El PSOE abandona la teoría queer
"Mediante esta clarificación, el PSOE puede aspirar a recibir el apoyo de las mujeres ‘centristas’, es decir; de las potenciales votantes conservadoras que se sientan molestas por la aproximación del PP a VOX".
Una de las conclusiones más notorias del 41º Congreso del PSOE, que puede haber pasado inadvertida para quienes no sean expertos en la materia o no estén interesados específicamente en la cuestión, ha sido la reducción del acrónimo LGTBIQ+ a otro más sencillo, LGTBI, que prescinde por tanto de la ‘q’ de “queer” (el + engloba a las minorías no incluidas en las anteriores), en referencia a la llamada “teoría queer”, que nace en la década de los 90 del siglo pasado y que es de cierta complejidad, aunque admite algunas síntesis comprensivas: según diversos autores, la teoría surgió para cuestionar las visiones esencialistas y estáticas sobre sexo, género y orientación sexual, y para proponer una mirada sobre la sexualidad de las personas como construcciones sociales discursivas, fluidas, plurales y continuamente negociadas.
La teoría queer rechaza, en fin, la clasificación de los individuos en categorías universales y fijas, como varón, mujer, heterosexual, homosexual, bisexual o transgénero, pues considera que están sujetas a restricciones impuestas por una cultura en la que la heterosexualidad es obligatoria, así como la heteronormatividad y el heteropatriarcado. Estas categorías serían conceptualizaciones ficticias y esconderían un gran número de motivaciones políticas apoyadas por la sexología, una ciencia que no ha sido suficientemente desarrollada. Partiendo de la afirmación de Simone de Beauvoir "no se nace mujer, se llega a serlo", Judith Butler ha sido la primera teórica queer en abordar esta separación entre género y sexo.
Los argumentos para la aprobación de legislaciones pro queer se han fundado siempre en la comparación entre el grupo minoritario en cuestión y el “ciudadano universal”, paradigmático, es decir, el hombre rico, blanco y heterosexual. Varios movimientos sociales han comenzado, desde los años 70, a oponerse a esta imagen arquetípica y a poner en valor su propia capacidad de actuación o e realización. Esta tendencia ha acelerado la ruptura entre el varón y la mujer y ha solidificado lo que ha venido a constituirse en feminismo. En otras palabras, existe una familiaridad entre la teoría queer, que rechaza la normatividad del patriarcado, y el feminismo, que ha de defenderse de él. En otros términos, existe un feminismo que, sin entrar en estas últimas corrientes sociológicas, defiende simplemente la igualdad de derechos entre los géneros, y que es políticamente muy relevante, y otro feminismo que engarza con la doctrina queer o de las sexualidades fluidas, que abarcaría todos los estadios entre la masculinidad y la feminidad puras. La primera versión del feminismo sería la adoptada mayoritariamente por el PSOE y la segunda, por Podemos.
En los últimos años, la formación de coaliciones de izquierdas para sostener al gobierno ha hecho saltar chispas entre las dos concepciones del género, a pesar de que los objetivos prácticos de estos posicionamientos coinciden sustancialmente: se trata de preservar íntegramente todos los derechos políticos y sociales de todas las opciones. Sean estas concretas y aisladas (homosexualidad, transexualidad, etc.), sean fases del continuum fluido que defiende la teoría queer. Ahora el PSOE ha aclarado, esperemos que definitivamente, su posición, aunque a efectos prácticos -en cuanto a derechos concretos y normas protectoras- nada sustancial ha cambiado.
La razón por la que el PSOE ha decidido abandonar teorizaciones complejas en este asunto y adoptar esta postura clara y concisa ha sido conectar con un sector claramente mayoritario del feminismo, cuyas aspiraciones dominantes son la conquista de una igualdad real entre los géneros. Es obvio que el feminismo simpatiza también con la causa de gays, lesbianas, transexuales,etc. ya que el objetivo común es eliminar discriminaciones de género, pero se entiende perfectamente que alguna mujer feminista no desee considerarse una minoría más ni diluirse en esta gradación de sexualidades.
Mediante esta clarificación, el PSOE puede aspirar a recibir el apoyo de las mujeres ‘centristas’, es decir de las potenciales votantes conservadoras que se sientan molestas por la aproximación del PP a VOX, una formación que niega le feminismo, elogia el patriarcado y practica la homofobia.
Ante una derecha cada vez mas específicamente homófoba, cuya sola existencia genera un clima creciente de intolerancia hacia las minorías sexuales, la izquierda moderada tiene la obligación de hacer efectivos todos los derechos civiles, tanto de dichas minorías cuanto de las mujeres, víctimas asimismo de un heteropatriarcado totalitario y violento que cultiva con mimo la extrema derecha.