El coste ambiental de la Navidad: una orgía anual de gasto para la que hay alternativa
No es cuestión de romper tradiciones, de no divertirse o de ir a contracorriente. Simplemente, quemar como quemamos en estas fiestas no es sostenible ni, en muchos casos, necesario. Hay muchos cambios que están en nuestra mano.
Puede que esas luces tan deslumbrantes que adornan tu ciudad no te dejen verlo, pero la Navidad, además de tradición y familia y reencuentros y alegría y comidas y viajes trae consigo una formidable huella de carbono, esto es, una contaminación y un desgaste innecesarios que erosionan nuestro planeta aceleradamente en un puñado de días.
Estamos ante la máxima expresión de nuestro estilo de vida insostenible, en el que el consumismo es el centro. Todo se multiplica en menos de dos semanas: se dispara el uso de energía para iluminar y calentar, compramos alimentos innecesarios o tiramos buena parte de lo cocinado, los juguetes invaden las casas, perdemos el tiempo (tan valioso) en tiendas atestadas y en atascos. De media, se estima que los hogares españoles gastarán en torno a 683 euros de media en estas fiestas, lo que representa un tercio de los ingresos mensuales pero es un 8% menos que el año pasado (62 euros menos), según una encuesta realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).
¿Es la única manera de celebrar? Desde luego que no. No es cuestión de romper tradiciones, de no divertirse o de ir a contracorriente. Es cuestión de cabeza. La Navidad, religiosa o laica, en familia o en tribu, cerca o lejos, puede ser un tiempo en el que la cabeza se imponga al impulso.
Sólo hay que hacerse unas cuantas preguntas básicas, como recomienda el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico: ¿es necesario, importante o satisface una necesidad lo que estamos comprando? ¿Qué repercusiones tienen nuestras elecciones? ¿Hay alternativas ecológicas? ¿Todas las calidades y orígenes nos valen? ¿No hay nada superfluo de lo que nos podamos quitar?
Los datos
De acuerdo con un estudio publicado en Research Gate y elaborado por el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo de la Universidad de York, la Navidad deja unos 650 kilogramos de emisiones de dióxido de carbono por persona. Esto supone el 5,5% de nuestra huella de carbono anual total. ¿Que qué es la huella de carbono? La medida que identifica "la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que son liberadas a la atmósfera como consecuencia del desarrollo de cualquier actividad", como lo define el ministerio que comanda Sara Aagesen.
El estudio desglosa en qué se va semejante derroche, que cada año genera un 30% más de residuos respecto al resto de meses del año. El consumo alimentario es uno de los factores más contaminantes de la Navidad, con 26 kilos de de C02). Pueden ser dos menos por persona si se emplean productos orgánicos y hasta nueve si se opta por una cena vegetariana y con pocos productos desechables.
En la lista le siguen los viajes, responsables de 96 kilos de CO2 por persona. Sí, es verdad que hay que llegar a ver a los nuestros, que el "vuelve a casa vuelve por Navidad" es un clásico, pero hay maneras y maneras de hacerlo. Usar tren en vez de un coche podría reducir hasta 63 kilos la huella prevista por el informe. Las luces navideñas, por su parte, emiten 218 kilos de CO2 por hogar cada Navidad, por lo que comprar luces LED es la mejor opción: podría frenar la huella en unos 200 kilogramos por hogar.
El contaminante más llamativo, pese a todo, es el consumo masivo en días como Nochebuena o Navidad, 310 kilos, con los regalos como parte más importante. Si evitamos los que son puro compromiso la cifra baja en unos 80 kilos por persona, dice el informe universitario. Finalmente, regalar productos fabricados bajo estándares ambientales o evitar comprar tarjetas podría quitarle otros 35 kilos a la huella de carbono navideña. Hablamos del contenido y del continente, multiplica por cada regalo envuelto este año.
Mike Berners-Lee, que es el rey de los estudios sobre la huella de carbono, el autor más leído del mundo en la materia, expone en una de sus obras de referencia, How Bad Are Bananas?: The carbon footprint of everything (¿Cuán malos son los plátanos?: La huella de carbono de todo), ofrece tres escenarios diferentes para que veamos cómo puede haber Navidades con distinto impacto, sin tener que robar la Navidad como el Grinch. Su referencia es la que tiene más a mano, Reino Unido, pero su plan es extensible a otros países occidentales, como el nuestrio.
- En el primero, sólo se generan cuatro kilos de CO2e por adulto, "un escenario bajo en carbono". ¿Qué implica? "La comida es excelente, pero no se desperdicia nada. Los regalos son considerados, pero no necesariamente caros, y has guardado los recibos para poder devolver cualquier regalo no deseado. Tienes cadenetas de luces LED. Sólo envías unas pocas tarjetas a personas que no has visto en años y con las que no quieres perder el contacto y T¡te quedas en casa y haces videollamadas a tus familiares que están lejos".
