Cinco datos clave de la declaración de Sánchez y su apuesta por Palestina
El presidente español ha sido claro: no reconocerá cambios en las fronteras fijadas en 1967, avala a la ANP y quiere seguir tratando con Israel como un estado "amigo".
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha pronunciado este martes una declaración institucional en la que plantea formalmente el reconocimiento del Estado de Palestina, que de seguido debe avalar el Consejo de Ministros. El mandatario ha calificado de "histórica" esta jornada y, pese a lo manido del término, es preciso: con ella se pone fin a una espera de 76 años de un pueblo que acumula resoluciones de la ONU confirmando su derecho pero que sigue sin tenerlo. A cambio, sufre la ocupación y los bombardeos.
La intervención de Sánchez, leída con tono mesurado pero firme, es importante, primero, no sólo por lo que confirma, sino por cómo lo hace. Hasta ahora, Madrid -que hoy da este paso junto a Noruega e Irlanda- no había detallado las fronteras que, a su entender, tiene este nuevo estado que acaba de avalar. Pero el socialista lo ha aclarado: Palestina es Gaza, es Cisjordania y es el este de Jerusalén como capital. Los dos primeros territorios deben estar conectados con un corredor para poder ser una unidad viable.
Eso es lo que dice Naciones Unidas y es es lo que su Gobierno contempla. Expresamente ha dicho que no reconocerá cambios en las líneas fronterizas de 1967 que no sean acordados por las partes. Fue en ese año, en la Guerra de los Seis Días, cuando las tropas de Israel tomaron Jerusalén por completo, se adueñaron de Gaza y penetraron en parte de Cisjordania. Hoy, Jerusalén es para Israel, desde los años 80, su "capital única e indivisible", que no es reconocida como tal por la comunidad internacional, que masivamente mantiene sus embajadas en Tel Aviv. En Cisjordania, más del 60% del territorio se considera zona c, es decir, bajo pleno control administrativo y militar de Israel; en estos dos territorios, la ONU calcula que residen ilegalmente 600.000 colonos.
Y luego está Gaza, ocupada formalmente hasta 2005. Tras la salida de colonos y militares de Israel, quedó controlada por tierra en todo su perímetro, más por aviones y barcos, por aire y mar. Desde el 7 de octubre, es atacada diariamente en represalia por los atentados de Hamás que dejaron 1.200 muertos en suelo israelí. Van ya 35.000 gazatíes muertos por los ataques de Tel Aviv, tantos que han movilizado a parte del mundo, como a España, a dar un paso antes sólo contemplado en la mesa de negociaciones.
Sánchez entiende que este conflicto debe tener una solución política y deja al proceso de paz ineludible -pese a que está congelado desde 2014- el dibujo final de las fronteras del estado palestino, junto a su vecino Israel. Pero con ese aviso: nada menos de lo fijado en el 67, pese a que Israel come bocados con los asentamientos diariamente y, de hecho, ha anunciado más justo como réplica a este reconocimiento de tres estados de la UE. "Un estado palestino que conviva junto a un estado israelí", eso es lo que ha dicho el presidente que pretende. Una "necesidad perentoria".
Importante es también, en segundo lugar, la explicación dada por el socialista a su decisión. "Poniendo fin a una crisis sin precedentes en la franja de Gaza, apoyando a la Autoridad Nacional Palestina y cooperando con nuestros socios árabes" es como se puede llegar a una paz no vista en más de siete décadas y a la solución de dos estados, que es la que entienden como única posible de la Unión Europea a Estados Unidos.
Sánchez defiende -tercer dato clave- que lo que se busca es apuntalar a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que es reconocida como el Gobierno legítimo de Palestina y quien debe "unificar" la gestión de todos ls territorios unidos. Está en horas bajas, por el desgaste del anciano presidente Mahmoud Abbas, por las críticas a su falta de renovación y de limpieza, pero es legalmente el interlocutor, el representante de Palestina, al que Israel sistemáticamente rechaza como socio para la paz. Sostiene Tel Aviv que apoya el terrorismo de Hamás y otras milicias.
No lo ve así España, que es consciente de que la ANP reconoce a Israel, sí quiere negociar un estado, ha rechazado la violencia como la vía para alcanzar su derecho. Si se avala su estado, con su estructura al frente, por más deficitaria que sea, se evita que crezca otra alternativa de gobernanza más violenta y radical, con el Movimiento de Resistencia Islámico creciendo en popularidad entre una población absolutamente desencantada. Sánchez, expresamente, ha dicho que su anuncio refleja el "rechazo a Hamás".
La declaración pronunciada en La Moncloa es potente también porque deja claro que reconocer a Palestina o es ir contra Israel. Es la cuarta lectura de su documento. Un paso no daña al vecino, sino que estimula la búsqueda de la paz entre los dos. Sánchez ha dicho expresamente que Israel es un "país amigo", una declaración de peso en mitad de la crisis diplomática generada por este reconocimiento y que ha llevad a la llamada a consultas de la embajadora en Madrid y a la prohibición al consulado español en Jerusalén a asistir a los palestinos de Cisjordania. Y lo que vendrá, según las amenazas de Tel Aviv. No es "contra Israel", insiste Sánchez, país "al que respetamos y con el que queremos tener la mejor relación posible", ha enfatizado.
Finalmente, el Gobierno de España ha lanzado también una triple reclamación clave, para ya, urgente: un alto el fuego inmediato y duradero en Gaza, la entrada de ayuda humanitaria suficiente para atender a los civiles palestinos y la liberación de los rehenes israelíes (unos 130) que siguen en manos de Hamás. Aunque parezca que es lo de siempre, también tiene matices. Si se observan, pr ejemplo, los comunicados del Consejo europeo, suelen ponerse por delante los rehenes. Todo es importante, pero Madrid antepone que paren las armas, porque de eso depende todo lo demás.
Estos tres puntos son el comienzo de una fase mayor, general, que Sánchez ha dicho que tendrá a España empujando: el proceso de paz. Desde tiempos de Barack Obama no hay acercamiento alguno entre palestinos e israelíes, que a duras penas mantienen los lazos de cooperación de seguridad forzosos en Cisjordania. No se ven, no se hablan, no se entienden. Nuestro país ya anunció en marzo una propuesta común euroárabe para la paz en Palestina, que incluye una conferencia de paz. Cuando Sánchez apuntó esta idea, en octubre, se dio un plazo de seis meses para ponerla en marcha, pero la guerra se ha enquistado tanto que las posturas no han hecho sino distanciarse.
La confianza de Madrid es que este movimiento diplomático, que llevaba diez años pendiente desde que el Congreso instó a aprobarlo al Gobierno en 2014, tenga ahora un efecto arrastre en otras naciones, ampliando la base de reconocimiento del estado palestino (146 países de 193) y ayudando desde la diplomacia a presionar para que las cosas cambien. Es urgente, cuando los civiles arden bajo sus lonas en Rafah.