Hacia una negociación en Ucrania

Hacia una negociación en Ucrania

La inminencia de las elecciones americanas, que serán decisivas en la transformación del conflicto bélico en una contienda diplomática, debe animar a las partes a tratar de conseguir la mejor posición posible con vistas a un alto el fuego que, aunque no puede ser inmediato, está cada más cerca.

Los daños causados tras un ataque con cohetes de las fuerzas rusas en la región de Pokrovsk, Ucrania.Patryk Jaracz/Anadolu via Getty Images

La guerra de Ucrania está enquistada y la mayoría de los analistas considera que estamos ante un conflicto que no tiene solución por vía exclusivamente militar, a menos que Rusia, en un rapto francamente improbable, decidiera arriesgarse a declarar una guerra mundial, de la que resultaría la primera damnificada. No hay que invocar la “mutual assured destruction” —la seguridad de la destrucción mutua— de un conflicto nuclear para entender que los arsenales nucleares ni siquiera tienen efecto disuasorio.

En teoría, las dos partes están dispuestas a pugnar hasta la victoria final, pero esta solemne rotundidad por ambos lados forma parte de la liturgia bélica y constituye el argumento con que los políticos justifican la onerosa contienda. En realidad, cuando se ha visto que la guerra no tenía un desenlace rápido sino al contrario, el verdadero objetivo de ambos contendientes es conseguir las condiciones más favorables para el armisticio inexorable. El cansancio de las partes es comprensible; los ucranianos están viviendo una dramática tragedia que les cuesta muchas vidas, les obliga a dolorosos exilios y les ha destruido su apreciable nivel de vida, y ello se traduce en que casi el 50% de los ciudadanos están actualmente a favor de unas negociaciones de paz y en que cada vez resulta más difícil reclutar soldados para el frente. Los rusos, por su parte, pagan un precio no tan alto por la aventura de Putin pero el desgaste de la nomenklatura es innegable; China apoya a Rusia pero no aprueba la guerra y sus mercados están en Occidente, lo que excluye que Pekín intensifique su apoyo a Putin.

Esta situación, en que las negociaciones de paz son el desiderátum, explica el ucraniano «gambito de Kursk» (gambito, en el ajedrez, es el sacrificio de una pieza para conseguir una ventaja en el desarrollo de la partida), un término acuñado por los especialistas norteamericanos Charap y Kupchan, antiguos colaboradores de Obama. Se refieren, obviamente, a la invasión por Ucrania de una extensión de unas 400 millas cuadradas de territorio ruso, que, pese a la esterilidad de la conquista, constituyen un valioso botín de guerra que podrían intercambiar por otros territorios llegado el caso. Hoy ya se sabe que el avance en Kursk ha sido a costa de permitir retrocesos en el Donbas, donde Rusia ha avanzado sensiblemente, pero Kiev prefiere debilitar en parte su posición en el este con tal de controlar un pedazo del territorio ruso.

Las negociaciones no están todavía en marcha pero los observadores afirman que se mantiene ya una diplomacia discreta que a punto ha estado de conseguir un acuerdo para asegurar las rutas de navegación civil en el Mar Negro y que se planteó hace poco negociar en Qatar la preservación de la infraestructura civil. El propio Zelenski no ha ocultado en los últimos tiempos su afán negociador... que podría verse colmado en estas próximas semanas si Biden siguiera ciertas sugerencias aliadas que pretenderían que apadrinase unos contactos y un alto el fuego limitado. Moscú sabe que no es fácil en absoluto que Trump regrese a la Casa Blanca, por lo que sería oportuno dar pasos ahora para concluir un conflicto que Washington no cerrará en falso. Harris no cederá en las cuestiones vitales, ni cambiará el statu quo de sus socios en la OTAN, y desde luego no permitirá la neutralización de Ucrania, por lo que Moscú haría bien tratando de afirmarse en Crimea y estableciendo una frontera segura en el este de Ucrania, tratando de adueñarse de al menos una parte de aquel territorio en litigio.

Titania
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Santander

La inminencia de las elecciones americanas, que serán decisivas en la transformación del conflicto bélico en una contienda diplomática, debe animar a las partes a tratar de conseguir la mejor posición posible con vistas a un alto el fuego que, aunque no puede ser inmediato, está cada más cerca. De momento, una mediación adecuada de los Estados Unidos podría restar virulencia a las hostilidades, rebajar las pérdidas y las muertes, extender la predisposición a un alto el fuego que requerirá mediaciones externas de interposición en ciertas regiones sensibles como el Donbas. Harris haría un buen trabajo si animara a su presidente Biden a impulsar movimientos en esta dirección.