El testamento de Tamames
Mientras el trampantojo se desteñía Tamames era comunista, pero el comunismo español no le daba lo que ambicionaba: mando, poder, relumbrón…
Es ley de vida, inexorable y sin debate ni enmiendas ni ‘emociones’ de censura, que mientras más se aleja uno o una de la partida de nacimiento más se acerca el certificado de defunción. Ramón Tamames va a por los 90, incluso por encima de la media de sus coetáneos que viven sus últimos días en residencias de mayores, y aunque mantiene la apariencia dandy de toda la vida, las procesiones de su longevidad van por dentro.
Su ajada mochila está cargada de recuerdos, no siempre bien resueltos; su vida ha estado llena de fulgores pero también de sombras; su ideología no es una línea recta sino un arabesco enrevesado. Cuando brillaba como economista, y su tocho doctrinal, ‘el Tamames’, era una referencia obligada, el comunismo en el que creía estaba hecho gofio por las termitas de las contradicciones… económicas, precisamente.
Mientras los economistas comunistas deseaban y preveían larga vida a la URSS, la URSS estaba en quiebra. En la década de los 80 en los estados mayores de los ejércitos occidentales y en los gobiernos, como es lógico, no había dudas sobre el que se consideraba inminente derrumbe del imperio soviético. El presidente Ronald Reagan le dio la puntilla a ese universo de la apariencia y la fe del carbonero con su fantasía tramposa de aquél proyecto de ficción, la ‘guerra de las galaxias’, con el que Moscú no pudo competir; no por falta de ganas, sino de capacidades.
En la sede de la OTAN en Mons su secretario general, el alemán Manfred Worner, no albergaba ninguna duda: “será cuestión de tiempo, de poco tiempo”, confesaba a los periodistas. Minutos antes un general italiano, elegantísimo, explicaba lo mismo ante una enorme pizarra. Su ‘teorema’, basado en datos ‘contables’ y de inteligencia y en realidades geopolíticas de dominio público, parecía indiscutible a la selección de periodistas internacionales invitados. El Kremlin estaba ‘tocado’ y era incapaz de soportar la presión del desarrollo de las democracias occidentales; y las fugas crecientes atravesando las peligrosas alambradas que circunnavegaban el paraíso.
Mientras el trampantojo se desteñía Tamames era comunista, pero el comunismo español no le daba lo que ambicionaba: mando, poder, relumbrón… coherencia profesional incluso… y comenzó una búsqueda desesperada del ‘santo grial’, del teorema ideológico definitivo. La añoranza de aquellos años repletos de seguridades y primeras páginas se plasma en sus anacrónicos vestidos juveniles de la actualidad nonagenaria, pero el viejo rockero es desde hace tiempo solo un viejo patético.
Ojo: no es el único demócrata ni izquierdista desencantado. España fue un ejemplo de reconciliación, transición y sentido de Estado hasta que dejó de serlo. No solo muchos perdieron las referencias; también perdieron la vergüenza, intentaron borrar memorias del cerebro dándole a un clic imaginario, y metieron la ética en un archivo de esos con carpetas colgantes siempre polvorientas y nido de ácaros en que se guarda la vergüenza hasta que algún dolor de cabeza aconseje su destrucción. Lo pasado, pasó. Todos tenemos algunos, porque la propia vida es una suma de olvidos selectivos y de sorpresas con efecto retroactivo. Todos tenemos algo que ocultar: ya calvos, una foto con rizos; en vez de los trajes azules, pantalones pata de elefante; y cuando ni siquiera se sabía que Gütemberg estaba a punto de morir a manos de internet, y que el papel viviría sus horas más difíciles, pero no las finales…pues las cartas amarillentas, en papel arroz de avión, de amigos y amigas que en su mayor parte han ido muriendo, pero que en la imaginación vemos juveniles, llenos de vida y futuros y esperanzas compartidas.
Comunistas y socialistas defraudados, por fuera o por dentro, los hay a miles. Siempre los hay en el mundo de las ideas más que en el mundo cruel de las perras y de la renovación de las élites. Casi todos los históricos del PSOE no se sienten representados, sobre todo espiritualmente, por el sanchismo, no únicamente por el liderazgo de Pedro Sánchez sino por la pérdida de la tradicional democracia interna. “Un liderazgo fuerte no se puede confundir con un liderazgo caudillista”, explica un antiguo ministro de Felipe González. Pero a pesar de las críticas y frustraciones nadie, ni los mayores enemigos de Sánchez, se han prestado al juego de la extrema derecha de VOX ni al de la derecha radical encarnada por el PP, a veces con unas gotas de moderación de bajo consumo.
