¿Tiene un negro futuro la democracia parlamentaria?

¿Tiene un negro futuro la democracia parlamentaria?

"Mientras el conjunto de las democracias se ralentiza y decae en una cada vez más visible “recesión democrática”, una serie de regímenes iliberales prosperan y avanzan a través de regímenes políticos totalitarios que parecen más estables y eficientes que los de los países democráticos".

El presidente de Rusia, Vladimir Putin.Contributor/Getty Images

La crisis económica de 2008-2014, que surgió súbitamente en un momento en que la globalización parecía dispuesta a depararnos una larga etapa de prosperidad y de bienestar tras el fin de la Guerra Fría, que supuestamente había perdido el totalitarismo, ha puesto en entredicho el demoliberalismo clásico, que no solo fue incapaz de prever aquella catástrofe sino que tampoco ha sabido reparar los daños y reemprender el vuelo.

Si en 2008 los países más desarrollados estaban construyendo eficientes estados de bienestar que mejoraban paulatinamente la calidad de vida de la gente, lo que constituía un gran reclamo democratizador para los ciudadanos sometidos a regímenes autoritarios, aquella crisis vitalizó los populismos en todas partes, facilitó la llegada de Trump al poder, alimentó los populismos y la extrema derecha en la Unión Europea y fortaleció las grandes dictaduras totalitarias, hasta el punto que Rusia, en un desplante impensable hace dos décadas, sea enfrentado a occidente en Crimea y en Ucrania y está intentando resucitar una bipolaridad equilibrada en que Moscú lideraría junto a China a un grupo potente de países iliberales.

Los equilibrios actuales son bastante gaseosos pero pueden ligarse a dos observaciones que forman un todo inquietante: en primer lugar, los niveles de vida y bienestar de las democracias siguen estando considerablemente por encima de los que registran los regímenes liberales y autoritarios pero las distancias se acortan. En segundo lugar, mientras el conjunto de las democracias se ralentiza y decae en una cada vez más visible “recesión democrática”, una serie de regímenes iliberales prosperan y avanzan a través de regímenes políticos totalitarios que parecen más estables y eficientes que los de los países democráticos. En ese grupo estarían Rusia, China, Hungría, Arabia Saudita, Turquía… e incluso India.

La mencionada ‘recesión democrática’ ha sido detectada y sistematizada por institutos de investigación como Freedom House y V-Dem y por publicaciones de prestigio como The Economist. Y el riesgo que deriva de la situación recién descrita es bien claro: si las democracias están fracasando en su tarea esencial de ofrecer calidad de vida a los ciudadanos, tanto en le aspecto material como en el político, ¿cómo evitar el deslizamiento de la globalización hacia parajes autoritarios si las grandes autocracias están ofreciendo a sus súbditos una gobernanza cada vez más eficiente y un bienestar material cada vez mayor? Quede claro que todavía hay una considerable brecha entre la calidad de vida de las democracias y la de las autocracias, pero la tendencia clara y definida es a que tienda a cerrarse.

Un grupo de investigadores de la Escuela Hertie de Berlín y de la Escuela de Asuntos Públicos Luskin de la UCLA ha publicado un trabajo basado en el Índice de Gobernanza de Berggruen (BGI) de 2024 que incluye a 145 países, que acredita que casi la mitad de esos países tuvo una calidad de vida en aumento y una rendición de cuentas democráticas en declive entre 2000 y 2021. Los referidos investigadores escriben al respecto: «este hallazgo plantea un desafío ideológico y político a la sabiduría convencional. ¿Podría el surgimiento de una alternativa potencialmente exitosa destronar al liberalismo como el último hombre en pie de la historia que implica el éxito percibido de la autocracia para el debate académico sobre el papel de la democracia en el fomento de la estabilidad, la prosperidad y la sostenibilidad?».

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Las democracias logran la calidad de vida de la gente mediante la explotación cabal de los grandes valores: libertad, igualdad, solidaridad. En estos regímenes, la gobernanza legítima de los estados ha de promover el bienestar general mediante unos grandes servicios públicos universales y gratuitos, en el marco de un sistema fiscal equitativo y de un estado de derecho impecable. Pero si estas democracias se deterioran, si el cuerpo social no percibe ese bienestar anunciado, la equidad falla y la gobernanza no da el nivel esperado, las muchedumbres irán a buscar la estabilidad y la prosperidad perdidas a otros parajes. El populismo, el iliberalismo no serán la solución, pero resultará después muy difícil rescatar del vertedero de la historia esos sistemas demoliberales que han llevado a la humanidad a las más altas cimas.