Cáscara de plátano en el hemiciclo
Y mientras, Sánchez, crecido por su paseo televisivo, maniobra para doblarle el espinazo a la pandilla de Iglesias en Podemos.
Cómo no acordarse en medio de esta tragicomedia escenificada en el Congreso de los Diputados, con guion de moción de censura y unas gotas del Intermedio, del periodista norteamericano H.L. Mencken (1880-1956) y de su especial sentido del humor. Una de sus frases más recordadas es aquella de que “un pesimista es un hombre que cuando huele a flores se da la vuelta buscando el ataúd”. Y además, con la esperanza de oficiar el funeral.
Todo empezó con los nervios de los abascalianos cuando los conserjes empiezan a dar brillo a las campanillas que anunciarán el final de la legislatura y la cita electoral, y disimuladamente hacen ‘porras’ a ver quién acierta con los escaños que cambian de culo o de color. Vox no es nada sin el PP, pero el PP ha entrado en fase a la ‘gallega’. Feijóo no quiere anunciar de momento su decisión más probable bien sea de pareja más o menos estable de hecho o de arrejuntarse a tiempo parcial, hasta que no sea absolutamente necesario. Porque pueden ocurrir más cosas de las inicialmente previsibles.
Es posible que la derecha popular saque mayoría absoluta, o que les baste con los apoyos del PNV en la temporada de ofertas especiales, o que algunos de los nuevos partidos regionalistas tengan dirigentes conservadores que prefieran apoyar al PP desde fuera, partido a partido, ley a ley, pleno a pleno, que unirse en arriesgado matrimonio. Aunque el expresidente de la Xunta es capaz de colar en la opinión pública una versión ‘alternativa’ de la realidad.
Por ejemplo: que la radiotelevisión gallega es independiente, plural, neutral, objetiva…aunque su dirección general dependa de Presidencia y esté ubicada en un ‘múltiplex’ de la administración autonómica. La capilaridad social de esta verdad revelada es directamente proporcional al presupuesto en publicidad. Y al uso de mantequilla. Como enseña Master Chef y se convierte en moda, es posible esferificar hasta un cuadrado de ternera asada.
Claro que tomar decisiones es complicado, y muy arriesgado en tiempos tan líquidos a pesar de pastosos y de color cacao como los que estamos viviendo… El temor a lo que pueda pasar va de la mano de la esperanza en el gordo de Euromillones o incluso en los escurridizos Cuponazos de los 11 de la Once, que son como los billetes de 500 euros en la actualidad: todos hablan de ellos pero ni en el ‘caso mediador’ se han visto. Lo que revelan las fotos policiales son fajos de 50 euros guardados en cajas de zapatos. Todo muy cutre, para no desentonar.
Así que don Alberto se ha hecho el sueco, y encima con retranca galaica del rural más cerrado de neblinas, donde hay que andar con cuidado, incluso de día, como en la sierra de Faladoira, porque el viento silba como un guardia desaforado, entre Ortigueira y As Pontes, para que no atropelles a un caballo suelto, a un jabalí despistado o a un ciervo indeciso que trisca en el arcén con el trasero en la carretera. Lo mejor, decidió, es no estar en el hemiciclo, porque al ser senador no puede hablar en cámara ajena sino en los pasillos, y bajito, y esto, la fugona, es casi una bendición. Almuerzo, encima, en la Embajada de Suecia. ¡Toma ya!
La abstención es en esta circunstancia una clásica táctica de ‘a la gallega’. Que tiene por una parte el clásico ejemplo de la escalera, ¿sube o baja?, o de la famosa copla que podemos dedicar a la extrema derecha de “ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, contigo porque me matas, sin ti porque me muero”. O sea, que la bisagra o el portillo de escape, según, se llama ‘depende’.
Quizás el posterior viaje a Bruselas y los que seguirán sean para explicar esta estrategia jodelona y para continuar a mayores con el mensaje enviado por sus parlamentarios peregrinos a la UE: aunque las estadísticas y las noticias de Eurostat digan lo contrario, España va fatal, todo funciona mal, y no hay una democracia sana, como nos ha repetido como enterada intermediaria de los intríngulis del camino de Santiago la portavoz Cuca Gamarra. Aunque por lo visto el apocalipsis ha pedido una excedencia.