- En el segundo, se emiten 280 kilos de CO2 por adulto. En este caso, se eliminan los gastos no deseados en regalos, que se calculan en un 20% del total en cada Navidad. Se gastan uns 265 euros más en comida de lo habitual en otra época del año, pese a que se desperdiciará un tercio. Las luces no sn LED y consumen alrededor de 45 kW/h. Un adulto promedio envía alrededor de 20 tarjetas de felicitación y la mayor parte de su impacto se debe a la entrega. Normalmente, dice al fin, viajamos alrededor de 80 kilómetros cada uno más de lo que viajaríamos normalmente, y principalmente en automóvil.
- El tercer plan es demoledor y, pese a ello, tremendamente común: 1.500 kilos de CO2e por adulto "para un escenario de alto contenido de carbono". Implica hasta 1.500 euros en regalos (que es el tope que suelen registrar en España las oficinas de consumidores), con un factor de "desperdicio" del 30%, y no se guardan los recibos. Se usan "montones de luces que no son LED", se envían "unas 200 tarjetas grandes" de felicitación y ls viajes de ida y vuelta suman más de 800 kilómetros, en un automóvil "sediento", con el fin de ver a familiares y amigos.
Los principales abusos
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha recapitulado algunos datos más que pueden arrojar luz a la hora de tomar decisiones más verdes frente a esta "orgía anual", de comprar un árbol natural a hacer comida para 50, siendo 10.
La huella de carbono de las opciones difiere significativamente entre un árbol natural y uno de plástico, reconoce. La iniciativa Carbon Trust informa que un árbol de dos metros que se tala de un bosque y termina como astillas de madera o en una hoguera después de Navidad tiene una huella de carbono de 3,5 kilos de CO2e. Si ese árbol se envía al vertedero, entonces la huella de carbono aumenta a 16 kilos. Hay que añadir que la mayoría de estos árboles se crían en terrenos dedicados a ese fin, que no son talados de espacios naturales protegidos, además.
En contraste, un árbol artificial del mismo tamaño (generalmente de PVC y metal o de plástico) tiene una huella de carbono estimada de 40 kilos de CO2e. Por lo tanto, un árbol artificial debe usarse durante 12 años para que sea más ecológico que un árbol natural que se astilla o se quema. Algunos, en función de los materiales, hasta 20. Otros, directamente, son petróleo puro y necesitan 500 años para degradarse.
¿Qué pasa con el papel de regalo y las tarjetas navideñas? Se calcula que un país occidental utiliza cada Navidad unos 365.000 kilómetros de papel de regalo, lo suficiente para dar nueve vueltas al mundo, y unos 1.000 millones de tarjetas navideñas (el equivalente a 33 millones de árboles). En EEUU, dice la OCDE, se envían cada año unos 2.000 millones de tarjetas navideñas, lo suficiente para llenar un campo de fútbol con papeles apilados a diez pisos de altura. Se calcula que Canadá utiliza 540.000 toneladas de papel de regalo cada temporada festiva y envía 2.600 millones de tarjetas.
Teniendo en cuenta que un kilo de papel genera 3,5 kilos de CO2 durante su producción, la huella de carbono global de los envoltorios y las tarjetas es significativa. El impacto medioambiental global dependerá, por supuesto, de la cantidad de este material que se recicle. La tasa de reciclaje de papel y cartón en el Reino Unido y Estados Unidos es del 79% y el 65%, respectivamente, por lo que hay margen para seguir reduciendo la huella medioambiental.
El desperdicio de alimentos es otro de los grandes problemas ambientales de las fiestas. ¿Qué pasa con todos los alimentos que no comemos? Según una estimación de este organismo, en países como el Reino Unido se tiran a la basura alrededor de 54 millones de platos de comida cada Navidad. El desperdicio de alimentos a lo largo de la cadena de suministro es una fuente importante de emisiones de CO2; un reciente informe del IPCC sobre el cambio climático y la tierra estima que los alimentos desperdiciados y perdidos representan hasta una décima parte de todas nuestras emisiones de gases de efecto invernadero.
Sólo en la UE, se estima que se desperdician alrededor de 80 millones de toneladas de alimentos cada año. Los costos económicos de esto también son considerables: se pierden unos 143.000 millones de euros en el proceso.
¿Y qué pasa con todos los residuos de envases que se generan durante la temporada navideña? Según el Grupo GWP, en cada temporada de fiestas-compras se generan unas 7.000 toneladas de envases de carnes, 125.000 toneladas de envoltorios de plástico para alimentos, 500 millones de bebidas enlatadas y 13.350 toneladas de botellas de vidrio. A esto hay que sumar el exceso de envases de las ventas online en un mundo cada vez más digital, los viajes asociados a los desplazamientos masivos para visitar a familiares y amigos durante las vacaciones y los residuos eléctricos (luces LED, pilas, etc.) que se generan.
