Musk agrede a Alemania
Afirmó en un artículo que el país se encuentra “al borde del colapso económico y cultural” y que la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) es “la última chispa de esperanza".
El multimillonario Elon Musk, quien ya ha sido designado por Trump como un destacado miembro ejecutivo de su equipo presidencial, ha tenido la osadía de interferir en el proceso electoral abierto en Alemania tras el fracaso de la moción de confianza planteada por el socialdemócrata Scholz, ulterior a una ruptura de la coalición de gobierno del SPD con verdes y liberales.
En un artículo publicado el pasado sábado en el periódico alemán Welt am Sonntag, de la cadena de Axel Springer (que también es propietaria del norteamericano POLITICO), el creador de Tesla afirmó que Alemania se encuentra “al borde del colapso económico y cultural” y que la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) es “la última chispa de esperanza para el país”, ya que solo esta organización “puede salvar a Alemania de convertirse en una sombra de lo que fue”.
Musk argumenta en su escrito que “sus importantes inversiones” en Alemania le dan derecho a intervenir en la mayor economía europea. Y ha tratado de evitar las críticas previsibles que ha desatado tal intromisión negando que AfD sea realmente un partido de extrema derecha: aunque esta sea la descripción habitual —asegura el multimillonario nacido en Sudáfrica y nacionalizado norteamericano—, “los partidos tradicionales han fracasado en Alemania”, y esta formación reciente “representa un realismo político que resuena entre muchos alemanes que sienten que sus preocupaciones son ignoradas por el establishment”. Para negar la filiación neonazi de AfD recurre a un sofisma: “presentar a AfD como un partido de extrema derecha es claramente falso, teniendo en cuenta que Alice Weidel, la líder del partido, tiene una pareja del mismo sexo de Sri Lanka. ¿Te suena esto a Hitler? ¡Vamos!”. Es obvio que las preferencias sexuales y el grado de racismo del líder de un partido en un caso concreto guardan escasa relación con su ideología. La posición de Musk tiene además ciertos ribetes pintorescos ya que AfD fue el partido que más encarnizadamente se opuso a la instalación de una fábrica de Tesla en el país, que se consumó en 2022 en el estado de Brandeburgo.
La publicación del libelo ultra en el Welt ha causado la dimisión del editor de la sección del periódico, en señal de protesta por un uso seguramente ilegítimo de la libertad de expresión. Pero la gravedad del caso hace que este trascienda de un simple debate intelectual sobre el papel de los medios: estamos en presencia de un hecho inédito, extraño al sistema de relaciones internacionales que se instauró tras la Segunda Guerra Mundial: el gobierno in pectore de los Estados Unidos, país que desempeñó un papel insustituible en el resultado de aquella guerra, está postulando precisamente en Alemania el ímpetu de un partido claramente neonazi, con el que simpatizan los negacionistas del Holocausto y que está a favor de la salida de Alemania de la Unión Europea, el “Dexit”, una opción que sería sin duda catastrófica para Europa y ruinosa para la propia Alemania.
Los socialdemócratas, que probablemente saldrán del poder tras la consulta ya convocada del 23 de febrero, han criticado con extrema dureza la opinión inquietante de Musk, a quien han comparado atinadamente con Putin. Pero también el líder del partido conservador, Friedrich Merz, quien probablemente sea el próximo canciller según las encuestas, ha calificado los comentarios de Musk de “intrusivos y presuntuosos”.
La inaceptable intromisión de Musk, que sugiere para Alemania una deriva neonazi, es inaceptable pero no sorprendente: con anterioridad, este individuo ha mostrado su simpatía por las posiciones políticas de Nigel Farage en el Reino Unido y de Meloni en Italia. Esta especie de avanzadilla de Trump pretende, al parecer, cambiar el signo de la globalización y someter a Europa al populismo prebélico que el sátrapa Putin parece dispuesto a extender por toda su zona de influencia.
Musk no es Trump ni sus actos han de marcar necesariamente el paso a la Casa Blanca, pero la UE debe estar precavida ante el intento, que ya se atisba claramente, de degradar los logros del pacto socialdemócrata que las potencias aliadas firmaron tras el entierro de todos los fascismos. Un pacto hoy muy evolucionado pero cuyas esencias han de permanecer porque se fundan en los valores perpetuos del humanismo clásico y de las democracias occidentales que desde el siglo XVIII son nuestro nutriente intelectual.