En fin: hubo momentos en que aquello parecía un ‘centro de día’, con un venerable anciano que en las puertas de lo inevitable quería rendir “un último tributo a España” (sic) y contar sus batallitas de los días de gloria que ha vivido, muchos y a veces antagónicos. Su discurso tuvo momentos memorables, más que de aspirante a presidente de gruñón profe cabreado con el murmullo de la clase, y de lo mucho que hablaba el delegado de alumnos. A lo peor, un reflejo condicionado de sus tiempos comunistas, que luego fueron evolucionando y pasando por los eurocomunistas, centristas, liberales… hasta llegar al contagio de la otra pandemia política que amenaza otra vez a la Europa que devastó en el siglo XX: la extrema derecha. Pobre diablo sin norte ni memoria.
Y es que dijo cosas que ni un cabo interino: que la Guerra Civil comenzó con la huelga minera de Asturias en 1934; una ‘boutade’, porque comenzó el 18 de julio de 1936 con un golpe de estado militar fracasado que continuó en forma de masacre organizada. Al ser desmentido hizo una finta salto de rana: “dejen la historia para los historiadores”, aconsejó, otra tontería aunque parezca una obviedad. ¿Para qué historiadores? ¿Para Pío Moa, Ricardo de la Cierva, Stanley G. Payne?, ¿o para Hugh Thomas, Ángel Viñas, Ian Gibson, Paul Preston, Antony Beevor….?
No es menos ridículo ofrecer como punto importante de un catecismo de gobierno la creación de brigadas de voluntarios forestales que limpien, fijen y den esplendor, que no sea de una maldita chispa, a los campos de España. A los incendios y al abandono del rural solo se les combate con a) aceptando las evidencias científicas del cambio climático, y otras igualmente importantes; b) con euros para inversiones de choque o estratégicas; y con profesionalidad, con mucha profesionalidad, asumida como servicio al país.
España ya cuenta con muchos medios; pero en ciertas regiones no hay voluntad política, y se racanea irresponsablemente el presupuesto como si se pudiera apagar el fuego con rogativas y con hisopos de agua bendita en manos de curas sin fieles. Castilla y León es un buen ejemplo de cómo la estupidez y la incompetencia aliadas con los fenómenos naturales crecientes agravan las catástrofes convirtiéndolas en tragedias.
Para esa lucha ya están la UME, la Unidad Militar de Emergencias, creada por el presidente Zapatero, un cuero que ya es un referente internacional; las unidades de Protección Civil; la vigilancia aérea y los ‘bomberos del aire’; los servicios contraincendios y de vigilancia forestal de las comunidades autónomas, aunque algunas contratan a tiempo parcial como si los rayos y los pirómanos se ajustaran a un calendario ‘oficial’. Y claro, además, los medios municipales, y las ONG….Etc.
Eso de ‘voluntarios forestales’ es muy peligroso: hasta los becarios universitarios tienen que tener ahora contratos laborales en las empresas donde hacen prácticas. Lo que hace falta es fortalecer lo que hay y no ningunearlo por un fanatismo reaccionario, infantiloide y en ocasiones con rasgos sociopáticos.
Hace muchos años, a finales de los 90, le hice en La Provincia, de Las Palmas de Gran Canaria, una entrevista a Pinito del Oro, considerada la mejor trapecista del mundo entonces (aunque Sánchez también es muy bueno en esta disciplina pero en su variante política) y le pregunté a esta mujer, una de las pioneras del feminismo moderno, pero del serio, si no le preocupaba la muerte. Y esta fue su contestación: “No. Me preocupa, eso sí, cómo morir. Me gustaría morir de una forma digna. Si voy por la calle y piso una cáscara de plátano, resbalo y me mato, pues me parece que eso seria indigno de mí”.
Tomen nota sus señorías alborotadas. Tamames resbaló, y ya veremos; Abascal hace fintas y Feijóo va en bicicleta….
Mientras, Sánchez, crecido por su paseo televisivo, maniobra para doblarle el espinazo a la pandilla de Iglesias en Podemos, a quienes no les perdona la deslealtad disfrazada de libertad en el Gobierno de coalición que ya es técnicamente de colisión. Yolanda Díaz, la pragmática abogada laboralista de Ferrol, es el destornillador. Aunque parezca vivir en Barrio Sésamo, no se engañen. Es suave por fuera y muy dura y determinada por dentro. Usa mucho el color blanco; pero no suele rendirse.