Miles de dirigentes socialistas, de todos los ámbitos y escalas, no aceptan los tratos con Bildu, o con los separatistas catalanes, sean ERC o los de Junts y más allá. Tampoco están cómodos con la inacción ante los desafíos de los activistas antisistema e infantiloides de ‘Podemos’. Los socialistas saben, como es natural, que las invasiones militares a sangre y fuego no se combaten con manguerazos de agua bendita y cínicos pacifismos a favor del invasor.
En esta fase final de su vida, Ramón Tamames ha encontrado la última oportunidad, la ultima ocasión para su alegato final. Pocos tienen estas facilidades para reescribir su historia y para vengarse de la derrota tras haber ido caminando ciegamente hacia el derriscadero del fracaso y ciertamente del ridículo histórico, ajeno por soberbia o por ceguera al imperativo de todo buen marxista del análisis concreto de la realidad concreta en el momento concreto. Esta, en su formulación matemática, no deja de ser una ecuación fácil de resolver.
El momento concreto de España no admite vacilones. Bastante grave es la situación política interna como para generar más motivos de frustración a la ciudadanía, harta de la furia y el encono, y apadrinar a la bandada neofranquista que añora la dictadura del aguilucho desde una posición tan relevante como la de este anciano profesor, a quien los abascalianos han tentado mefistofélicamente con la diablura de escribir su propio obituario. Dejar su testamento en una solemne sesión parlamentaria. Ser estrella fugaz en un entretenimiento de ricos, organizado mediante el despilfarro de dinero público y una información ‘fake’ desde los mismos prolegómenos. Un espejismo de la razón y la falta de escrúpulos. Un candidato falso en una moción abocada al fracaso en la que un fracasado comunista blanquea la mano negra de la extrema derecha.
Y viendo el panorama Núñez Feijóo tiene buenos motivos para sonreír y estar satisfecho. VOX ha actuado con imprudencia y enseñando las cartas con que va a jugar el juego: el señuelo, la falsedad, el mercenariado, utilizando fichajes incompatibles con su ideario y sus pregones de rectitud. Tamames, como es natural, arremeterá contra Sánchez, que no le dará mucho aire, y el poco que le sople será envenenado. Y sí, hablará Santiago Abascal emparedado, para pedir el aplauso en ese club de la comedia que con desparpajo altanero ha montado, para reírse de la propia democracia, de sus reglas y de su debido respeto. Mientras, Tamames trata de explicar la cuadratura del círculo de su vida, llena de bandazos y marchas atrás. Y los españoles perdiendo el tiempo y la paciencia y buscando el cubo de la basura con ahínco.
¿Y Europa? Pues imagínense ustedes. Asombrada, y temerosa. Dentro de poco, en el segundo semestre, España, con Sánchez, presidirá la UE. Tremendo. Aunque ‘no hay mal que por bien no venga’, lo que destaca es que como al parecer decía Bismark, “España es uno de los países más fuertes del mundo, lleva mucho tiempo queriéndose suicidar y no lo consigue”. Pero Uuuufffff. Jefes de Estado y de gobierno de los 26 países restantes entenderán mejor al gobernante español.
Este pleno de opereta, con un atrezzo de carnaval de tienda china de barrio, es una pura ocurrencia, un divertimento “a ver quién mea más lejos”, como piensa una progre de toda la vida, también muy crítica con el PSOE “de Sánchez”. El candidato que no es candidato sino figurante tenía que subirse al tren que le paró delante suyo, tenía que estar ahí, rodeado de periodistas y cámaras de televisión, vestido con traje y no con ropas de figurín trasnochado, maquillaje que le disimule la edad y pelo recién teñido para dar el pego. Porque de eso se trata.
El sistema democrático permite incluso hacer un mal uso de sus instituciones. Cuatrocientos señores y señoras, ayudantes aparte, durante tres días tocando el violón. O, recordemos ‘mutatis mutandis’, que el PP sigue impertérrito bloqueando la renovación constitucional del CGPJ con argumentos de tramposo poligonero.
El libro de actas conservará para general vergüenza nacional la trama. Lástima que Valle Inclán tenga excusada su asistencia en el palco de prensa e invitados por razones obvias.