de los escenarios que podría ayudar a cicatrizar las heridas entre ERC y JxCat y restablecer la unidad independentista sería el de un Gobierno de PP y Vox, eventualidad ante la cual el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ya ha hecho un llamamiento a articular un "frente democrático" soberanista en defensa de la lengua y las instituciones de Cataluña.
Enterrada la vía del diálogo abierta con el Gobierno de Sánchez, la estrategia pactista de ERC en Madrid decaería forzosamente y los republicanos se verían empujados a abrazar la "confrontación" que recetan sus exsocios de JxCat.
Aragonès ha asegurado que, pase lo que pase el 23J, no convocará elecciones anticipadas, al menos a corto plazo; para garantizarse cierta estabilidad parlamentaria -su mandato termina en febrero de 2025- puede intentar aproximarse a la oposición soberanista, ya sea abriéndose a reintegrar a JxCat en el Govern, formar un gobierno de concentración o trabar apoyos externos.
La confianza entre fuerzas independentistas está ahora mismo por los suelos -han sido incapaces de acordar incluso un mínimo común denominador programático para estas elecciones-, pero la defensa de los llamados "consensos básicos" de Cataluña -sobre lengua, sistema educativo y autogobierno- puede forzarlos a recoser sus relaciones.
Un vuelco en la Moncloa podría afectar también al papel del PSC, que hasta ahora ha sido un factor de estabilidad -ha aprobado los últimos presupuestos de Aragonès- y que podría variar su estrategia si cuajase un nuevo frente soberanista.