¿Hay que estar orgulloso de una tesis doctoral?
En el curso intensivo en realización y aprobación de tesis doctorales que hemos recibido en los últimos días a raíz de la polémica en torno a la tesis de Pedro Sánchez se han escuchado muchas cosas. Propongo ampliar unas y matizar otras para contribuir a entender mejor lo que implica un doctorado en su dimensión técnica, pero, sobre todo, humana. Se nos ha explicado, en primer lugar, que los estudios de doctorado son sumamente heterogéneos. Esto es así tanto entre disciplinas como dentro de disciplinas. Lógicamente, no es lo mismo un doctorado en física que uno en medicina, en sociología o en derecho. Pero tampoco, hay que añadir, es lo mismo, un doctorado en sociología que se basa en el análisis de macroencuestas, uno que lo hace en entrevistas en profundidad con un número limitado de personas y otro que lo hace combinando ambos métodos, por poner ejemplos más concretos dentro de una misma disciplina.
Seguidamente, se ha insistido mucho en que completar un doctorado lleva tiempo, a veces, mucho tiempo. Conviene resaltar que la extensión de un doctorado depende de varios factores y que, aunque desde las instituciones y en todas las disciplinas haya intentos por estandarizar el número de años que debe durar el grado, en la realidad las experiencias terminan siendo muy dispares, incluso dentro de la misma disciplina. Entre los factores a considerar está, nuevamente, la naturaleza del material investigado y el método escogido, pero también la diligencia del estudiante, su mayor o menor dedicación a la tesis e incluso la mayor o menor facilidad que encuentre para recibir asesoría regular de su director/a. En principio, reunir material histórico en archivos dispersos geográficamente requiere más tiempo que analizar bases de datos oficiales disponibles en Internet, por ejemplo. La investigación doctoral suele ser una actividad en gran medida autónoma que exige iniciativa y autodisciplina y algunos estudiantes, acostumbrados a una actividad universitaria estructurada en clases y exámenes, batallan con esta forma de libertad y flexibilidad. En ocasiones, terminan cayendo en un círculo de dilación y escasa productividad: pasar horas encerrado delante de un ordenador no es sinónimo de avanzar en una investigación.
En general, la realización de una tesis es sólo parte de un proceso más amplio de formación y práctica académica. Es habitual que los estudiantes de doctorado realicen al mismo tiempo que su investigación doctoral otras actividades académicas como la docencia, la organización de conferencias y seminarios, la co-edición de revistas y libros o la colaboración en artículos con otros estudiantes o el director/a de tesis. Se trata de actividades que consumen un tiempo considerable – a veces incluso la mayor parte del tiempo disponible. Algunos estudiantes compatibilizan su doctorado con un trabajo extra-académico, ya sea por razones profesionales o necesidad económica. Por su parte, los directores de tesis no siempre ofrecen la ayuda que los estudiantes esperan o con la frecuencia que desean. Es una queja recurrente entre éstos el tener que 'perseguir' a sus directores para recibir comentarios sobre tal o cual resultado o borrador de capítulo de tesis entregado para poder hacer las correcciones pertinentes y seguir avanzando.
Por lo tanto, el número de años empleados para culminar y defender una tesis no es necesariamente sinónimo de los años invertidos en investigar y redactar la tesis en sí.
El hecho de que exista una abundante literatura, en el ámbito anglosajón especialmente, sobre cómo enfrentarse a la experiencia del doctorado – desde luchar contra la tendencia a posponer el trabajo hasta lidiar con un/a director/a de tesis demasiado ocupado/a – debería dar una idea de lo intensa, para algunos traumática, que puede llegar a ser esta experiencia. No en vano se habla de 'parir una tesis'. La soledad ante el desafío, el esfuerzo y la disciplina sostenidos y, finalmente, la superación del reto permiten establecer esta suerte de analogía. Al igual que un parto se puede vivir de muchas maneras, el doctorado constituye una experiencia personal, podría decirse que incluso íntima.
Por ello, y más allá del caso particular de Pedro Sánchez, es un mal precedente exigir a los doctores que estén orgullosos de sus tesis, como lo han hecho algunos, y asumir que si no lo están es porque tienen algo que ocultar. En mi experiencia, no son pocos los doctores que no están particularmente orgullosos de sus tesis (aunque puedan estarlo de su título y su pertenencia a la comunidad científica). Algunos porque, para cuando terminaron su tesis, descubrieron que les interesaba más otro tema; otros porque están convencidos de que el trabajo académico es, por naturaleza, 'trabajo en progreso' (work in progress) y su tesis, por tanto, incompleta; y aún otros porque la experiencia fue tan traumática que la sola vista del documento final les produce malestar.