De su dinero nace tu odio
El dialogante pajarito azul de Twitter ha evolucionado a Águila Imperial fanática en menos de un año. Elon Musk compró la compañía y tiene el control de uno de los canales de comunicación más relevantes de la historia contemporánea. Nada es inocente. La adquisición de la plataforma, que solo en España cuenta con 11,5 millones de usuarios, forma parte de su salto definitivo a la política, un peligroso intrusismo que ya condiciona procesos electorales con el fin de devolver el poder real a los más ricos del planeta.
La ofensiva 'ultra' coordina la elaboración sofisticada de mensajes falsos y financia su difusión para enfadar a la sociedad y quebrar la confianza en un sistema que les molesta demasiado. Ni más ni menos. Son grandes fortunas cuya meta es eliminar la intervención del estado —salarios mínimos, seguridad social o protección a los trabajadores— por ser una regulación nociva para los intereses que les ayudaron a enriquecerse. La meta es volver a poner de moda la desigualdad y, como consecuencia, romper ese principio roussoniano que ayudó a construir sociedades más cohesionadas en las “que nadie es tan rico como para poder comprar a otro ni nadie es tan pobre como para verse forzado a venderse”.
La atmósfera informativa prioriza la percepción respecto a la realidad. Aparecen los 'influencers del sentido común' a decir que la democracia ya no funciona. Ese artefacto digital, financiado por acólitos de Musk, consigue a veces su fin: una desconexión entre la percepción del país y la realidad personal de las familias. Los éxitos son individuales, pero los fracasos, colectivos. Neoliberalismo en vena. La sensación de que el país va a peor no surge de la nada. Las operaciones de desestabilización se basan en errores del sistema que se amplifican y magnifican para desestabilizar las instituciones y ampliar la desconfianza en el sistema político. Por eso, en España hay un buen ejemplo: casi un 70% cree que la situación en el país no es positiva, frente a un 60% que tilda de buena su propia economía personal.
En los jóvenes cala el relato populista a ritmo de TikTok sobre “lo absurdo” que es pagar impuestos. Otra vez, menos Estado. Los invernaderos de bots e influencers de extrema derecha lo perpetúan en cada acontecimiento y posteriormente difunden este tipo de propuestas sin fundamento en redes sociales o en tertulias de la televisión convencional. Detrás de “solo el pueblo salva al pueblo” tras la Dana en Valencia, los ultras invisibilizaron el trabajo de las centenares de miles de personas que, financiadas por los impuestos, tramitan las ayudas para los que se han quedado sin nada y, también, obviaron a los equipos militares y de emergencias que salvaron en los primeros momentos más de 6.000 vidas. Cuando un ‘cryptobro’ se va del país para evadir impuestos, no te cuenta que su egoísmo deja de financiar la cama de UCI del hospital público que ocupó mi madre el mes pasado, una factura que rondaría los 150.000 euros por una semana en la que una infección de riñón casi acaba en tragedia.
Las ideas de desigualdad, desregulación o estado mínimo que promulga la internacional reaccionaria pueden ser legítimas, aunque injustas; pero la forma en la que se instauran en los países, no. Parasitan los medios de comunicación a través de la desinformación y la compra de infraestructuras que condicionan a la opinión pública. No puede contarlo mejor la serie francesa de Eric Benzekri, “La Fiebre”, una producción que, según su creador, muestra pedagógicamente una forma de intervenir en una crisis para sacar rédito político. La mentira del parking de Bonaire tras las inundaciones de octubre contaba que más de cien cuerpos yacían en ese centro comercial, un bulo perfectamente estudiado para causar inflamación y volver a la premisa que quieren meter en tu cabeza: la democracia no funciona y los gobiernos no son de fiar, incluso en una catástrofe.
En definitiva, hay una gran campaña ultra para agilizar la inestabilidad de los sistemas democráticos y los peones son los partidos de corte populista-ultraderechista que van desde el proteccionismo del húngaro Orban hasta el libertario presidente de Argentina, pasando por Abascal, el líder de VOX, quien ha estado paradójicamente al amparo de fundaciones del PP pagadas por dinero público la mayor parte de su vida. Juntos lideran esa revolución ideológica que quiere volver a un “pasado glorioso” donde no se ponían tantas trabas económicas. Sin embargo, en ese tiempo, tan añorado por estos personajes, la esperanza de vida era de 20 o 30 años menos porque la sanidad era mucho peor, la pobreza global duplicaba a la actual y el analfabetismo estaba por las nubes en una sociedad sin educación pública. Pero eso no les importa, sus países necesitan un gran capitán que abra la verja a quien quiere meter al país en su casino internacional particular y gobernar el mundo a golpe de talonario. Tú te lo crees y, de su dinero, nace tu odio.
Víctor Camino es diputado del PSOE por Valencia y secretario general de Juventudes Socialistas de España.