tsunami en japón 11 de marzo 2011

Puesto que la percepción vital pasa por el campo de las relaciones humanas y éstas están fuertemente ligadas al lugar que uno habita, el suicidio también está ligado a la práctica arquitectónica y a la vivienda en relación a su entorno.

Superadas las necesidades primarias de cobijo y manutención, los habitantes locales buscan mantener el espíritu comunitario, y reunirse para compartir sus experiencias y sus planes de futuro en un mismo espacio para todos.

La ciudades de Iwate y Miyagi han sido literalmente arrancadas de sus cimientos y hoy, dos años después del entierro paulatino del dolor y de la soledad, la regeneración urbana y la reconstrucción han llegado a Tohoku.

Atrás quedan las utopías de mega ciudades y el planteamiento teórico urbano de la generación de Kurokawa. Hoy, el arquitecto se enfrenta a demandas tan reales y vitales como la cooperación y el diálogo.

La situación de la zona ya era precaria por el envejecimiento de la población antes del tsunami y no únicamente en el norte, sino en todo Japón, se enfrentan a una situación de envejecimiento en su demografía ante la que el Gobierno central aún no sabe cómo responder.

Los norteños no se abren a los extranjeros. Que quieran hablar con un visitante da idea de la situación social tras la tragedia. Prueba de ello es que un pescador de la zona viniera hacia nosotros para lanzar un grito: "¡No necesito nada material! ¡Lo que quiero es alguien que permanezca aquí conmigo! ¡gente!"

Fukushima hoy, es un lugar en el espacio infinito y un límite. Un punto de fuga que atisbamos, pero al que no podemos llegar. Un nombre maldito.