La guerra sucia de Elon Musk

La guerra sucia de Elon Musk

"El propio magnate ha reconocido que la compra de Twitter perseguía convertirla en una plataforma para todo tipo de discursos, incluidos los ofensivos, siempre que sean legales".

El propietario de 'X' y creador de Tesla o SpaceX, Elon Musk, en una imagen reciente.Kirsty Wigglesworth

Twitter, ahora X por el capricho pervertido de su nuevo propietario, ha sido, está siendo, una red social relevante desde el punto de vista del dialogo político en nuestras sociedades democráticas. Dicho en otras palabras, la forma como se gestione esta plataforma influye en la formación de la opinión pública y por lo tanto en las elecciones sucesivas y en la gobernación de los Estados. Cuando Trump fue elegido hará pronto ocho años, el papel de las redes sociales quedó por primera vez de manifiesto, y hoy hay muchos expertos que aseguran que Hillary Clinton no hubiera perdido aquellas elecciones de no haberse producido la brutal eclosión de bulos en las redes que desfiguraron la competición.

Como es bien conocido, Elon Musk, el sujeto más rico del mundo, un personaje con indudable mérito puesto que ha sido capaz de poner en pie la industria del vehículo eléctrico y la conquista del espacio por la iniciativa privada —es dueño de Tesla y SpaceX—, compró Twitter en octubre de 2022 no como negocio sino como un experimento social. Fanático “liberal”, ha emprendido una cruzada por la “libertad de expresión” interpretada como un bien absoluto. El propio magnate ha reconocido que la compra de Twitter perseguía convertirla en una plataforma para todo tipo de discursos, incluidos los ofensivos, siempre que sean legales. A su juicio, las ideas progresistas del Partido Demócrata y de la izquierda europea tienden a limitar la libertad de expresión de los conservadores. Esta posición lo ha aproximado lógicamente a Donald Trump, de nuevo candidato presidencial, dispuesto a utilizar todas las argucias, legítimas e ilegítimas, para regresar a la Casa Blanca.

En la reciente conversación que ambos han mantenido en X, han hecho buenas migas y Musk ha consentido que el candidato republicano expusiera sus bulos sin la menor objeción. Trump, por ejemplo, mantuvo y utiliza en sus mítines el aserto de que muchos países están enviando a los Estados Unidos a sus criminales y enfermos mentales para aprovechar la tolerancia de los demócratas de Biden en materia de inmigración.

La guerra de Musk se ha dirigido también estos días contra el nuevo primer ministro laborista del Reino Unido, Keir Starmer, quien tiene que soportar disturbios masivos provocados por radicales ultra que critican la migración masiva y la política de fronteras abiertas, utilizando como pretexto un bulo. Con una beligerancia muy hiriente, el dueño de X ha reiterado, al menos siete veces, el axioma “La guerra civil es inevitable”. Lógicamente, el gobierno británico ha protestado en tromba mientras trataba de aplacar la ira popular. En respuesta, Trump la lanzado el bulo de que el gobierno del Reino Unido estaba considerando construir “campos de detención de emergencia” para los manifestantes que fueran detenidos. Asimismo, ha calificado como “La Stasi Woke” la iniciativa de rastrear la red en busca de publicaciones de usuarios que violen la ley británica contra contenidos insultantes o abusivos que puedan avivar el odio racial

En definitiva, Elon Musk, cuya credencial son los 44.000 millones de dólares que ha pagado por X, se ha convertido en uno de los actores más potentes en la política mundial. Mientras las democracias, que son conscientes de que todas las libertades civiles son limitadas porque acaban allá donde empieza la libertad del vecino, este ciudadano, propietario del mayor altavoz global, está haciendo la campaña en sentido contrario.

Y como sucede a menudo en estos casos, está claro lo que Musk quiere destruir pero no lo está en absoluto el modelo que pretende implantar. ¿Sería habitable un mundo sin límites en que la mentira destructiva no sea perseguida, en que el odio racial sea azuzado, en que los valores ocasionales puedan comprarse con dinero?

The Wall Street Journal, que mantiene una meritoria lucha dialéctica contra el excéntrico multimillonario, ha reproducido este dialogo real: un usuario de X preguntó recientemente cómo sabría Musk si estaba dando frutos su esfuerzo por preservar la libertad de expresión”. Y Musk respondió: “Lo sabes cuando lo ves, es un poco como el porno”. No es extraño que The Wall Street Journal lo haya comparado con Larry Flint, el millonario que vendía pornografía. “Ambos comparten un don para atraer la atención y participar en peleas de alto perfil”. Políticamente —habría que añadir— ambos manejan la misma basura.