"No es borrar: es cambiar"
John Branson, miembro de la plataforma Fridays for Future en Bruselas, explica que es "muy complicado" tener datos exactos de todo lo que quema una celebración como la Navidad, por lo que estas estadísticas pueden quedarse incluso cortas. Sin embargo, se ríe cuando se le pregunta si no se siente como un Scrooge de la Navidad, como aquel refunfuñón personaje de Charles Dickens. "Para nada. Yo explico cómo son las cosas pero no pretendo borrar nada, sino cambiar", explica.
"Nada más lejos, no quiero hacer que nadie se sienta culpable o que piensen que no tienen derecho a divertirse en Navidad. Pero sí entiendo que es obligatorio exponer que es momento de ayudarnos y ayudar con una nueva visión. No hay alternativa en el planeta, pero sí hay alternativa en nuestros hábitos. Que nadie diga que no puede pasar la Navidad sin papeles con brillantina", zanja.
"Hay tiendas de comercio justo, hay comercio de proximidad, hay luces que contaminan un 80% y regalos duraderos, reutilizables, reciclables o hechos a mano. Navidad, entiendo, es eso también", defiende. "Y ajustado al bolsillo de cada cual y respetando cualquier tradición o fe", añade.
Comprende además que la Navidad es un momento "difícil" para hacer cambios en nuestras vidas, porque "hay muchas inercias y compromisos adquiridos", pero por lo mismo, también es un buen "escaparate" de nuevas formas de vida, ante familias y amigos. "Hay tradiciones y expectativas sociales, lo entiendo, pero si planeamos bien todas las alternativas, no sólo podremos cambiar nuestros hábitos sino los de las familias, los compañeros de trabajo o de clase. ¿Por qué no vas a convencer a tu abuelo o a tu suegra? Si no lo intentas...", dice.
"Hay muchas pequeñas y grandes cosas que escapan a nuestro control en estos días de planes generales, pero otras no. Con esas debemos empezar para hacer el proceso más sostenible", propone. Empieza pasando revista a la comida. "Si tiramos el 40% de los alimentos producidos en esta fecha, algo se está haciendo muy mal", resume. Hay que "panificar" las compras y calcular cuántos somos, aprovechar la comida para que no se pudra y congelar, buscar productos "de kilómetro cero o proximidad y vendidos cerca de casa", evitando productos tropicales o de fuera de temporada que cuesta mucho producir o lleva un largo transporte y reducir los "hiperenvasados". "Cocina como tus mayores", pide.
En cuanto a los regalos -que generan entre el 5 y 6 % de los residuos de estos días, para grandes y chicos-, pide que se revisen los orígenes y las leyes que se cumplen o incumplen, que es eviten los que llevan pilas y se opte por baterías recargables o verdes, que se veten los cosméticos experimentados con animales -que tampoco son un juguete, por si aún hay que decirlo-. Y, de paso, que no se caiga en juguetes "machistas o bélicos". "Sobre todo, hagamos regalos en función de necesidades reales o una gran ilusión. Digamos qué necesitamos o informemos de que no nos hace falta nada", resume.
En el caso de la electricidad, recomienda árboles sin luces, usar LED si se ponen al final, usar el horno con varios platos a la vez para aprovechar el calor y no pasarse con la calefacción. "El gasto extra de una gran ciudad en estos días es el equivalente a lo que consumen 1.200 viviendas cada año", denuncia. Añade algo en lo que se repara poco: los fuegos artificiales. "Contaminan el aire, sus restos persisten durante días y las aves son las más afectadas".
¿Pilas? "Mejor no, con una de botón se contaminan 600.000 litros de agua", indica. "Busquemos cargadores solares, poleas o pilas recargables si no queda otra". ¿Papel? "De verdad... Gastamos un 30% más estos días, cuando se pueden usar bolsas de tela o reutilizar papeles antiguos, de manualidades de niños o de periódicos. ¿Para qué un sobreempaquetado que dura un segundo?", se pregunta.
Recomienda el transporte público y "los pies, que en España hace menos frío", y dejarse de tanto trapo nuevo. "Cambia ropa con la familia, presta y que te presten y así estrenas, compra de segunda mano, cose, remienda y tinta. Si necesitas comprar, busca marcas duraderas y justas. Ten presente que para producir un puñado de algodón hacen falta muchos pesticidas e insecticidas y si no son necesarios, no lo son".
La Navidad, además de blanca, puede ser verde. Es cuestión de proponérselo.